El rol de las democracias en el inevitable colapso de la dictadura de Cuba

El repudio del pueblo cubano es decidido y activo pero hasta ahora la actitud internacional es indiferente, peligrosa y vergonzosa

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Los dictadores cubanos Miguel Díaz-Canel
Los dictadores cubanos Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro (REUTERS/Alexandre Meneghini)

La realidad objetiva de oprobio y miseria a la que la dictadura de Cuba ha llevado a los cubanos prueba la inviabilidad económica, social, política e histórica del régimen. La dictadura agoniza acrecentando el sufrimiento del pueblo al que somete y al que por 65 años engañó en una seudo revolución que es un sistema de crimen organizado, que ya no tiene opciones y cuyo colapso es solo cuestión de tiempo. La liberación del pueblo cubano con democracia es el único camino, y las democracias de las Américas y del mundo tienen un rol que aún no asumen.

La dictadura de Cuba agonizaba en 1999 en su denominado “periodo especial” que se había iniciado cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se disolvió, porque el castrismo era un satélite parásito de la URSS en el marco de la Guerra Fría. Cuando se esperaba que la dictadura cubana siguiera el camino de la URSS, Hugo Chávez tomó la presidencia de Venezuela desde la que con petróleo y dinero sacó al castrismo de su postración e inició junto con Castro y Lula da Silva (Foro de Sao Paulo) la más importante agresión contra la democracia fundada en la quimera de expansión internacionalista de Castro, con la que el siglo XXI resultó el escenario de la transformación del castrismo del siglo XX en castrochavismo, con narrativa política de “socialismo del siglo 21″.

La dictadura de Cuba pasó de estar al borde de su desaparición a controlar el movimiento anti democrático económicamente más poderoso que fue liderado por Hugo Chávez hasta su muy oportuna muerte por la que el control total pasó a Castro. El inicial movimiento populista bolivariano construyó el Petrocaribe con el que controló los votos de todo el Caribe a cambio de petróleo venezolano y luego controló a la Organización de Estados Americanos (OEA) con Insulza, mientras producía golpes de estado duros y blandos en la región con la complicidad del sometido organismo interamericano que ignoró la Carta Democrática Interamericana, en coincidencia con la inexplicable retirada de los Estados Unidos de la región.

En la Séptima Cumbre de las Américas de Panamá del 10 y 11 de Abril de 2015, Cuba asumió el liderazgo de Latinoamérica reconocido por los Estados Unidos cuyo presidente se reunió con el dictador acordando “trabajar con rapidez para normalizar las relaciones y reabrir embajadas”, lo que aconteció “el 1 de julio de 2015 cuando representantes de ambos gobiernos intercambiaron cartas de sus presidentes en las que afirman que han decidido restablecer relaciones diplomáticas y abrir embajadas en los respectivos países a partir del 20 de julio de 2015″.

Sin duda ese fue el punto más importante de los éxitos de la dictadura de Cuba que controlaba las dictaduras de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua y gobiernos de Latinoamérica subordinados a su poder. Pero las cosas empezaron a cambiar con el escándalo internacional del “lava jato”, cambios de gobierno, elección de nuevo secretario general de la OEA, la muerte de Fidel Castro y el decrecimiento del poder económico petrolero de Venezuela que no tardó en ser suplementado por el de los narcoestados que son las dictaduras del socialismo del siglo 21.

La dictadura de Cuba fue salvada en 1999 por la alta traición a la Patria que cometió el dictador Hugo Chávez, pero fue sostenida en el siglo XXI por la subordinación de los gobiernos y líderes democráticos que con diferentes grados de indiferencia, sometimiento o conveniencia decidieron coexistir con el crimen organizado que lidera el castrochavismo, a costa de su propia seguridad y la de sus pueblos. Hoy nada de eso ni vale ni es suficiente, porque el pueblo cubano lucha por su libertad pidiendo “patria y vida”, sometido a hambruna, miseria, sin energía eléctrica y bajo terrorismo de estado, pero luchando contra un sistema que ya está derrotado, mientras los pueblos de las Américas ignoran o repudian a la dictadura cubana.

La dictadura de Cuba solo se sostiene hoy por el terror interno que consiste en la comisión diaria, repetitiva e institucionalizada de crímenes de lesa humanidad y violaciones de derechos humanos, y por el incumplimiento de los líderes y países democráticos a sus obligaciones jurídicas internacionales. Las dictaduras son una anomalía en las Américas donde por mandato de la Carta Democrática Interamericana la “democracia es un derechos de los pueblos”, pero son una aberración en un mundo que proclama el “respeto a los derechos humanos”.

No habrá otro Chávez ni otra Venezuela para salvar la dictadura de Cuba. Ni Rusia, ni China, ni Irán están en condiciones de sostener ni mantener al parásito que se llama dictadura cubana y que contribuyó a la disolución de la URSS y puso en la miseria al país más rico de Latinoamérica que era Venezuela.

Cuanto más grave es la situación de Cuba, más peligroso se torna su régimen que ha operado y opera guerrillas, terrorismo, narcotráfico, invasiones, asesinatos, golpes de estado, masacres, asesinatos de reputación y todo tipo de crímenes. El repudio del pueblo cubano es decidido y activo pero hasta ahora la actitud internacional es indiferente, peligrosa y vergonzosa.

*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy

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