¿Podrá Milei sacarle tarjeta roja al Feudalismo en Argentina?

Argentina cierra la segunda década del siglo XXI con un ingreso per cápita de USD 20.000, una tasa de pobreza del 40%, una inflación del 120% y nueve defaults de su deuda soberana

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Javier Milei (Télam)
Javier Milei (Télam)

“Argentina comenzó el siglo XX como uno de los lugares más ricos del planeta. En 1913, era más rica que Francia o Alemania, casi dos veces más próspera que España, y su PIB per cápita era casi tan alto como el de Canadá. Hasta la década de 1930, los franceses usaban la frase ‘riche comme un argentin’ para describir a los nuevos ricos”.

Así comienza un sesudo trabajo sobre el excepcionalismo argentino realizado en Harvard por los investigadores Glaeser, Di Tella y Llach.

En 1889 fue la Feria Mundial en París. Bajo la resplandeciente Torre Eiffel se llevaron a cabo conferencias sobre el futuro de las economías y el comercio. En un panel se vaticinó que dos naciones del sur serían potencias económicas en el siglo XX: Argentina y Australia. Para ese entonces ambas naciones competían como graneros para el mundo. El año de 1889 fue crucial para el país ya que sobrevino una crisis financiera que desató fuertes protestas ciudadanas. Sus líderes políticos decidieron entonces acometer una reestructuración económica y política favoreciendo el libre mercado para revigorizar la economía, lanzando al federalismo como fórmula para acrecentar la libertad de los ciudadanos. Los resultados son un producto per cápita de USD 60.000, una tasa de pobreza del 14% y una tasa de inflación del 6,4 por ciento. Argentina cierra la segunda década del siglo XXI con un ingreso per cápita de USD 20.000, una tasa de pobreza del 40%, una inflación del 120% y nueve defaults de su deuda soberana.

La explicación reside en la ausencia de reformas políticas y económicas que garanticen la libertad del ciudadano para crear riqueza.

Esta historia se inicia con la fundación misma del país, cuando España trae a tierras Americanas las instituciones feudales que acabaron por destruir su imperio. En efecto, mientras el resto de Europa se encontraba en el Renacimiento o la Ilustración, en España reinaba el medievo. Las instituciones medievales están diseñadas para controlar a la población y someterla a la voluntad de un líder, que a su vez se apoya en corporaciones (empresariales, profesionales, militares, religiosas). En lo económico, el Estado extrae renta vía la posesión de los recursos del subsuelo y crea mecanismos de recolección de renta vía los monopolios que se concretan en permisos para ejercer cualquier actividad económica y para comerciar con el resto del mundo. El sistema que tiene 250 años de vigencia fue retocado en su fachada derecha por Juan Domingo Perón cuando intentó copiar el modelo fascista prevalente en Italia. Luego muta hacia el castro marxismo en los años setenta cuando un brazo del peronismo se identifica con la revolución cubana. Y entre autoritarismo fascista y justicia social democrática, el país se hunde a lo largo del siglo XX en una elipsis descendente que solo Carlos Saul Menem intentó revertir. Pero mientras su gobierno tomó las medidas adecuadas para relanzar la economía argentina, la elite empresarial y política prefirió continuar el modelo feudal bajo cuyo imperio era imposible sostener la convertibilidad.

El presidente electo Javier Milei confronta esta pesada carga de olvidos irresponsables por parte de la elites argentinas que han contribuido por acción u omisión a la reproducción de un régimen feudal que se caracteriza por el crecimiento descontrolado del aparato estatal, el desarrollo asfixiante de un centralismo que agobia a las fuerzas productivas de cada provincia, y la proliferación de una cultura de pordioseros en la que todo el país vive de manera directa o indirecta de pagos del Estado.

Cambiar esta situación es harto complejo. Porque hay demasiados intereses creados alrededor del sistema feudal. Mi experiencia como jefe de gabinete de un ex presidente de Venezuela es que esos intereses terminan haciendo coalición contra el gobierno que pretenda desmotar el régimen de privilegios en que se asienta su modus vivendi De allí que, a mi modo de ver, el presidente electo corre dos peligros en el logro de sus objetivos de reformar el estado y la economía argentina. El primero es el de la cooptación. Los intereses creados penetran su gobierno y afectan las decisiones de los operadores. El segundo es la manipulación violenta de masas en contra del proyecto de cambio. La cooptación reduce el ritmo de ejecución del programa de cambio y crea en la población desasosiego por la ausencia de concreción del cambio, pero si el líder tiene fortaleza propia y un buen equipo operador en su círculo interno, cómo es el caso de Javier Milei, esta puede ser gestionada. La manipulación violenta de las masas contra el programa de cambio requiere de una estrategia de ejecución de medidas que priorice aquellas que generen diálogo permanente con la población. Este diálogo debe estar montado sobre logros efectivos y experimentables por la ciudadanía. Un ejemplo es la estabilización de la moneda, que saca a la población de la depredadora cultura de la supervivencia diaria. La eliminación de las trabas al comercio internacional para reducir los niveles de precios y la autorización a las provincias de crear tributos propios para sustituir las dádivas del estado federal. Pero también hay que estar atentos a los ataques del radicalismo peronista que no dudó en lanzar 400 huelgas a Raul Ricardo Alfonsín para, vía el fracaso económico, hundir para siempre al partido radical y la primera administración democrática luego del proceso militar.

Si Javier Milei logra sortear estos peligros creando coaliciones de poder nuevas en las que la Argentina joven tome las posiciones de comando y ejecute su agenda libertaria, habrá iniciado la liberación de la Argentina y del resto de América Latina de los yogos feudales que han frustrado su desarrollo como región por más de tres siglos.

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