Durante estos días, en particular, se celebra para los fieles del mundo musulmán un ritual espiritual: la peregrinación a la Kaaba, que está ubicada en la ciudad de la Meca, en Arabia Saudita. Este año, casi dos millones de personas acudirán a esta ciudad sagrada para manifestar su fe.
La peregrinación a la Kaaba, que es llamada también “Hayy”, es un evento único en su importancia y tiene relevancia a nivel internacional. “Hayy” es uno de los cinco pilares del islam y su realización es un mandamiento obligatorio que cada musulmán, sea hombre o mujer, debe cumplir al menos una vez en su vida. No obstante, es un mandamiento condicional y aplica solo a aquellos que poseen los recursos económicos suficientes, la salud necesaria para hacer este largo camino y a los que se encuentran en una situación segura para viajar.
La peregrinación ocurre cada año durante el último mes del calendario islámico, que se caracteriza por ser lunar. Por tal razón, las fechas según el calendario gregoriano tienen una fluctuación anual de aproximadamente 10 días.
Unánimemente para todos los musulmanes, la Kaaba es el lugar más sagrado y fue la primera casa dedicada a la adoración del Dios Único. Así, la Meca desempeña un rol primordial en la vida cotidiana de los fieles y durante cada oración uno se dirige hacia ella, siendo la orientación constante y el lugar de unión para el mundo islámico.
En particular, los rituales durante la peregrinación son dedicados a los sacrificios del profeta Abraham, su esposa Agar y su hijo Ismael, en pos de preservar la Kaaba como un símbolo de la unidad de Dios. Aquellos religiosos que no pueden viajar a la Meca se adhieren simbólicamente desde su lugar a la celebración de la peregrinación, denominada “Eidul Adha” (la celebración del sacrificio).
Desafortunadamente, hay musulmanes que no solo no podrán celebrar esta festividad religiosa, sino que se convertirán una vez más en estas ocasiones en un blanco de persecución y violencia. Es el caso de la Comunidad Musulmana Ahmadía a la que pertenezco, que es constitucionalmente perseguida en Pakistán desde el año 1974.
Bajo la supuesta presunción de “blasfemia”, los miembros de esta comunidad ni pueden llamarse a sí mismos musulmanes, ni expresar ningún ritual islámico. Solo en esta semana, en las vísperas de la peregrinación a la Meca, dos Amadís fueron asesinados en Pakistán debido al “crimen” de ser parte de esta corriente. Asimismo, en la misma semana, tres representantes Ahmadis fueron detenidos ilegalmente “por prevención” para que no realizaran ningún ritual islámico en relación con esta festividad.
Vale indicar que la expresión “blasfemia” sirve en Pakistán como una licencia abierta para intimidar y atacar violentamente a cualquier minoría. Según un informe de Amnistía Internacional, la mayoría de los casos de “blasfemia” en Pakistán se basan en acusaciones falsas y en las últimas cuatro décadas un total de 494 musulmanes ahmadíes, 187 cristianos y 21 hindúes han sido condenados por esta causa. Solo en 2023, había al menos 53 personas detenidas en todo el país inculpadas por blasfemia, según la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos.
Por otro lado, existe la terrible amenaza de que los casos de presunta blasfemia a menudo se resuelven en Pakistán fuera de los tribunales, en actos de violencia masiva y ataques terroristas contra civiles. En 2010, durante la oración de viernes, en un ataque contra dos mezquitas de la Comunidad Ahmadía, cerca de 90 personas fueron asesinadas. Y en 2016, más de 75 cristianos fueron muertos durante la celebración de Pascua en un parque público.
El año pasado, a plena luz del día, un budista de Sri Lanka que trabajaba en Sialkot (Pakistán) fue quemado por una turba públicamente por la misma acusación de” blasfemia”. En resumen, un individuo o un grupo puede ser acusado de “blasfemia” solo por meros rumores o rencores personales, y las consecuencias en Pakistán son extremadamente graves.
Lo más preocupante y doloroso de todo esto es que se justifica la reacción violenta contra la “blasfemia” en nombre del islam, aunque en nuestra religión no existe ningún castigo por ello: No hay un solo versículo del Corán, ni un solo incidente en toda la vida del Profeta Muhammad, el fundador del islam, donde él hubiera castigado a alguien debido a sus actos blasfemos o donde él hubiera instado a algún tipo de violencia contra el prójimo. Al contrario, el profeta era un modelo en garantizar la libertad religiosa y en defender la santidad de la vida, sin distinción por religión o etnia.
En conclusión, no hay ningún permiso, ni justificación para que un musulmán ejerza “justicia” por mano propia y actúe violentamente, incluso frente a provocaciones o actos blasfemos. Deseo profundamente que la festividad de la peregrinación a la Meca sea un punto de reflexión y recordatorio de que, si no vivimos en paz y armonía con nuestro prójimo, tampoco podremos vivir en paz con el Ser Divino. Es mi pedido que cesen todas las guerras, especialmente en el Medio Oriente, y que podamos “peregrinar” como habitantes de esta Tierra hacia un mejor futuro y un mundo más humano.
*Imam Marwan Gill es teólogo islámico y Presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina.