Después de cumplir 100 años, el 29 de noviembre de 2023 falleció Henry Kissinger en su casa de Kent, Connecticut. Fue uno de los diplomáticos más influyentes de la historia de Estados Unidos, participando en algunos de los hechos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, escribió libros y opinó de la realidad internacional hasta el final, y su muerte fue recibida con elogios y expresiones de pesar, las que alcanzaron a Vietnam y China.
Salvo en un tema y un país, Chile.
Surgen al respecto, dos preguntas. La primera ¿Por qué alguien del nivel burocrático de Kissinger tuvo esa dedicación personal a un país de poca importancia para Estados Unidos como lo era Chile? Y segunda, ¿Por qué esas consecuencias lo persiguieron hasta su muerte, medio siglo después?
Adelanto dos respuestas. La primera me costó muchos años encontrarla, y es que no fue tanto por Chile, sino que, en condiciones de guerra fría, hubo temor que la experiencia de la Unidad Popular podría tener impacto en países como Italia o Francia. La segunda, es que el tema permaneció en el tiempo, fundamentalmente por la combinación de rechazo a la violación de derechos humanos bajo Pinochet y la magnitud del movimiento de solidaridad con la democracia chilena.
Para mí no fue algo menor, toda vez que al ser chileno buena parte de mi vida intelectual estuvo rodeada por las denuncias que lo acusaban de vinculación al golpe de estado que derrocó a Salvador Allende, con su secuela de dictadura prolongada, miles de víctimas entre ejecutados, desaparecidos y torturados, 3.200 muertos, la herida abierta hasta hoy de 1.159 detenidos desaparecidos sin ubicar ni identificar. También detenciones arbitrarias como la mía y exilios como el de mis padres.
La verdad es que estuve enojado con su persona mucho tiempo, y me costó superarlo, hasta que, estudiando más, leyendo y escribiendo, dedicándole un capítulo de mi tesis doctoral en Essex, y libros publicados en inglés y castellano sobre el gobierno de la Unidad Popular, entendí que lo ocurrido también tenía que ser entendido como parte de la Guerra Fría, proceso que afectó a Chile, aunque fuera en forma secundaria. Sin ella, su participación quizás no hubiese alcanzado la prominencia que tuvo, además que se instaló a nivel internacional la narrativa que el único motivo del derrocamiento de Allende fue la intervención de USA, a través de un golpe militar, aunque con el transcurso del tiempo, se pudo entender que fue un factor, pero en ningún caso el único, ya que la democracia la perdimos entre todos en Chile.
En vida de Kissinger pude leerle sus memorias, textos de estudio y varios libros, incluyendo su monumental trabajo sobre China. Ya fallecido, tuve la oportunidad de leer el capítulo dedicado a Anwar Sadat en su libro sobre Liderazgo (“Leadership”) donde vuelve nuevamente al impacto de la historia, ya que escribe sobre la importancia de entender el mundo en que nace un líder y el contexto histórico en que se desenvuelve, un tema presente en toda su obra, a partir de su tesis doctoral (1957) sobre Metternich y el Congreso de Viena (1814-15) que busco definir a la Europa posterior a Napoleón. Llamativa es su fidelidad a temas que lo acompañaron toda su vida, tanto que incluso su visión de sociedad, política, historia y cultura se hace presente en lo que escribió casi al final en La era de la Inteligencia Artificial.
Su búsqueda o defensa del sistema de equilibrio parece haber sido no solo una referencia más, sino la verdadera guía de su carrera política, por lo menos una idea central que lo acompañó hasta el final, presente por ejemplo, en la advertencia que EE. UU. no debiera olvidar el tema del equilibrio en su relación con China (citado por Xi Jinping al homenajearlo), y en sus intervenciones sobre Rusia, rechazando la idea de Clinton de incorporar a ex países soviéticos a la OTAN en los 90s u opinando en contra de la idea de sancionarla/aislarla después de la toma de Crimea en el 2014.
La idea del equilibrio fue retomada en World Order (2014) donde ensaya una defensa de sí mismo, argumentando que el mundo estaba tomando un giro hacia el conflicto que parecía darle la razón, por lo que el universalismo democrático de raíces kantianas nunca debe hacer olvidar la realidad que el escenario mundial está compuesto por estados soberanos, por lo que la paz mundial solo puede mantenerse sobre la base de la vigencia de los principios de Westfalia. Para él, la realpolitics era un límite a toda generalización del universalismo en política exterior, por lo que llamaba a la prudencia y a considerar la historia de los países antes de intentar cruzadas para cambiar esas realidades, toda vez que aun la mejor diplomacia no podría lograrlo.
Esos argumentos lo mantuvieron vigente y sus escritos se siguen usando para explicar los grandes temas, a favor y en contra de su escuela realista, como también las críticas a su intervención contra un gobierno democráticamente electo como lo fue el de Allende.
Lo que ocurrió fue que un país pequeño como Chile ensombreció su legado, sombra que lo acompañó hasta el final. Los hechos esenciales sobre su participación quedaron establecidos tempranamente por el Comité o Comisión Church, que adquirió el apellido del senador que la presidió durante su funcionamiento en 1975 y 1976. Posteriormente hubo numerosas desclasificaciones de documentos, la última fue durante la reciente conmemoración del cincuentenario del Golpe, incluyendo para quienes los leemos, la permanente frustración con tantas hojas tachadas, donde malamente se pueden leer algunos nombres y fechas. Sin embargo, los hechos establecidos en 1976 sufrieron escasos cambios en lo esencial en décadas siguientes, en cierta forma fue una especie de historia oficial.
Así como gracias a su funcionamiento se conocieron intentos de asesinato de lideres extranjeros por parte de EE. UU., el trabajo de la Comisión también permitió la difusión de memorándums de la CIA, del Departamento de Estado e instrucciones de Nixon a Kissinger y de Kissinger al embajador en Chile. Incluso sus propias notas de las reuniones con Nixon incluyen palabras ofensivas que seguramente lamentó después, como también algunas instrucciones aparecen fechadas pocos días después del triunfo electoral de Allende en septiembre 1970, por lo que la intervención no tuvo ninguna relación directa con decisiones después de asumir la presidencia, que incluyeron expropiación de minas de cobre y otros intereses de la potencia.
Es decir, nada hubiese modificado la voluntad de la administración Nixon de hacer lo posible para que descarrilara el proyecto revolucionario de la Unidad Popular. Coincidió además con todo un debate que tuvo lugar en la burocracia norteamericana sobre la actitud que se debiera tomar con la región, siendo Cuba un caso especial hasta hoy. El resultado fue apoyo para Brasil, negociación con Perú, pero confrontación para Chile.
Sin embargo, dada la importancia marginal de América Latina, entonces como ahora, ello es totalmente insuficiente para explicar por qué se involucró tan íntimamente Kissinger, primero como Asesor de Seguridad Nacional y después como secretario de Estado, tanto con Nixon como con Gerald Ford.
El motivo fundamental lo leí por primera vez en una estadía de investigación en Pittsburgh a fines de los 70s, pero se me pasó por alto, aunque quedó registrado en la disertación doctoral, pero solo vine a entenderlo del todo muchos años después cuando releía apuntes y notas para un libro publicado este siglo (“Chile 1970-1973: La democracia que se perdió entre todos”, MN Editorial, España-Chile, 2006), donde por fin presté adecuada atención a lo que Kissinger escribió poco después de la elección de 1970:
“La evolución política de Chile es un tema muy serio para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos, debido a sus efectos en Francia e Italia” (p.160, del libro mencionado).
Esa es para mí la explicación del porque alguien como Kissinger se involucró personal y estrechamente con Chile. Existía la guerra fría y seguramente se hubiera intervenido de todas maneras, aunque fuera para producir un escarmiento, pero es Italia y Francia lo que explica que Kissinger se hubiera involucrado tan directamente y le hubiera dedicado tanto tiempo, cuando también estaba lidiando con la URRS, China, y Vietnam, incluyendo las negociaciones que le darían el Premio Nobel de la Paz junto a Le Duc Tho.
Salvo Cuba, no había nada relevante en América Latina como para merecer ese nivel de atención personal, a no ser que se temiera un efecto sobre Francia e Italia. A lectores más jóvenes les puede parecer extraño, pero la importancia de países como Francia e Italia se agregó a la fuerza que entonces tenían allí los partidos comunistas de ambos países, en años donde todo lo relacionado con el comunismo era importante en Washington.
De hecho, en ambas naciones la experiencia de la Unidad Popular fue seguida con gran interés por esos partidos y sus intelectuales, especialmente en Italia, donde además se instaló una oficina especial, llamada de Chile Democrático en Roma para coordinar la solidaridad. Por lo demás, en Italia coincidió con que el partido comunista estaba bajo el liderazgo de Enrico Berlinguer que buscaba un “compromiso histórico” con la Democracia Cristiana, iniciativa que no pudo prosperar después que el ex primer ministro Aldo Moro fuera asesinado por el grupo terrorista Brigadas Rojas en 1978.
Incluso aun antes, el Partido Comunista italiano bajo la conducción de Palmiro Togliatti dio impulso a los “Cuadernos de la Cárcel“, escritos por Antonio Gramsci entre 1929 y 1935 bajo el fascismo, donde proponía una reinterpretación novedosa de Marx, la que se transformó en una llamativa estrategia política, importante hasta el día de hoy, a pesar de la disolución del partido comunista italiano, ya que también fue influyente en otros países.
Hoy, puede parecer hasta extraño, pero la importancia de esos dos partidos comunistas y, sobre todo, la relevancia de dos países que eran aliados de EE. UU. es la razón que explica -a mi juicio-el tiempo dedicado personalmente por Kissinger al tema de Chile, dado el hecho que una coalición como la Unidad Popular hubiera ganado por primera vez una elección presidencial democrática para un político que postulaba la construcción del socialismo y que se autodefinía como seguidor de Marx. También, cuán importante era para EE. UU. generar las condiciones para que la experiencia fracasara, desafío que era percibido como más ideológico que militar.
Coincidió también con un periodo donde Kissinger tuvo éxito en negociar con la URRS un proceso de relajación de las tensiones internacionales con posterioridad a la crisis de misiles cubanos, y que fue conocido como “Detènte”. Hoy, sabemos que Kissinger supo con anticipación, algo que le fue revelado personalmente por Brezhnev a Allende cuando visitó Moscú en 1972, que la URSS no iba a involucrarse para apoyar el experimento chileno, y que no iba a haber ninguna contribución económica, a lo que no era ajeno el inmenso costo que significaba Cuba para Moscú. Además, con posterioridad a la desaparición de la URSS, por la desclasificación de documentos oficiales, sabemos que había una opinión negativa, ya que, en palabras de los dirigentes comunistas soviéticos, al no estar resuelto el tema del poder, el resultado más probable seria la derrota de Allende.
En lo personal, al tema de la Unidad Popular le he dedicado más tiempo de estudio que a ningún otro, y si hay algo donde mi opinión se ha mantenido con el paso del tiempo, es que “la participación de Estados Unidos fue una condición necesaria, pero no suficiente en si misma para el éxito del Golpe de Estado” (pp. 188).
La intervención norteamericana fue más directa en 1970 que en 1973, ya que entonces respaldó un intento de Golpe que no siguió adelante y del cual EE. UU. se desenganchó, pero algunos insurrectos continuaron y asesinaron nada menos que al comandante en jefe del ejército, Rene Schneider.
Por su parte, los documentos de la Comisión Church detallan la forma y cantidades con las cuales se financió a medios de prensa y partidos opositores a Allende, así como existe muy amplia y no controvertida información que hicieron todo lo posible para su fracaso, pero del golpe mismo no hay evidencia alguna que EE. UU. haya participado directamente en 1973. Fue hecho por las fuerzas armadas chilenas, y aun antes del asalto militar, Allende ya había sido derrotado políticamente por su oposición.
Lo anterior no evita la responsabilidad ética de la Administración Nixon en la creación de las condiciones que condujeron al golpe, pero la responsabilidad mayor recae en los errores de la Unidad Popular. Es así que EE. UU. apoyó sin duda alguna al régimen militar en sus primeros años, pero a partir de Carter la posición se orientó al tema central de los Derechos Humanos, tanto que la enmienda Kennedy suspendió la venta de armas a Chile ( cuando existía una posible guerra con Argentina), y bajo el gobierno de Ronald Reagan se distanció públicamente de Pinochet, a través de su muy activo embajador Harry Barnes y del curioso envenenamiento de tres granos de uva, cuyo “casual” descubrimiento paralizó las exportaciones chilenas, un mensaje de lo que EE. UU. estaba dispuesto a hacer, en caso que no se respetara un eventual triunfo opositor en el plebiscito convocado por el general Pinochet para definir su continuidad en el poder.
Recordemos la otra inquietud. ¿Por qué se mantuvo tanto tiempo el cuestionamiento a Kissinger, tanto que duró al menos hasta su muerte?
Al respecto, creo que hay una razón adicional por la cual el tema de la participación de Kissinger alcanzó los niveles de interés mundial que logró y ese fue que Chile, país pequeño y lejano, consiguió un posicionamiento internacional inesperado, a través de dos hechos, primero, una condena generalizada a la violación de derechos humanos que tuvo lugar bajo la dictadura, y en segundo lugar, sobre todo, la efectividad del movimiento de solidaridad tanto con la democracia dentro de Chile como con los exiliados que fueron acogidos en países europeos y latinoamericanos.
El movimiento de solidaridad con el retorno a la democracia fue de tal amplitud que participaron no solo los países comunistas, sino, también la socialdemocracia y el socialcristianismo, los gobiernos de la comunidad europea al igual que los liberales de Estados Unidos, además de países de la región como Venezuela y México.
Ese hecho es llamativo, ya que no ocurrió lo mismo con otras dictaduras de la región como fue el caso de la argentina, además que la envergadura del movimiento también se manifestó en algunos de los medios de comunicación más importantes de la época, que contribuyeron a la imagen de Salvador Allende como figura mundial, con estatuas y calles dedicadas a su persona, lo que también se vio reflejado en los homenajes brindados al conmemorarse el cincuentenario de su muerte, a lo cual también debe haber contribuido su suicidio durante el asalto militar al Palacio de La Moneda.
La forma en que Chile afectó la cuasi unanimidad de homenajes positivos a Kissinger, fue sin duda influida por la magnitud y relevancia de este movimiento internacional de solidaridad, que funcionó durante muchos años, prácticamente hasta el retorno de la democracia a Chile en 1990, motivo por el cual estos cuestionamientos estuvieron presentes durante los viajes de Kissinger a otros países, sea como secretario de Estado o como consultor internacional, o desde universidades, tanto en otros países como también en los propios Estados Unidos.
Esta relevancia, sin precedentes para un país como Chile, a mi juicio, sin duda alguna impidió que se olvidara rápidamente la participación de Kissinger, ya que sin ello hubiese sido algo menor, uno más de los muchos intervencionismos que hubo, de lado y lado, en la guerra fría. Sin embargo, los cuestionamientos no solo se dieron en lo periodístico o lo político, sino que también tuvieron una vertiente judicial. Fue así como los familiares de norteamericanos asesinados o desaparecidos en el Golpe chileno (uno de ellos es el caso real narrado en la película Missing), mantuvieron una alta visibilidad para el tema y para la participación de Kissinger.
Paralelamente, en Europa se estaba iniciando la búsqueda de justicia en tribunales, y en Francia, solo un aviso de la inteligencia francesa permitió que Kissinger pudiera salir oportunamente de Paris cuando un tribunal dictó orden para su comparecencia personal. De tribunales europeos no se volvió a saber y nada prosperó en tribunales estadounidenses.
Finalizo con lo siguiente relacionado con Kissinger y Chile, escrito hace años, al final del capítulo respectivo en el libro mencionado: “Como conclusión, el peor error de análisis seria exagerar la importancia de la intervención norteamericana, ya que su efectividad estuvo relacionada con la existencia de una fuerte oposición a Allende, y, en especial, el éxito de la intervención estuvo directamente vinculado a los fracasos y errores de la Unidad Popular. En efecto, aunque Allende cayó como producto de un golpe de Estado, no hay duda alguna de que, por entonces, la mayoría de los chilenos estaba en su contra, por lo que ya había sido derrotado políticamente” (p. 190)
@israelzipper
PhD en Ciencia Política (Essex), Licenciado en Derecho (Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)