Venezuela y los juegos de guerra que ocultan el fracaso electoral de Maduro

No conforme con los señalamientos de narcotráfico, terrorismo, ecocidio y crímenes de lesa humanidad, ahora quiere protagonizar una guerra de agresión contra un país vecino

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Nicolás Maduro en un acto
Nicolás Maduro en un acto de gobierno, en Caracas (EFE/Prensa Miraflores)

Nicolás Maduro busca añadir nuevos trofeos a su lista. No conforme con los señalamientos de narcotráfico, terrorismo, ecocidio y crímenes de lesa humanidad, ahora quiere protagonizar una guerra de agresión contra un país vecino.

La versión tropical de Putin. El 3 de diciembre Maduro repitió la formula rusa que anexó ilegalmente 4 zonas de Ucrania. Venezuela celebró un referéndum para tomarse la región del Esequibo. Una estrategia cobarde para ocultar sus fracasos e impopularidad.

180 años de conflicto. Mientras Guyana se aferra al llamado Laudo de París de 1899, Venezuela defiende el acuerdo de Ginebra de 1966. Una historia similar a otros países. El problema es que la tiranía quiere resolver el diferendo con las balas y no con el Derecho Internacional.

Patriotismo barato. Maduro quiere quitarse la resaca provocada por las primarias que ganó María Corina Machado. El tirano invoca a Chávez y llama al patriotismo. Lucha desesperado por resucitar de los muertos su agonizante liderazgo. El pueblo lo detesta.

Bravuconadas. Haciendo amenazas y camorras para amedrentar a su vecino, Guyana (rico en petróleo, gas y oro), Maduro no descarta ir por el botín. Aunque no tiene recursos, respaldo, ni resiliencia para una guerra, sus amenazas son graves.

Sin aliados. La dictadura de Cuba le dijo a Maduro que no. Su amistad con Guyana es demasiado valiosa. China dice que la guerra no es buena para los negocios. Brasil, vecino de ambos países, llamó a Maduro a no tomar acciones unilaterales y optar por la diplomacia.

Putin es el único que
Putin es el único que podría apoyar a Maduro (Kremlin/dpa/Europa Press/Archivo)

De Rusia con amor. La tiranía de Putin es la única que podría apoyar a Maduro. Ambos tienen una oscura cooperación militar, actividades de ciberseguridad, espionaje y el pequeño, pero peligroso, respaldo de los mercenarios del Grupo Wagner.

La fórmula de Daniel Ortega en Nicaragua. Los juegos de guerra de Maduro podrían ser reales o quizás son solo un pretexto para suspender elecciones, recrudecer la represión, acallar a la iglesia y pulverizar a la oposición con juicios, cárcel o exilio.

Inestabilidad. El régimen de Venezuela podría crear un nuevo foco de desequilibrio y conflicto en las Américas. Abrir un tercer frente en un mundo estremecido por la guerra en Ucrania y el conflicto en Gaza. Un juego impredecible y riesgoso.

Las pláticas entre Guyana y Venezuela. Aunque las conversaciones anunciadas suenan alentadoras, no se puede esperar mucho de un régimen que incumple los acuerdos políticos de Barbados e incluso los mandatos de la Corte Internacional.

Escenarios posibles. Un análisis del Centro Internacional de Estudios Estratégicos (CSIS) con sede en Washington, destaca que el régimen de Venezuela podría inflamar aún más las tensiones fronterizas, involucrarse en una guerra híbrida, tratar de coaccionar a Guyana o pasar a otra maniobra en su intento desesperado por cambiar la narrativa en Caracas.

Daños colaterales. Más allá de las posibilidades de una cortina de humo para unificar y fortalecer a la base del chavismo, la amenaza de guerra es un golpe al derecho internacional, la paz, la seguridad y prosperidad de toda la región. Latinoamérica debe seguir siendo una zona de paz y no un teatro bélico.

*El autor es periodista exiliado, fue embajador de Nicaragua ante la OEA y ex miembro del Cuerpo de Paz de Noruega.

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