Qué difícil escribir esta columna y no solo por las lágrimas de desencanto y de dolor de los venezolanos, y por las mías, de rabia y frustración. Pero eso es lo que precisamente quieren los dictadores, que la colectividad se resigne y no responda. En Venezuela, en Colombia y en los países donde la democracia y la libertad están amenazadas por autócratas de derecha y de izquierda, es hora de reaccionar, con un diferencia frente a hechos pasados, hay que pensar y actuar como ellos lo hacen.
Lo primero, es la combinación de las formas de lucha: actuar por un lado de manera democrática y, por el otro, subvertir el orden en que se sustentan, no necesariamente de manera violenta. Hace años esta combinación de las formas de lucha del M-19, guerrilla de la que hacía parte Gustavo Petro, o del Eln y las Farc, que aún actúan hoy, era solo acción política y acción violenta. Hoy, con el narcotráfico como fuente fundamental de financiación, esa acción política ya casi no existe y, tanto el Eln como las Farc, son un negocio.
Hoy, con redes sociales, la acción para subvertir es otra, es pacífica, pero tiene ese instrumento como un activo fundamental. Miren como Hamas e Irán lograron movilizar una población relativamente pequeña pero de manera muy efectiva y así generaron gran impacto político, reforzaron una narrativa, y el terrorismo de Hamas paso a segundo plano, el culpable ahora son Israel.
En el caso de Venezuela hay que actuar ya con el calor del golpe de estado que dio Maduro. Está claro que van por María Corina y, antes de que eso suceda, se debe llamar a una movilización nacional que impida que las alcaldías y gobernaciones de Maduro, el parlamento, la Fiscalía y, más importante aún, los centros de poder de Miraflores y el Fuerte Tiuna se sientan seguros y puedan operar de manera normal. Que la masa supere la capacidad de represión de la dictadura, y esperemos que militares y policías no terminen asesinando venezolanos, porque ahí sí se armaría una verdadera revolución nacional. El dilema en Venezuela para la fuerza armada institucional debe ser ese: aceptamos la voluntad real del pueblo o nos convertimos en masacradores y asesinos, que luego tendrán que pagar.
En Colombia debemos estar listos para lo mismo si Gustavo Petro, cuya actuación patética en esta elección muestra que no es un demócrata, decide no aceptar las decisiones del Congreso o de la justicia o pretende imponer su constituyente con unos bloqueos armados, como fueron los de la primera línea en el 2021. Hay que organizar ya esa resistencia, pues es claro que el Eln, las Farc, los narcos y Petro ya tienen la suya, que se estrenó en abril y mayo hace 3 años.
Lo más importante es que se necesita masa para pararlos. Las redes sociales hacen que el uso de las armas y de la violencia quede registrado y es claro que una masa pacífica que frene estos minúsculos grupos violentos tiene esa visibilidad como fuerza fundamental. La izquierda la usó para manipular y reforzar su narrativa, ahora quienes defendemos la libertad tenemos que usarla de igual manera.
También en el caso de Colombia hay la posibilidad de convocar a un gran paro nacional. Esa es una herramienta de último uso, pero se debe comenzar a instrumentalizar. La izquierda radical impuso un bloqueo armado a las ciudades en el 2021, luego los ciudadanos tenemos la legitimidad y la obligación de imponerle un bloqueo económico al gobierno cuando este quiera violar la Constitución y la ley.
Volvamos a Caracas. Además de esa movilización masiva, que debe comenzar ya, se necesita que la diáspora de venezolanos en el mundo haga lo mismo: se tomen plazas y calles en Washington, en Miami, en Boston, en Nueva York, en Madrid, en Barcelona, en Bruselas, en Bogotá, en Cali, en Medellín, en Rio, en Brasilia, en Buenos Aires y en Santiago; en fin, en todas las ciudades donde puedan. El efecto Hamas, mencionado unos párrafos antes, hay que usarlo para reivindicar la democracia y la libertad. Esos activistas se tomaron partes del capitolio en Washington y entonces sí era una buena toma. No, usemos lo que ellos usan para defender sus causas. Aprendamos de esa combinación de formas de lucha que Hamas usa, con el terrorismo en Israel y la supuesta protesta pacífica en occidente.
Dejemos la estupidez y la inocencia de lado. El regreso de la democracia a Venezuela y lo que hicieron los venezolanos en esta campaña desigual es un hito que todos debemos apoyar. Si Maduro se queda, ese es un enemigo declarado de la libertad y la democracia y un amigo del narcotráfico, la criminalidad, Irán, Hamas, Rusia, China y Corea del Norte nada más ni nada menos. No es poca cosa lo que se juega en el vecino país, pues desde allá van a sofisticar su intervención en Colombia -como lo han hecho en los últimos 20 años- y en el resto de la región, como lo hicieron con el asesinato de un exiliado en Chile.
¿Y la comunidad internacional? No reconocer, obvio, presión diplomática, que no va servir de nada, y aumentar sanciones, pero imponer una muy especial, que es difícil pero les duele donde toca: sancionar a los hijos y parientes de la nomenclatura, que viven tranquilamente en Europa y en los países latinoamericanos. Habría, además, que sancionar a las naciones que los acepten, para que les toque refugiarse en los países que son sus aliados, donde la vida no es tan buena, Cuba, Nicaragua, Corea de Norte, China o Rusia.
Defender la libertad y la democracia se volvió prioridad, Aprender de los enemigos de ella y usar sus mismos instrumentos es fundamental. Debemos dejar de ser idiotas útiles que se avergüenzan de usar los mismos instrumentos que ellos utilizan para acabar con la democracia. Estamos en una especie de tercera guerra mundial híbrida entre dictaduras y democracias. Venezuela hoy es Normandía donde comenzamos a recuperar la democracia en el continente. Nada más y nada menos.