La veeduría de millones de venezolanos

En las elecciones del 28 de julio no podrá estar la Unión Europea, pero van a estar los ojos de los venezolanos sobre cada mesa

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En las próximas semanas puede pasar cualquier cosa, porque Maduro sabe que está perdido (EFE/ Miguel Gutiérrez)
En las próximas semanas puede pasar cualquier cosa, porque Maduro sabe que está perdido (EFE/ Miguel Gutiérrez)

La decisión de Nicolás Maduro de impedir que una Misión de Observación Internacional de la Unión Europea (UE) monitoreara las elecciones presidenciales del 28 de julio no solo va en contravía de los acuerdos políticos de Barbados (donde se acordó la participación de esta misión), sino que demuestra el miedo que tiene la cúpula madurista a que se sepa la verdad sobre las condiciones electorales en Venezuela.

La UE ya hizo una observación internacional en 2021 y presentó un informe donde denunciaba las irregularidades del sistema electoral de Maduro, caracterizado por condiciones desiguales de campaña, acceso a los medios inequitativo, subordinación del árbitro electoral al poder ejecutivo, violaciones de derechos humanos y obstáculos para los partidos de oposición.

Con esta decisión, la dictadura de Maduro busca promover la abstención, debilitando aún más las ya pésimas condiciones políticas y electorales de las elecciones. Pero, además, deja ver lo que ya planean de antemano: un fraude electoral para desconocer la voluntad del pueblo venezolano. Lo que Maduro y sus acólitos no comprenden es que, en esta ocasión, es distinto. Gracias al trabajo de María Corina Machado y los partidos de la Unidad, hay una organización ciudadana para no solo incentivar el voto, sino también para cuidarlo en cada centro de votación. En otras palabras, no podrá estar la Unión Europea, pero van a estar los ojos de millones de venezolanos sobre cada mesa.

Las imágenes de la gira de María Corina Machado por todo el país no hacen sino incrementar el entusiasmo de nuestro pueblo. Calles llenas en estados que tradicionalmente favorecieron al oficialismo, hombres llorando, pancartas que reflejan el dolor de nuestros niños por la partida de sus padres, y muchas emociones desbordadas por la esperanza de un pueblo que decidió cambiar. Esto le pone la piel de gallina a Maduro, porque sabe que no puede doblegar la voluntad de millones de personas que han decidido cambiar.

Todo este clima se da en medio de una persecución sistemática de la dictadura, deteniendo a quienes prestan el sonido a María Corina o a quienes la trasladan, como fue el caso del canoero Antonio Delgado, a quien secuestraron por movilizar a la líder opositora de Apure a Amazonas. A eso hay que añadir que el SENIAT (ente regulador venezolano en materia tributaria) cierra cualquier hotel, posada o establecimiento que le dé albergue a María Corina o le venda alimentos.

Para enfrentar esta arremetida, el pueblo venezolano necesita apoyo del mundo. Las misiones de observación internacional que quedan, como la ONU o el Centro Carter, deben ampliarse, fortalecerse y, sobre todo, exigir a Maduro que dé garantías para una veeduría exhaustiva antes, durante y después del proceso electoral. Por otra parte, el papel de Europa no puede desvanecerse por el simple hecho de que Maduro impidió la participación de la misión. Ahora más que nunca se requiere un bloque europeo coherente y fuerte para presionar con el fin de que Maduro respete la decisión del pueblo.

Estamos ya a tan solo dos meses de que se celebren las elecciones, y en las próximas semanas puede pasar cualquier cosa, porque Maduro sabe que está perdido. Por eso podrían hacer cualquier cosa: inventarse un nuevo conflicto con Guyana para suspender el proceso electoral, judicializar la tarjeta de la Unidad, seguir encarcelando al círculo de María Corina o hasta atentar contra la propia candidata opositora. No podemos descartar absolutamente nada, porque Maduro enfrenta quizás uno de los episodios más complejos desde que está en el poder.

Por eso, los ojos de Europa deben estar bien alerta ante cualquier disparate del régimen de Maduro. Se debe articular una coalición encabezada por EEUU, Canadá, la UE y América Latina para hacerle entender a Maduro que, por su bien y el de la región, debe abandonar el poder e iniciar una transición democrática. Las reacciones y pronunciamientos de Brasil y Colombia, aliados ideológicos del régimen de Maduro, serán cruciales en los venideros tiempos. Necesitamos que Lula y Petro entiendan que, por el bien de sus países, afectados por la migración y el crimen organizado promovido por Maduro, el cambio político en Venezuela es imperioso.

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