Walter Lippmann, el gran teórico de la opinión pública que advirtió sobre la expansión europea de Rusia

El influyente periodista y académico pronosticó los riesgos de los populismos que hoy sacuden los cimientos de las más antiguas repúblicas occidentales

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El influyente periodista y académico
El influyente periodista y académico Walter Lippmann (1889-1974)

Walter Lippmann (1889-1974) fue el periodista y académico de la comunicación más influyente de los Estados Unidos durante varias décadas del siglo pasado. Escribió numerosos libros, al tiempo que firmaba agudas columnas en los principales periódicos de su país sobre la influencia de la información en el devenir de las democracias. Su figura y su obra adquieren una importancia trascendente en estos tiempos de incertidumbre política global y de severas críticas al funcionamiento del sistema democrático, como así también al rol de las redes sociales en el universo de la información.

Lippmann egresó con una licenciatura en Letras de la Universidad de Harvard a los 21 años. Sus mayores influencias académicas fueron los filósofos William James y George Santayana, a quien asistiría en su cátedra de Filosofía de la Antigua Grecia. Allí compartió sus clases junto al futuro Premio Nobel de Literatura (1948) Thomas Stearns Eliot.

La evolución de su pensamiento político se inicia con su defensa del socialismo teórico (antimarxista), que había cultivado a partir de las lecturas de los intelectuales británicos George Bernard Shaw y H.G. Wells. Su militancia académica lo llevó a la fundar y dirigir el Harvard Socialist Club, del que participaría como disertante Bertrand Russell.

Antes de cumplir los 30 años renegó de su credo socialista y comenzó a militar en el Partido Demócrata asesorando al presidente Woodrow Wilson. Finalizada la Primera Guerra Mundial fue miembro de la comisión norteamericana en la Conferencia de la Paz de París (1919). Dos años después de la debacle financiera de 1929, la firma de Lippmann comenzó a brillar en el “New York Herald Tribune”. Su columna “Today and Tomorrow” fue la vidriera para una rápida fama internacional que le resultó en la obtención del Premio Pulitzer en 1958 y 1962.

Sus logros en materia periodística habían comenzado en 1913 con la aparición de la revista “The New Republic”, de la que fuera cofundador, y que logró en muy poco tiempo una fuerte influencia en la escena política y académica de los Estados Unidos. En 1922 publicó su ensayo de mayor éxito editorial con el título “Public Opinion”.

En ese texto de lectura obligada en la mayoría de las carreras de ciencias sociales de posguerra, Lippmann asigna un decisivo valor conceptual a los estereotipos, a los que considera como imágenes mentales (pictures in our heads) de aquellos acontecimientos sobre los que no tenemos una experiencia directa.

Influenciado por la filosofía de William James, asume una posición gnoseológica desafiante cuando afirma: “En la mayoría de los casos, no vemos primero y luego definimos, sino que definimos primero y luego vemos. En la gran confusión floreciente y vibrante del mundo exterior escogemos lo que nuestra cultura ya ha definido para nosotros”. Lector analítico de la obra de Platón, el académico de Harvard profundizó en sus ensayos la dicotomía del filósofo griego entre apariencia y realidad.

Antes de cumplir los 30
Antes de cumplir los 30 años, Lippmann comenzó a militar en el Partido Demócrata asesorando al presidente norteamericano Woodrow Wilson (1913-1921)

La función de los medios como creadores de realidad (o, mejor dicho, de realidades) se acrecentó con la irrupción de la televisión en 1927. Esta teoría, asimilada al concepto de “agenda setting”, se profundizó en 1963 cuando Bernard Cohen, otro académico de Harvard, señaló que “la prensa no tiene mucho éxito en decir a la gente qué tiene que pensar, pero sí lo tiene en decir a sus lectores sobre qué tienen que pensar”.

Fue también por esos días de gestación del movimiento de la contracultura cuando el psicólogo inglés Peter Wason conceptualizó al “sesgo de confirmación” como la tendencia natural a favorecer la información sustentada en hipótesis y conjeturas previas, que deja de lado la verificación y el análisis de otros hechos que puedan contradecirla. Nada nuevo, un siglo antes Mark Twain ya había expresado que, “es más fácil engañar a las personas que convencerlas de que han sido engañadas”.

Para Lippmann la comprensión que un individuo tiene del mundo social está formada por estereotipos y prejuicios que le dificultan conocer la realidad en toda su complejidad. Sostuvo su teoría de la democracia con un fuerte anclaje en la psicología social de la época.

En su ensayo “Liberty and the news” (1920) abogó a favor de la importancia de una información precisa y alejada de la propaganda política para fortalecer la esencia de la democracia. Así lo dijo: “El deseo de saber, la aversión a ser engañados y manipulados, es una motivación realmente poderosa, y es esa motivación la que mejor puede reclutarse en favor de la causa de la libertad”.

A lo largo de sus 85 años de vida sus posiciones políticas fueron de un creciente pragmatismo. De férreas posiciones liberales durante varias décadas, pasó de ser un fuerte crítico de la Guerra de Vietnam (a pesar de asesorar informalmente al presidente Lyndon Johnson) al apoyo del primer mandatario republicano Richard Nixon.

Ben Bradlee, el editor más famoso del Washington Post que dirigió la investigación del caso Watergate, causante de la renuncia del presidente Nixon en 1974, expresó que Lippmann se elevaba sobre el establishment periodístico de la capital estadounidense como nadie lo había hecho a lo largo del siglo XX.

En enero de 1963 Lippmann escribió uno de sus artículos políticos más destacados de la época. En el texto analizaba para la revista Newsweek los dos primeros años de la administración de John Kennedy. La ilustración de la portada resaltaba más el nombre de Lippmann que el del mismo presidente norteamericano. Según Bradlee, Lippmann tenía razón cuando expresaba que, “en una democracia, la verdad y nada más que la verdad rara vez están disponibles de inmediato”. Un año antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1938, organizó el seminario de economía política más importante de la primera mitad del siglo XX (trascendió a la historia como “Coloquio Lippmann”).

Durante el evento que tuvo como participantes más destacados a Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Raymond Aron fue acuñado el concepto de “neoliberalismo” por el académico alemán Alexander Rüstow. Este seminario fue el germen del encuentro en Mont Pelerin (Suiza) organizado en 1947 por Hayek, y del que también participó Lippmann, junto a Milton Friedman, Karl Popper y treinta economistas y académicos de primera línea internacional.

Lippmann advirtió sobre la expansión
Lippmann advirtió sobre la expansión europea de Rusia (REUTERS/Irakli Gedenidze)

El contrapunto Kennan-Lippmann sobre la Unión Soviética

Poco tiempo después de finalizada la contienda global en 1945, los estrategas políticos del gobierno del demócrata Harry Truman comenzaron a fijar su posición frente al régimen soviético liderado por Josef Stalin. A principios de 1946, George Kennan, un diplomático de la embajada norteamericana en Moscú envió al entonces secretario de Estado, James F. Byrnes, un telegrama de cinco mil palabras, que haría historia al año siguiente cuando fue publicado en la revista “Foreign Affairs” bajo el seudónimo de Mr. X.

La teoría central de Kennan, que llegó a desempeñarse como director de Planificación Política del Departamento de Estado, era que la ideología comunista impregnaba todas las decisiones políticas y económicas del Kremlin. El diplomático estimaba necesario que los Estados Unidos enfocaran a la Unión Soviética como un adversario con objetivos de permanente expansión territorial. Washington debería responder con una contención política firme, constante y de largo plazo que impida el desembarco del comunismo en distintas geografías globales.

El juicio histórico sobre la visión estratégica de Lippmann y sus fundadas críticas a la doctrina de la contención de Kennan son debatidas hasta el día de hoy. Pero sin dudas que sus temores sobre los anhelos imperiales de la Unión Soviética estaban más que fundamentados. Basta con este análisis que hace inevitable su reflejo en la invasión rusa a Ucrania ocurrida en febrero de 2022.

“Es la amenaza de que el Ejército Rojo pueda avanzar aún más hacia el oeste lo que da al Kremlin y a los partidos comunistas nativos de Europa occidental una influencia anormal e intolerable en los asuntos del viejo continente. Por lo tanto, el problema inmediato y decisivo de nuestras relaciones con la Unión Soviética es cuándo y bajo qué condiciones se puede convencer al Ejército Rojo para que evacue Europa”.

En el marco del largo debate mantenido con su colega académico John Dewey sobre la teoría de la democracia, Lippmann pronosticó los riesgos de los populismos que hoy sacuden los cimientos de las más antiguas repúblicas occidentales.

Así lo escribió: “Cuando la opinión de una masa domina un gobierno se produce un peligroso desajuste en las verdaderas funciones de éste. Y dicho desajuste queda traducido en un debilitamiento, cercano a la parálisis, de la capacidad de gobernar. Este trastorno en el orden constitucional es la causa del precipitado y catastrófico declinar de la sociedad democrática. Y si no se le detiene y revierte, llevará consigo la caída de todo Occidente”.

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