¿Aprendimos con el Holocausto? Al parecer, no lo suficiente

Hay una guerra en Gaza y otra global contra los judíos, asegura el Wall Street Journal en un editorial

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Un hombre cruza la puerta
Un hombre cruza la puerta del campo de exterminio nazi de Sachsenhausen, en la que dice en alemán "El trabajo os hará libres", durante el Día Internacional de Recuerdo del Holocausto, en la localidad de Oranienburg, a unos 30 kilómetros al norte de Berlín, Alemania, el 27 de enero de 2019 (AP Foto/Markus Schreiber/Archivo)

No es solo un tema de judeofobia, sino que lo que hoy ocurre en la educación superior de Estados Unidos es también un tema de seguridad nacional, ya que, así como Europa se encontró hace no muchos años con el Estado Islámico-ISIS atrayendo a su juventud, no sería raro que de estas universidades egresaran yihadistas. Por lo demás, en el Holocausto, no solo participaron SS y nazis, sino también voluntarios de distintos países. Y lo hicieron por gusto.

Lo de Estados Unidos sorprende por tratarse de Estados Unidos, aunque en la historia judía grandes tragedias llegaron cuando parecían sentirse seguros. Ocurrió en 1492, con los sefaradíes de España, expulsados masivamente de donde habían vivido aún antes de Cristo, solo por no querer convertirse a otra religión, incluso a mi familia. Pasó ahora en Daguestán, con musulmanes del Cáucaso norte ruso que llegaron a un aeropuerto, y con un rumor falso avanzaron hasta un avión que había volado desde Tel-Aviv, en réplica de los pogromos que tanto caracterizaron esa parte del mundo.

Hubo masivas manifestaciones donde se gritó muerte y gas para los judíos no solo en países musulmanes, sino a través del orbe, sobre todo en el mundo occidental, incluyendo palabras incendiarias de políticos, aunque sigue siendo difícil de entender por qué en Londres, Nueva York (la segunda ciudad con más judíos en el mundo) y otras urbes hubo más gente que en varias capitales árabes.

Lo de USA es especialmente llamativo, toda vez que, según el FBI, los judíos representan solo el 2,4% de la población, pero concentran más del 60% de los ataques motivados por la religión. No debiera sorprender del todo, toda vez que un país tan pequeño como Israel es el que recibe más condenas en la ONU como también en su Consejo de Derechos Humanos, por sobre conocidos violadores.

La gravedad de lo que ocurre se demuestra en la coexistencia en su judeofobia de hombres barbudos de edad recitando el Corán con jóvenes feministas y discriminados LGTBIQ, con la duda si los dos últimos grupos sabrán lo que les esperaría si vivieran gobernados por el Hamas que estaban respaldando. Por lo demás, esta relación casi asegura que el antisemitismo se transmita de generación a generación como la fobia más antigua y duradera.

Lo que ocurre nos obliga a replantearnos lo aprendido del Holocausto, si es que aprendimos algo.

Los judíos que no lograban
Los judíos que no lograban escapar eran deportados a campos de concentración (Holocaust Encyclopedia)

Durante toda mi vida adulta siempre pensé que había sido un acontecimiento único en la historia de la humanidad, ya que por vez primera un país dispuso de los recursos para intentar eliminar un pueblo de la faz de la tierra. Y cerca estuvieron, de tal modo arrasaron con la judería europea, que la cantidad de judíos en el mundo todavía no alcanza la cifra anterior a esa guerra.

Matanzas han existido desde siempre, antes y después, también ahora. Genocidios los ha habido, y los propios nazis actuaron contra otras minorías, étnicas, sexuales y discapacitados, pero no en la magnitud y con la voluntad de la eliminación de los judíos, tanto que atrajo miles de personas de otros países que también los odiaban. Fue tan singular, que muchos prefieren utilizar la palabra hebrea Shoah para referirse a la tragedia.

Hasta ahora, nunca pensé que podría repetirse, pero quizás lo que hoy ocurre en las calles del mundo, es una enseñanza en vivo y directo, del mal que afectó a un país como Alemania. No fue repentino, sino la consecuencia de lo que se había preparado por las variadas acusaciones que se hicieron durante siglos, y antes de los campos de la muerte, existieron muchas palabras de deshumanización de todos los judíos, aun los que no se sentían parte del pueblo como también de aquellos que no sabían que lo eran, ya que solo tenían algún distante antepasado.

Sabemos que ese horror nos legó la Declaración Universal de Derechos Humanos, y ahora, también somos testigos que la judeofobia se mantiene vigente, no como algo marginal, sino masivo. Me gustaría pensar que no volverá a ocurrir, pero no solo el negacionismo me hace dudar, ya que se agregó la cantidad de gente en redes sociales, medios de comunicación y en las marchas que argumenta otra particular negación, que los horrores en Israel de los terroristas de Hamas no ocurrieron, que no violaron mujeres como tampoco decapitaron bebes. Ni siquiera la existencia de 229 rehenes parece convencerlos como tampoco la entrevista televisiva al importante dirigente Ghazi Hamad, quien a fines de octubre declaró a propósito de la masacre de civiles: “Lo haremos una y otra vez hasta que Israel sea aniquilado”.

El 1 de noviembre de 2005 la Asamblea General de la ONU hizo algo que no es habitual en ese organismo, ya que designó al 27 de enero como el Dia Internacional de Conmemoración en memoria de las víctimas, día que correspondía al ingreso de tropas soviéticas, liberándolos de Auschwitz.

La Alemania nazi había logrado industrializar la muerte y fue la culminación de ataques e inquisiciones que habían normalizado la violencia contra los judíos, solo por ser judíos. En Alemania fue suficiente que la mayoría aplaudiera o solo callara para llegar a la “solución final”.

Si uno ve universitarios y gente común en las manifestaciones pro-Hamas, el Holocausto nos mostró lo que Hannah Arendt llamó la banalidad del mal, es decir, la terrible verdad que esos monstruos no eran gente de otro planeta, sino como se le demostró a ella el juicio a Eichmann, cualquiera podría convertirse en uno, como por lo demás se ha demostrado también en estudios de torturadores. En el caso de los campos de concentración, en las Brigadas participaban vecinos, simples habitantes de aldeas cercanas, que destinaban algún día de la semana a colaborar en el exterminio.

El Holocausto nos enseñó que todo comienza antes, con la pérdida de toda dignidad y humanidad, la idea que el que va a morir no merece vivir, es decir, el desprecio total antecedió al gas. También se aprendió que hay que reaccionar, que no hay que permitir el acostumbramiento, que ha generado, por ejemplo, el discurso que Israel no merece existir.

Un soldado israelí en el
Un soldado israelí en el Kibbutz Be'eri tras la incursión de Hamas (Ilia Yefimovich/dpa)

En España fue la religión. Para Alemania lo fue la raza y ahora, es Israel, cuya sola existencia molesta, es considerada inaceptable y no solo para los Ayatolas de Irán, sino también para quienes marchan o hablan en las redes sociales mostrando su ignorancia de la historia y de los hechos reales, ya que una de las característica de nuestra época es la ilusión del conocimiento, de aquellos que ignoran su desconocimiento y opinan como especialistas, después de haber leído 10 líneas sobre algún tema en el celular, tal como lo denunciara Humberto Eco.

Es una arrogancia fatal la que se sufre hoy con tanta gente que ni siquiera sabe que utilizan consignas que provienen de los nazis y de ese panfleto zarista conocido como Los Protocolos de los Sabios de Sion. También se aprendió que las fuerzas totalitarias pueden llegar al poder a través del voto popular y fortalecerse hasta alcanzar niveles impresionantes de popularidad, como ocurrió con Hitler.

Hoy no se trata de Hitler, sino algo diferente, la judeofobia que nace del discurso contra Israel de los activistas universitarios y de las declaraciones sesgadas que ven en Israel al único culpable, tal como pasa con presidentes progresistas como Petro o Boric, dos de los varios que han sido valorados por Hamas en estos días.

Por último, del Holocausto también se aprendió que fue la culminación de la violencia para imponer ideas, presentes en tantos movimientos, que desde la izquierda a la derecha utilizan también métodos fascistas como las cancelaciones o los ciclistas furiosos para agredir al que piensa distinto, lo que recuerda la frase que se le atribuye a Churchill, quien al responder a una consulta periodística, habría dicho en USA que en el futuro serian los que se calificaban a si mismos de antifascistas los que irían a usar métodos y símbolos del fascismo.

Es cierto que se hace mucho daño cuando se elimina la singularidad de lo que ocurrió, calificando de “holocausto” a cualquier matanza con muchas víctimas, y, sobre todo, con su banalización. Pero sería un error, no aprender del pasado.

De partida, no sorprende esa mezcla de ignorancia y maldad que se ve en las calles coexistiendo con la buena voluntad de muchos y la ingenuidad de otros. También de estupidez, lo que recuerda la frase de Einstein que no estaba tan seguro de que el universo era infinito como que la estupidez si lo era.

No es la defensa de los palestinos o la insoportable situación de quienes viven en Gaza, sentimientos que son compartidos por el movimiento pro-paz que ha existido siempre en Israel. De hecho, casi como un sarcasmo, algunos de sus más entusiastas partidarios viven en esas aldeas colectivas llamadas Kibutz, como aquellas que fueron asaltados, y entre los rehenes figuran varios hombres y mujeres que son activistas de esa causa, que, sin ir más lejos, organizó el acto público donde un extremista judío asesino a Isaac Rabin. También fue un acto pro-paz aquel festival musical donde tantos jóvenes fueron asesinados y secuestrados por Hamas, solo por estar allí.

La paz no es el tema de los manifestantes que vocean su odio a los judíos. Es otra cosa. Es la defensa de Hamas y la negativa a sentir simpatía por las víctimas del 7 de octubre, israelíes, ciudadanos de otros países, y los con doble pasaporte, en lo que el grupo terrorista llamó “Diluvio de al-Aqsa”, por la mezquita de Jerusalén cercana al Muro de los Lamentos.

Milicianos de Al Qasam, brazo
Milicianos de Al Qasam, brazo armado de Hamás, en la Franja de Gaza (EFE/Mohammed Saber)

No siempre quienes sienten pena por lo que ocurre en Gaza, reparan que es la consecuencia de algo, y que ese algo fue iniciado por Hamas el 2007, mucho antes del 7-X, con su golpe de Estado contra la Autoridad Palestina y el asesinato de sus funcionarios. Israel ya se había retirado el 2005, llevándose el ejército a todos los judíos, vivos y muertos, por lo que, desde ese año, es una tierra libre de ellos, lo que quizás ocurría por vez primera en la historia de esa franja.

Se dejaron todas las inversiones productivas, pero Hamas las destruyó al igual que los edificios donde habían funcionado sinagogas. A partir de ese día, comenzaron a caer cohetes y ataques suicidas en Israel. El apoyo de Irán lo empeoró, además que allí no esta solo Hamas, sino que actúan otras fuerzas terroristas como la Yihad Islámica y otras menores, tanto que hoy los rehenes están en su mayoría en manos de Hamas, pero también los tienen otras cuatro organizaciones.

La verdad es que dos necesidades pueden coexistir, y la destrucción de Hamas ojalá permita la segunda, la creación del Estado Palestino, en paz, para cumplir la propuesta original de los dos Estados, uno al lado del otro, no uno en vez del otro. Ha faltado el socio palestino, ya que muchas ofertas de paz han sido rechazadas, no solo la de la ONU de 1948, que fue respondida por la invasión de los países árabes vecinos. También se rechazó después de las guerras de 1956 y 1967 por la Liga Árabe, y directamente por los palestinos, las de Camp David con las propuestas de los primeros ministros Ehud Olmert y Ehud Barak. Con varios países árabes en paz con Israel, el problema no es tanto que los palestinos acepten su existencia y más que territorios es aceptar a Israel como el único país judío del mundo. Esa parece ser la piedra de tope, lo inaceptable, aceptar a los judíos como judíos, sean o no religiosos, y un porcentaje importante en Israel no lo es.

Mucha de la gente que apoya a Hamas en las manifestaciones probablemente nunca se preocupó por las muertes en Siria o en Yemen; tampoco de los kurdos o de los armenios, y al parecer, nunca se ha interesado por los centenares de miles de refugiados judíos que llegaron expulsados desde países árabes al recrearse en 1948 el Estado de Israel. Tampoco lo hizo la ONU, quizás poque esa gente fue recibida e incorporada al nuevo Estado.

Quizás tampoco se han preocupado por la situación de los refugiados palestinos en aquellos países árabes donde siguen considerados ciudadanos en tránsito, a pesar de que ya han transcurrido varias generaciones nacidas allí, sin que se les otorgue ciudadanía ni puedan trabajar en varias profesiones. Quizás ni conozcan esta situación, la que rara vez aparece en los medios de comunicación.

Con todo lo anterior es difícil no concluir en la vieja judeofobia, al menos hipocresía de marca mayor. Quizás no muchos reparen en que los judíos volvieron a ser el canario en la mina, el que advierte de posibles desgracias en camino. Quizás no se dan cuenta, que, de ser derrotado Israel, el islamismo medieval no se va a contentar con esto, sino que va a intentar llegar a una Europa que ya no lucha por mantener sus tradiciones, además que no es sostenible que solo quieren cortar las cabezas de los judíos, sino que también quieren cortársela a otros infieles, que incluye a esos progresistas en las calles de Europa y USA, a quienes también odian, hagan lo que hagan marchando a favor de Hamas.

No es que uno no haya percibido antes la existencia de sentimientos contra los judíos. En mi vida profesional, en Chile también lo sentí alguna vez en los lugares donde estuve, en universidades, en el Tribunal Constitucional, en la Corte de Apelaciones de San Miguel, donde había un ministro que cuando integrábamos el mismo tribunal, me entregaba con algún comentario una caricatura de mi persona, que recordaba los dibujos nazis con la nariz ganchuda. Y era un juez.

Sentí la judeofobia en lo que rodeó mi salida de la Universidad de Chile por lo que llevé al Estado de Chile ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y como fue un hecho público, tal como me dijera un exministro de gobierno, que para él era incomprensible algo que no le pude responder, el porqué del total silencio de la comunidad judía.

La verdad es que equivocadamente uno lo sentía como hecho privado, y como nunca me ha gustado victimizarme, jamás hice uso de mi figuración publica para la denuncia personal.

Por ello, solo ahora contaré lo que me ocurrió cuando visite Turquía en representación del Tribunal Constitucional chileno, ya que el turco cumplía 50 años. En la cena oficial, se acercó a saludar a todas las mesas el presidente Erdogan. Cuando me dio la mano, orgulloso le conté de mi abuelo que nació en la ciudad hoy turca de Esmirna, cuando era parte del Imperio Otomano. Puso mala cara cuando le relaté que era judío, y se transformó en molestia cuando vio mi apellido en la solapa, dándose media vuelta y dejándome, hablando solo, con el tipo de gesto que ya había visto antes y que probablemente sienten solo los afectados.

Un funcionario de gobierno me dio una explicación, diciendo que el mandatario debía retirarse, y no se lo comenté al ministro que me acompañaba ya que seguramente ni se dio cuenta de lo ocurrido, lo que, por cierto, no era su culpa.

Creo que siempre ha estado presente, lo nuevo es que ahora nadie lo oculta. Está en las calles, está en todas partes. A diferencia de algo tan menor como lo que me ha pasado, y que relataba, ahora nadie lo oculta. La bestia salió de su jaula.

Los judíos celebraron el 15 de septiembre el año nuevo número 5784 de historia continua, algo que probablemente hasta los chinos le cuesta decir. Muchas mentiras aparecen y una de las peores es negar los lazos históricos del pueblo judío con la tierra de Israel. Como nunca ha existido otro Estado que no sea el antiguo y el moderno Israel, y solo a partir de Oslo, ese acuerdo con Israel le ha dado autonomía a una entidad gubernamental palestina, limitada por consideraciones de seguridad, pero que no les ha sido concedida por ningún imperio o país árabe, ni siquiera Jordania cuando gobernó sobre la Cisjordania ni Egipto sobre Gaza, ocupados de 1948 a 1967, con el argumento que al ser Palestina todo el territorio, tanto la propuesta británica como la de la ONU hablaban de un Estado judío y de otro árabe, no palestino. Algo que ojalá sea corregido, necesitándose al respecto el acuerdo de dos voluntades.

Pero ahora el tema es la judeofobia, y aunque existe una notoria preocupación, no noto entre los judíos que viven en Occidente, la respuesta que la situación merece. Por cierto, a diferencia del pasado, el Holocausto no es repetible, porque hoy existe Israel como ultima defensa y refugio de todos los judíos, pero no advierto que existan reacciones en lugares como las universidades de elite de USA, donde son numerosos los profesores judíos y también lo son filántropos que entregan su dinero. La respuesta no debe ser individual, sino colectiva, y fuerte, como corresponde en democracia, partiendo por el mundo político y acudiendo a los tribunales de justicia para hacer respetar la ley, responsabilizar a las autoridades universitarias y a quienes despliegan en las aulas discursos de odio. No creo que nadie haga por los judíos lo que primero no hacen estos por ellos.

Se necesita repetir lo de la buena memoria histórica, ya que lo que ocurre merece tener claridad de saber quiénes gritan en contra, de los menos que lo hacen a favor, y de la mayoría que guarda silencio. Es una campanada de alerta que merece ser escuchada.

@israelzipper

PhD. en Ciencia Política, Abogado, ex candidato presidencial (Chile, 2013).

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