La barrida electoral de Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), deja unas lecciones que todos en la región, y en especial en Colombia, tenemos que aprender. Nadie esperaba un resultado como el que se dio: mayoría calificada en el congreso y victoria aplastante en gobernaciones y alcaldías.
¿Fueron los subsidios que entregó a 30 millones de mexicanos por una cuantía anual cercana a los 15 mil millones de dólares, lo cual triplicó el deficit fiscal? Sin duda ayudó. ¿Fue la pésima campaña de Xóchil Gálvez, que no conectó, que no ilusionó y cuyo discurso estaba lleno de generalizaciones en las que enfatizaba su diferencia con AMLO? También, aunque la ahora presidenta, Claudia Sheinbaum, tampoco fue un dechado de virtudes en materia electoral.
Sin embargo, lo más revelador fue que, a pesar de la violencia y la inseguridad, de la corrupción flagrante y de la ineficacia del Gobierno, la heredera Sheinbaun ganó en todos los estratos sociales, lo que mostró, como bien lo escribió el periodista Raymundo Rivapalacio en el medio Eje Central, que hay “un nuevo país”.
O, mejor aún, había un país que no habían visto, no habían medido y no conocían; un país que aceptó la narrativa de AMLO, de odio por un lado y de renovación por otro (la cuarta transformación la llaman); un país que pareció demostrar que no le importan la democracia, los contrapesos o la libertad de expresión, al votar por la continuidad de esa actitud que el Presidente demostró a lo largo de su gobierno. Un país autoritario que con 70 años de herencia del PRI parece querer volver a esos tiempos.
¿Les suena? Gustavo Petro, guardando las proporciones, está en el mismo escenario. Aún tiene entre un 30 y 35 por de colombianos que lo apoyan y, sin duda, hay un apoyo secreto que está ahí. Ahora que le llegan los recursos para los subsidios, ese 35 por ciento se va a reafirmar y el apoyo secreto se va a destapar. Sí, hay una Colombia que relativiza la corrupción, “antes era igual”, piensa y Petro fortalece esa narrativa; una Colombia que no siente la inseguridad tanto, en la costa Caribe está su gran apoyo, y que cree firmemente en ese cambio que se canta a los cuatro vientos pero que aún no llega.
El desgaste de los partidos tradicionales (de todos los partidos tradicionales) es claro; hoy casi que son un peso muerto en materia electoral. El PAN, el PRI y el PRD viven en México ese desgaste que se vio en estas elecciones. Los liberales, conservadores, Cambio Radical, la U y hasta el Centro Democrático deben repensar su presencia electoral o impulsar una renovación absoluta. Difícil momento para ellos, pero aun tienen tiempo para hacer las cosas de manera distinta.
Lo que sí es claro es que, como he venido diciendo desde hace meses, la oposición que hoy hacen esos partidos no tiene efecto alguno. Claro, muchos de los que hoy se sienten candidatos deberían ver a Xóchil como el ejemplo de lo que no se debe hacer. Lamentablemente, no veo hoy en ninguno de ellos, o de ellas, nada distinto a lo que los mexicanos vieron en esta candidata derrotada.
Hay que estudiar y entender ese 35 por ciento de colombianos que apoyan a Petro. Hay que conocerlos íntimamente, para neutralizar de manera masiva ese mensaje que los mueve. Como la izquierda lo hizo con el presidente Alvaro Uribe, hay que hacer lo mismo con Gustavo Petro. Con la misma disciplina y el mismo foco hay que atacar sus debilidades, profundizar sus contradicciones y llegarle a su elector con un mensaje simple que lo convenza. Pero con estudios profundos de quién es ese elector, qué quiere, por qué lo apoya y cómo cambia de opinión.
Volviendo a México, el futuro es muy riesgoso. Claudia Sheinbaum es una ideóloga de izquierda, disciplinada, que tiene hoy el control del país. El peso y la bolsa cayeron precisamente por eso. ¿Se va a acabar la independencia judicial? Seguramente, pues fue lo que AMLO quiso. ¿Va a continuar el acecho a la libertad de expresión? Seguramente, nada va a cambiar. ¿Aumentará la estatización? Muy probable. ¿Y la amenaza de los narcos que hizo de esta campaña la más violenta de las últimas tres décadas? No se ve un cambio profundo de estrategia frente a este nuevo poder criminal que creció muchísimo al amparo de AMLO.
AMLO dice que se va a retirar a su rancho y olvidarse la política. Ya veremos, pero no lo creo. Morena es un partido de un individuo y no existiría si no es por él. Igual al Centro Democrático con Álvaro Uribe. Si Sheinbaum cree que los votos son suyos, como Iván Duque creyó que eran de él los que lo eligieron en el 2018, se equivoca. Va a tener que crear un gobierno que escuche mucho lo que se dice en Palenque, Chiapas, en “la chingada”.
Pronto sabremos qué tipo de gobierno va a tener México, pero el giro a la izquierda se consolida, sin duda. Ya lo dijo la nueva presidenta, no se va a meter con Venezuela, con Nicaragua ni con Cuba. Los derechos humanos, la libertad o los presos políticos no le interesan. Por lo menos en esos países. Ya veremos cómo actúa frente a Estados Unidos, Rusia, China e Israel.
Colombia debe escuchar. No se puede seguir ese camino tradicional de oposición que en México no funcionó. Hay que ser más inteligentes, estudiar más al opositor y entender a profundidad a sus seguidores. AMLO demostró que su narrativa de odio y cambio funciona. En México no lo entendieron. ¿Será que en Colombia sí? Estamos advertidos.