El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, parece estar avanzando en la dirección de anexar el área del Esequibo de Guyana y convertirla en otro estado de Venezuela.
Aunque Maduro aún no ha arrebatado esas tierras a Guyana, ha realizado un referéndum (de baja participación) que aprobó dicha anexión. Asimismo, nombró un gobernador para el futuro territorio incautado.
En los primeros días de diciembre, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) reafirmó que el territorio pertenece a Guyana y que Venezuela no debe anexarse la región del Esequibo.
Maduro pretende recuperar legitimidad apelando al nacionalismo venezolano detonando un conflicto internacional del mismo modo que lo hizo la dictadura militar argentina en 1982 cuando invadió las Islas Malvinas, territorio bajo soberanía británica. Venezuela hoy, como Argentina en aquel entonces, sufre una profunda crisis de legitimidad y gobernanza.
Otra razón que dio lugar a este paso es la economía. Aunque la disputa legal comenzó hace más de cien años, la cuestión se reavivó cuando Exxon Mobile descubrió grandes depósitos de petróleo en la región. La situación económica de Venezuela está en crisis y busca mejorarla mediante una invasión de este territorio rico en minerales y petróleo.
La medida de Venezuela es una violación del derecho internacional. Como se esperaba, el presidente Lula Da Silva de Brasil, quien ha sido un importante apologista y facilitador de la dictadura venezolana, instó a Guyana a aceptar conversaciones bilaterales con Venezuela para negociar el futuro de la región.
Acto seguido, lideres de Guyana y Venezuela se reunieron en St. Vincent y al final de la reunión se comprometieron a que ninguna de las partes usaría la fuerza. Sin embargo, no llegaron a ningún acuerdo. Prometieron reunirse nuevamente en Brasil en tres meses.
Semejante paso constituye una concesión a la agresión de Maduro. No está claro por qué Guyana debería negociar su territorio. Cualquier concesión territorial a Venezuela sería rendirse ante un peligroso enemigo de la democracia y la estabilidad regional.
Estados Unidos advirtió a Venezuela de no atacar a Guyana al realizar ejercicios de vuelo militares conjuntos con este último.
Esperemos que Venezuela no lleve a cabo la anexión de la zona del Esequibo. Sin embargo, si Venezuela procede con su belicosa acción, Estados Unidos tendrá que reaccionar enérgicamente.
La crisis Venezuela-Guyana sería comparable a la crisis Irak- Kuwait de 1990-1991.
Al igual que como Venezuela pretende proceder, Irak invadió Kuwait en 1990 para hacerse con el control del suministro de petróleo y mejorar su situación económica que sufrió después de la guerra contra Irán. Una medida así habría afectado los precios del petróleo, fortalecido el dominio de Sadam Husein en Medio Oriente y amenazado a países como Arabia Saudita y otras naciones del Golfo Pérsico.
En el caso que aquí estamos tratando, no sería diferente. La compañía petrolera estadounidense ExxonMobil descubrió depósitos de petróleo en Esequibo y continúa desarrollando la industria en la zona. La petrolera Chevron opera importantes proyectos energéticos en Venezuela y Guyana. Maduro ya advirtió a estas empresas que abandonaran la zona en un plazo de tres meses.
En caso de que las negociaciones fracasen y Venezuela proceda a apoderarse de la zona que representa dos tercios del territorio total de Guyana, se desataría una seria crisis.
La Administración Biden debería primero formar una coalición de países latinoamericanos que se opongan a tal medida. Es de suponer que tal presión regional no necesariamente persuadiría al régimen venezolano.
Si Maduro rechaza la diplomacia e invade Guyana, Estados Unidos debería movilizar sus fuerzas navales y enviar un mensaje al ejército venezolano de que tiene la intención de intervenir, y por su seguridad, los oficiales y soldados deben rendirse antes de que sea demasiado tarde. Si lo hacen, sería ideal. Si no lo hacen, se deberían llevar a cabo acciones militares, particularmente desde el aire para convencer a los militares venezolanos y sus paramilitares que ya no les conviene seguir manteniendo su lealtad al régimen Bolivariano.
El mundo se enfrenta hoy en día a un caos colosal.
Rusia ha asumido un papel demasiado agresivo en el mundo al atacar a Ucrania, proteger al régimen de Assad, fortalecer las relaciones militares con Irán y ponerse del lado del grupo terrorista Hamas en el actual conflicto con Israel. China está de lado de Rusia y con su poder económico cobra más influencia y contribuye a perpetuar regímenes dictatoriales.
América Latina no es ajena a este ominoso escenario.
El continente es actualmente una mezcla de regímenes anárquicos, dictaduras, cárteles de la droga y corrupción generalizada. La magnitud de las actividades criminales en la región ha contribuido también a agravar la crisis en la frontera sur de Estados Unidos.
Además, Rusia, Irán y China han penetrado profundamente en la región.
Gobiernos como los de Venezuela, alientan todos estos elementos.
Las sanciones impuestas contra Venezuela parecen insuficientes para cambiar las políticas del régimen en materia de derechos humanos y gobernanza democrática. Por lo tanto, es poco probable que funcionen en la crisis de Guyana. Si Maduro insiste en anexar la región del Esequibo cruzaría la línea y violaría la soberanía de un país vecino.
Si la Administración duda o decide no reaccionar, tal actitud podría tener profundas consecuencias para su seguridad nacional y su poder global.
La resistencia actual en el Congreso a proveer ayuda a Ucrania ya de por sí está proyectando debilidad en el ámbito internacional. Mostrar impotencia en el hemisferio occidental podría profundizar aún más la crisis regional y la credibilidad mundial de los Estados Unidos.