A lo largo de una extensa entrevista brindada el domingo pasado a un canal de televisión de Serbia, el canciller de Rusia Serguei Lavrov ha vuelto a calificar la invasión a Ucrania como “una operación militar especial, realizada para detener la guerra que en aquel momento ya había sido desatada por Occidente contra nosotros a manos del régimen nazi de Kiev”.
A mediados del año 2021, siete meses antes del ingreso de las tropas rusas a Ucrania, el presidente Vladimir Putin sancionó una norma dirigida especialmente a resaltar el espíritu del pueblo ruso en el aplastamiento de la Alemania nazi y la misión humanitaria de la Unión Soviética en la liberación de países de Europa.
Tres años después, su ministro de Relaciones Exteriores sentenció que “la desnazificación es inevitable y esto también lo tiene claro todo el mundo. Las leyes racistas de Kiev legislan los conceptos de la ideología nazi y honran a quienes fueron condenados por el Tribunal de Nuremberg. Esto es inaceptable en la Europa moderna”.
Con el objetivo de socavar la moral del pueblo ucraniano, el día anterior a las declaraciones televisivas de su canciller, el gobierno de Putin incluyó a Volodimir Zelensky en su lista de personas buscadas, que también menciona a Kaja Kallas, primera ministra de Estonia, país miembro de la OTAN y de la Unión Europea.
Uno de los principales argumentos desplegados por la plana mayor del Kremlin para justificar la invasión a Ucrania apunta siempre a acusar a Estados Unidos y la OTAN de extender su dominio europeo, dejando aislada a Rusia tras la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ocurrida entre 1989 y 1991.
En este sentido, Lavrov afirmó que “a finales de 2021 y principios de 2022, el régimen de Kiev se encaminaba abiertamente hacia una solución contundente al problema de Donbas. Nos levantamos para proteger nuestra propia seguridad, porque Ucrania estaba siendo arrastrada a la OTAN, haciendo planes para crear bases militares en su territorio, incluido el Mar de Azov”, al que definió como el “umbral de la Federación Rusa”.
Apelando a una muy parcializada revisión de la historia, el canciller de Putin criticó al presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien en una reciente entrevista brindada al semanario británico The Economist sostuvo que Rusia es la principal amenaza contra Francia y Alemania. “Las mismas ambiciones que alimentaron Napoleón y luego Hitler se debieron al hecho de que estos países en ese momento también veían su amenaza en Rusia”, afirmó Lavrov.
Gran Bretaña no quedó al margen de los ataques del jefe de la diplomacia rusa, prefiriendo olvidar la próspera relación comercial que durante más de una década mantuvieron las principales empresas petroleras de ambos países, Rosneft y British Petroleum. En este orden, Lavrov criticó con dureza a su par británico David Cameron, y lo acusó de haber manifestado que “los ucranianos pueden utilizar las armas británicas para atacar cualquier objetivo en territorio ruso. Estos son los británicos. Su reputación es bien conocida”.
Una sospechosa defensa de la ONU
En 1994, durante la presidencia de Boris Yeltsin, Lavrov fue designado Embajador Permanente ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por el entonces canciller Andrei Kozyrev, un fuerte crítico de Vladimir Putin, radicado desde 2010 en los Estados Unidos, y un opositor frontal a la invasión a Ucrania.
Durante la entrevista a la televisión serbia el funcionario ruso acusó a “Occidente” de un indebido manejo político de la ONU, apuntando a las contrataciones permanentes que autorizó la Asamblea General del organismo. Según sus propias palabras, esto permite a “una persona que viene a trabajar a Nueva York, saber que vivirá aquí hasta su jubilación. Recibe un permiso de residencia y luego la ciudadanía. Sus hijos van a escuelas y universidades, y todo su dinero, naturalmente, está en bancos americanos”.
Frente a las reiteradas críticas globales realizadas en los últimos años contra la ONU por su accionar tardío y carente de resultados diplomáticos, Lavrov no duda en sostener que “todos los problemas del mundo moderno se deben al hecho de que se viola gravemente la Carta de las Naciones Unidas, y Occidente nunca se ha guiado por el principio clave de la Carta de que la ONU se basa en la igualdad soberana de los estados”.
China y Brasil, dos amistades fortalecidas
Con relación a China, a la que define como “una gran potencia, la economía de más rápido crecimiento del mundo y la primera economía en términos de paridad de poder adquisitivo”, Lavrov señala que la OTAN está buscando movilizar coaliciones anti-rusas y anti-chinas. En este sentido, acusa al gobierno de Joe Biden de “bloquear el organismo de solución de disputas en la Organización Mundial del Comercio, donde China presentó quejas de discriminación por parte de Estados Unidos”. Concluye afirmando que las relaciones entre Rusia y China son mucho más fuertes, más sólidas y más confiables que los bloques militares del siglo pasado.
Quien sale bien parado políticamente de la entrevista es el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva. Para Lavrov, la Comunidad de Países Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se está volviendo cada vez más autosuficiente. Y agregó que “el mandatario brasileño aboga por utilizar menos el dólar y desarrollar sus propios medios de pago. El mismo trabajo se está realizando en los BRICS, donde las plataformas de pago alternativas fueron uno de los objetivos fijados en la cumbre del año pasado”.
El gobierno de Rusia ya tenía asegurado un gran futuro para el hemisferio sur cuando, tres semanas antes de invadir Ucrania, el entonces visionario presidente argentino Alberto Fernández le expresó lo siguiente a Vladimir Putin durante una visita oficial a Moscú: “Tenemos que ver la manera que Argentina se convierta de algún modo en una puerta de entrada para América Latina para que Rusia ingrese de un modo más decidido”.