El coraje de Joe Biden

El presidente de Estados Unidos dio un discurso por TV desde su despacho en la Casa Blanca tras anunciar que se bajaba de la campaña por su reelección

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Joe Biden, en su discurso de este miércoles desde el Salón Oval por TV   Evan Vucci/Pool via REUTERS
Joe Biden, en su discurso de este miércoles desde el Salón Oval por TV Evan Vucci/Pool via REUTERS

El presidente Joe Biden recogió el guante.

Lejos de esconderse detrás del formato breve y editado de los posteos en redes sociales, Biden volvió a recurrir a la televisión para hablarle en forma extensa y sin cortes editoriales a la ciudadanía a los fines de explicarle por qué renunció a la candidatura a la reelección.

Fue un discurso histórico del presidente en ejercicio de una de las naciones más poderosas en un momento caracterizado por la presencia de crisis bélicas, económicas, políticas y ecológicas, entre otras, en múltiples rincones del planeta.

Es por eso que más allá del contenido político de las palabras de Biden, vale la pena reflexionar sobre los tres ejes comunicacionales claves de su discurso.

Primero, veintisiete días después del debate presidencial que marcó el comienzo del fin de su candidatura, Biden retornó a la televisión para cerrar la misma en sus propios términos. Y lo hizo utilizando uno de los géneros más tradicionales de la comunicación política mediatizada: el discurso desde la oficina presidencial.

Esta elección de medio y formato no hizo más que enfatizar la centralidad que la televisión ha adquirido en esta campaña presidencial. E incluso el tono clásico, casi anacrónico, en el que esta centralidad se ha manifestado: un líder hablando a una cámara para comunicarse con la ciudadanía.

Segundo, este discurso también confirmó la evidente falta de energía vital del presidente Biden (lo cual pudo haber sido agravado en este caso por estar aún convaleciente de COVID-19). A pesar de leer el texto a través del tele-prompter, Biden cometió errores en varias oportunidades y el tono tuvo muchos altibajos.

Es tan evidente esta falta de energía que resulta imposible dejar de preguntarse cómo fue que el equipo de comunicación pensó que iba a poder disimularla durante los meses de campaña.

Incluso minimizando la exposición de Biden a debates y extensas entrevistas, la presencia casi universal de teléfonos celulares entre quienes asistieran a los eventos de campaña prácticamente garantizaba la grabación (y posterior difusión en medios y redes) de errores comunicacionales que evidenciaran las debilidades del presidente.

Tercero, si bien tuvo algunas palabras de apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris como una forma de pasar la posta en la campaña presidencial, Biden dedicó la mayor parte de su discurso a recapitular los logros de su gestión hasta la fecha y delinear los ejes para lo que resta de su mandato.

Mediante esta combinación de pasar la posta, recapitular logros y delinear ejes futuros, Biden comunicó que su renuncia a la reelección no debe ser confundida con una renuncia a la presidencia. Más allá de cuantos de sus nuevos objetivos, como la reforma de la Corte Suprema, pueda llevar a cabo en los seis meses que le quedan de mandato, Biden dejó en claro que piensa seguir ejerciendo el cargo para el cual fue elegido por la ciudadanía hasta el último día de su mandato.

El candidato dio un paso al costado, pero el político no.

Joe Biden se retira del centro de la escena de la campaña 2024 por la puerta grande. ¿Le alcanzará al Partido Demócrata su grandeza para vencer a Donald Trump?

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