¿La inteligencia artificial nos devora la vida o la hace mucho mejor?

Se coló en una guarida que no imaginamos sería ni colonizable, ni apetecible y que no estaba en la hoja de ruta. Acá hay un salto cualitativo que casi nadie advirtió

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La IA se coló en
La IA se coló en una guarida que no imaginamos sería ni colonizable, ni apetecible y que no estaba en la hoja de ruta (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cuando por los años setenta leíamos al primer Alvin Toffler pensábamos que había descubierto la piedra filosofal por su visión sobre el conocimiento, la diversificación del mundo laboral y la destrucción del trabajo que él describía con lucidez. Quizás, fue demasiado optimista en su mirada sobre las jubilaciones creyendo que ese asunto desaparecería y se fusionaría con el trabajo. No fue así. Acertó en la búsqueda de menos tiempo laboral, asunto que mucha gente anhela cada vez más. Miraba la creatividad y la adaptabilidad como algo necesario para lo que vendría. Estoy hablando de los setenta, digo, para salvar al autor y a su esposa con la que escribió buena parte de su obra.

Los Toffler poseían algo sensacionalista en su escritura, pero no dejaban de probar sus dichos, una mezcla de Yuval Noah Harari y Andrés Oppenheimer. (Lo afirmo con admiración por ellos, que conste).

Luego irrumpió Jeremy Rifkin con “El fin del trabajo”, ya más cerca en el tiempo y con varios libros que se publicaron hasta no hace mucho. Otro sacudón. Rifkin asustó con el desempleo tecnológico masivo. Rifkin sí advierte el tema ecológico con más severidad, Toffler no podía imaginar -en su época- todo lo que sobrevendría, igual sobrevoló con acierto el asunto. En fin, diferencias tiempos históricos. La visión de Rifkin es más sombría, aporta originalidad sobre el ocio, pero nos despabiló que el trabajo mutaría sí o sí. Y tuvo razón.

Ambos, advirtieron el declive del empleo fabril tradicional. Los dos señalaron que el sector de los servicios saltaría al escenario central. Los dos dijeron que las especializaciones aparecerían para crecer. Ambos creyeron en la educación permanente. Los dos apostaron a lo nuevo. Y los dos tenían una visión seria sobre lo tecnológico. Curioso, tantas décadas de separación y sin embargo iban por la misma ruta.

Ayer, estaba viendo a un futurista hablando de “la muerte de la muerte”, uno de estos autores desesperados por vivir eternamente que creen que la ciencia en poco tiempo -al detectar novedades sobre la secuenciación del genoma (hoy lo hace muy bien)- podrá estirar la vida hasta no se sabe dónde. Y es un dato que, sobre el conocimiento de lo genético, la I.A. se va a hacer una fiesta. Me temo que algunas religiones deberían revisar sus hojas de ruta porque se les va a mover el barco.

Un avatar de un sistema
Un avatar de un sistema de inteligencia artificial (AP Foto/Richard Drew)

Los dos individuos lo pensaron todo bastante bien, sin embargo, ninguno advirtió el advenimiento disruptivo de la Inteligencia Artificial Generativa en la intensidad e impacto que la estamos viviendo, y fueron de los más inteligentes cada uno en su tiempo. Nadie imaginó que esos “bichos” pueden inventar, soñar, sacar de la nada creaciones, alucinar y delirar como los humanos. Se veía otra cosa, nadie nunca dijo que en tan poco tiempo habría semejante potencial en estas invenciones. ¿Es que la inteligencia artificial copia hasta la alienación humana? Son más bien resultados que no estaban previstos en la programación y son emergentes de cruzamientos algorítmicos, creo entender eso. Pero lo predictivo es lo que asusta, la capacidad de ir hacia adelante y ver, pareciendo que está pensando. Lo curioso es que se anticipa al futuro, porque se lo apropia, y sin embargo nos parece que somos nosotros los que controlamos la nave, de los humanos hablo.

Pensábamos en “algo” de lo que lo hace la I. A. Pensamos que iba a detectar mejor que un médico un riesgo de muerte; pensamos que sería mejor estudiando lo que arroja una tomografía computada; pensamos que debería ser más precisa conduciendo vehículos; y hasta que podría llegar a Marte sin angustia, cansancio o depresión. Todo lo viene haciendo y cada vez mejor. Y viene hace un tiempo en este asunto, pero está dando saltos enormes que no estaban en la agenda. No de la magnitud de lo que se observa.

Perdonen, una salvedad, hay algo de “nuevo rico” en todo lo que nos cuentan de la I.A: por momentos se tiene la sensación que se está con esos individuos que en poco tiempo montaron una fortuna y se fueron a vivir a Miami con mal gusto escandaloso en sus casas, autos estrafalarios y hablan dando lecciones de vida por sus éxitos económicos. Lo afirmo, porque ya estamos en zona de astrología sobre las posibilidades infinitas de la I.A. y me parece que acá -los no conocedores- podemos comer pasto, y mucho, más que los camellos de los reyes magos.

Es que todo lo de la I.A.G. a los simples mortales nos sonaba a ciencia ficción, y no nos dio la imaginación para soñar que un software podría ser mejor que Shakespeare, Cervantes o Dante Alighieri. Y suena demencial, pero estamos en la zona donde uno ya se pregunta hasta eso. ¿Será eso posible? Es que no lo sé, quiero creer que no, pero me impacta ver lo que se hace en diseño, colores, fotos, idiomas y cruzamientos de narrativas. (Supongo que habrá una I. A. que podrá detectar las burdas copias al talento.) ¿Advierte el lector que desaparecen los traductores e intérpretes en cuestión de horas? ¿Se percibe que la medicina será más preventiva que curativa? ¿Se entiende que hay trabajos que ya no tendrán ni siquiera sentido en los servicios porque las máquinas se empezaron a colar en serio en lo cotidiano? ¿Vemos la colisión hacia la que nos estamos orientando en segundos?

Leo informes de expertos y debates del W.E.F. en donde se afirma (ahora todos se trepan a este barco) que en 5 años los modelos multimodales generalistas serán modelos optimizados. Que la inversión se quintuplicará. Que los rendimientos más o menos también. Que los servicios financieros en esos 5 años tendrán un 30% de I.A. Que por 40 dólares se podrán pagar servicios de I.A. de buena calidad. Bien, ya no sé qué creer, pero “e pur si muove”. (Miro las empresas que están con I.A. y las universidades de China que están inmersas de manera obsesiva y me impacta, por decirlo con elegancia).

Hay tareas que la I.
Hay tareas que la I. A. G. hace y que no pensamos que haría (Imagen Ilustrativa Infobae)

Daniel Hadad sostenía hace unos días (en una entrevista con Luis Majul) que mucho de la creatividad humana ya se podía medir y cuantificar en base a ciencia de datos e inteligencia artificial, por ejemplo, para ubicar un título para esta nota. (Seguramente que lo selecciona la Inteligencia Artificial evaluando posibilidades y ubicando las palabras mejor que yo que la estoy escribiendo). ¿Me explico en la zona mental en la que estamos? La inteligencia artificial se coló en una guarida que no imaginamos sería ni colonizable, ni apetecible y que no estaba en la hoja de ruta. Acá hay un salto cualitativo que casi nadie advirtió.

Hay tareas que la I. A. G. hace y que no pensamos que haría: la disrupción entonces es también de carácter emocional, los efectos en los trabajos serán otros a los imaginados por los futuristas y “la reinvención sobre la reinvención” pone al humano en un punto de tensión nunca pensado en trabajos que no imaginábamos infiltrables. Estamos derrapando en la revolución tecnológica de manera surrealista.

Hay que ser optimistas, no creer que “2001 Odisea en el espacio” (y su imagen sombría sobre la I.A.) era un pronóstico sino más bien una advertencia. Los que soñaron algo con este bicho saben que le podemos ganar y que es cuestión de que nos sirva a nosotros y que no nos pase al revés. Suena demencial, pero atento a lo que se observa, da para pensar.

Es cuestión de entender que ahora la tenemos adelante y que se trata de beneficiarnos de ella. Acá estarán los optimistas y los otros. Para ser de los primeros, donde me ubico, hay que seguirla de cerca, orientarla a nuestro favor y saber que el progreso es inevitable. Y sin miedos, desde que estamos sobre la faz de la tierra, los humanos, por más imbecilidades que se escriban, vivimos más, comemos mejor, eliminamos hambrunas, nos cuidamos más y avanzamos. A veces, lo episódico de la decadencia circunstancial nos gana el partido, pero en el largo plazo no ha sido así. No debería pasar lo contrario con la I.A.

No debería…

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