No tengo duda alguna del triunfo de Edmundo González, y cuando el Consejo Electoral chavista le atribuyó la victoria a Nicolás Maduro, con el 51,2 % de los votos, me fue reconfirmada la victoria opositora, ya que todos saben qué ocurrió, la derrota del régimen chavista.
Yo le creo a María Corina Machado cuando dice que la victoria opositora fue abrumadora y se cuenta con copia de todas las actas para probarlo.
Más aún, creo que es el inicio de un proceso de transición a la democracia, ya que esta vez el fraude no será aceptado, ni dentro ni fuera del país, por mucho que se esté intentando una maniobra desesperada por sectores que todavía están en la negación, Venezuela cambió, por lo que a diferencia del pasado las amenazas suenan vacías, por la sencilla razón que se ha perdido el miedo.
Creo que esta maniobra desesperada del régimen fracasará, como también una salida de fuerza, si fuera ensayada. Estoy convencido de que al haberse perdido el miedo se ha iniciado en la práctica un proceso de transición, la transición a la democracia, a la venezolana.
¿Qué sabemos de las transiciones, sobre todo, de las exitosas? Que no son todas iguales, pero que tarde o temprano habrá alguna negociación, a lo que no hay que tenerle miedo, en la medida que se tenga claro de lo que es tanto el objetivo principal como el premio mayor, la derrota de la dictadura.
Costó tanto, fue tan difícil lograrla, que lo principal es mantener la unidad que permitió el triunfo que ahora malamente se quiere modificar por manos corruptas. Lo que hay que evitar a toda costa es una división de los demócratas, que se ha dado después de otras elecciones en el pasado. Los objetivos no han cambiado, por lo que no hay que desviarse, toda vez que las transiciones no son procesos solo en blanco y negro, sino que admiten múltiples colores.
La ciencia política reconoce al menos tres tipos de transiciones. La rupturista, la negociada y la institucionalizada. Como difícilmente va a ser Venezuela una de carácter rupturista, donde el régimen dictatorial simplemente se derrumba, lo más probable es que sea una mezcla de transición negociada como lo fueron España y Uruguay, con una institucionalizada. Es decir, se inicia la transición con el esquema constitucional existente, como ocurrió en Brasil y Chile. En Venezuela no ha cambiado el objetivo de lograr una democracia real, sin apellido.
En el pasado, el régimen ha hecho trampa, también desconociendo el resultado. Tan malo como ello fue que sectores democráticos lo aceptaran, pero hoy, simplemente es impensable que ello ocurra, por lo que simplemente ese escenario no debiera darse, no solo porque se ha perdido el miedo, sino que también existió movilización en las calles, que no debiera perderse, y donde resalta María Corina Machado.
Los chavistas saben que fueron derrotados, lo saben en el Palacio Miraflores y también en el extranjero. Aunque en menor escala, se aprecia en la elite gobernante, en la nomenklatura chavista, el mismo proceso de perdida de legitimidad que apareció en la ex URSS y en Europa del Este en la octava década del siglo pasado. En Venezuela solo le queda la fuerza y la corrupción de la delincuencia organizada que los respalda, cuyo poder se manifiesta en forma transnacional.
No hay que perder el foco en lo importante, ya que comienzan a acumularse las preguntas. Si hay negociación, ¿con quiénes se negociará? ¿Habrá nombres vetados, aunque sean pocos? ¿Todo será abierto o habrá secretos? ¿Tendrá Maduro algún rol? Si es así, ¿cuál? Si se logran acuerdos que ayuden a la democratización, ¿Se solicitará que la fuerza armada sea garante de los acuerdos? Si no se le quiere dar un rol que le es impropio en democracia, ¿bastará con el respeto de todos a la Constitución? Ya que, aunque sea creación chavista es la norma superior, por mucho que se la quiera reformar, apenas se pueda.
Lo que viene requiere claridad en la dirigencia sobre decisiones que exigen total convergencia opositora. A modo de ejemplo, ¿habrá temas y personas que no serán reconocidas como interlocutores válidos? ¿Se separa aguas con toda oposición funcional, que de oposición solo tiene el nombre, ya que su objetivo es servir al régimen y dividir a las fuerzas democráticas? En lo internacional, ¿Habrá un rol especial para Estados Unidos? ¿Otros países? ¿Cuáles?
Existen muchas preguntas, algunas sin respuesta, simplemente porque estamos siendo testigos del inicio de la transición a la democracia. Podrá desconocerlo Maduro y el chavismo, pero no cambia el hecho que el régimen fue y se siente derrotado, habiendo perdido el fuego vital de una legitimidad que ya no se le reconoce. Como toda transición, el régimen puede intentar una aventura negacionista o al menos un sector, pero ello no se puede sostener ni prolongar más allá de un lapso cada vez más corto, dado el cambio que el país ha tenido, al parecer, irreversible.
El primer objetivo que era derrotar a Maduro ya fue cumplido. El segundo se está construyendo que es derrotar el fraude del régimen. El primero se consiguió con lo que había estado ausente en el pasado y sin el cual es virtualmente imposible derrotar a una dictadura, que es la unidad, cuya mantención y fortalecimiento es precondición para lograr la segunda victoria, la derrota del régimen, el fin de la dictadura.
Las transiciones traen consigo rosas y, por lo tanto, espinas que obligan a decisiones difíciles, nunca solo de blanco y negro, sino también con grises y amarillos. En la elección, no solo en las urnas, en las calles también se derrotó a Maduro, ahora hay que responder a la confianza de esa amplia mayoría que votó en condiciones de represión, como también a tantos exiliados que se reunieron con entusiasmo a través del mundo, expresando su deseo de regresar. No hay que olvidar a tanta familia que solo desea volver a reunirse con los ausentes, y que fue un elemento clave, tanto en la movilización popular como en la pérdida del miedo, ciudadanos, todos que dieron la victoria que ahora se pretende desconocer, hecho a la vez desagradable y violento.
Para este segundo objetivo de desaparición del esquema dictatorial, se necesita seguir insistiendo en la verdad que se ganó la elección para evitar que una falsa narrativa desplace a la verdadera. Este objetivo también necesita escuchar a quienes no son parte de la elite gobernante, de la nomenklatura, pero si integran la administración pública como también son parte de la Justicia o de las fuerzas armadas o policiales, sectores que en ningún caso deben ser entregados en su totalidad a esta dictadura que desea perpetuarse. ¿Cuál será la actitud hacia aquella clase empresarial que se enriqueció con el chavismo, con fuertes elementos de corrupción? La verdad es que no hay respuestas fáciles.
De los procesos de transición se ha aprendido que por sus propias características obligan a abordar todos los temores y no solo los de quienes han sufrido represión, ya que los hay de distinto tipo y características. En su diversidad, la mayoría de ellos deben ser tenidos en cuenta para que el proceso tenga éxito, a lo que hay que agregar los temores de los muchos que en el pasado apoyaron alguna vez a la dictadura, votando por Chávez en aquellas elecciones que sí ganó.
Las dificultades mencionadas son reales, pero superables, siempre que exista una perspectiva de avance, lento o rápido, pero continuo, visible para todos, o al menos, para la mayoría, requiriéndose paciencia y serenidad, ya que no todo se va a poder acometer al mismo tiempo.
Para estos efectos, un desafío es como mantener la movilización lograda. Ello es así por la característica especial de toda transición, aunque esté en sus inicios, ya que predomina el reino de la política a través de la búsqueda de acuerdos y consensos que permitan la construcción de una mayoría.
De las transiciones exitosas, sabemos de la importancia de actuar con seriedad, sin crear falsas ilusiones, como también que cuando se negocie se debe evitar caer en la transacción, en el “quid pro quo”, en el algo por algo, que tanto mal le hace a la imagen de la democracia. Ya que toda negociación debe tener como guía a la ética y a los principios, como distinción básica entre demócratas y quienes no lo son.
La conclusión es lo que repetían María Corina Machado y Edmundo González en gira electoral, que a la dictadura le llegó su hora, lo que refleja años de lucha para la restauración democrática y una historia de superación de dificultades, y, por lo tanto, de aprendizajes, y por lo mismo, de madurez.