No es nuestra intención hablar de los temas económicos ni judiciales del Brasil de los últimos años. El foco estará en otros millones, los mencionados por el presidente Lula Da Silva a lo largo de los días posteriores al ataque terrorista del grupo pro iraní Hamas contra el Estado de Israel; con un balance provisorio de 1.400 muertos, más de 5.000 heridos y más de 200 secuestrados. El mandatario brasileño sostuvo que esto que ocurre no es una guerra, si no un genocidio que costó la vida de 2.000 niños en Gaza y que el ataque de Hamas no justifica que se maten millones de inocentes.
Esta verba grandilocuente y poco balanceada, es un capítulo más en algo que se viene repitiendo en el mandato de Lula III. Cuando comenzó la invasión rusa a Ucrania, no dudó en desarrollar algunas particulares teorías. Una de ellas la definió asi: si uno no quiere, dos no pelean.
En otras palabras, había guerra ya que Ucrania se defendió y las potencias occidentales la ayudaron. Si ha habido una constante en la política exterior y en la geopolítica de Brasil en más de 100 años, ha sido la necesidad del respeto a la soberanía de los Estados y el rol del derecho internacional.
Las FFAA hace décadas se entrenan sobre escenarios para contrarrestar injerencias de potencias extra regionales en zonas como el Amazonas. Cabe imaginar lo que pensaron los uniformados y la sofisticada diplomacia brasileña al escuchar a Lula. El marco conceptual dentro del cual el mandatario con base en Brasilia parece actuar es la idea, muy propia de su estrecho asesor Celso Amorin, referida a un declive del poder de los EEUU y un venturoso ascenso de China asi como un mayor peso de otros rivales de Washington como es el caso de Rusia.
Una versión 2.0 de las teorías sobre el declive del poder americano tan de moda en la década de los años 70, que luego quedaron marginadas por el colapso de la URSS, el consiguiente momento unipolar de los EEUU y el boom económico que produjo la tercera revolución industrial con epicentro en ese país. Para los que reflexionan en el gobierno de Lula la política externa, el mundo es y será más multipolar.
Pero, ¿qué sucede si en realidad estamos en un bipolarismo americano chino?. En ese caso, como parte sustancial de la academia y tomadores de decisiones creen, lo pensado y llevado a cabo por Lula III es por demás disfuncional. Los márgenes de maniobra para las potencias medianas y medianas grandes en una estructura bipolar son sustancialmente inferiores que en la supuesta y deseada multiplicidad.
Por el momento, el Toc existente en la administración Biden de mirar America Latina y a sus líderes a partir de su nivel de amistad, buena relación o adhesión a Trump y sus aliados, evita que los costos para Brasilia sean importantes. En estos más de dos años, la Casa Blanca coincide, paradójicamente, con China, Rusia y Cuba al momento de a quien prefiere como ganador en las elecciones que se dan en los países de la zona.
Algunos políticos con agenda pro EEUU, pro capitalista y pro Occidental, no son bien vistos si han tenido o dicen querer tener relación con Trump y su sector político. La clave es saber si cuando esos dirigentes latinoamericanos, ajenos al líder de los Republicanos que aspiran a volver al poder el año que viene, ganan con agendas populistas de izquierda, estatistas críticos al mundo occidental, capitalista y democrático, terminan siendo buenos aliados para los intereses estratégicos americanos de mediano y largo plazo.
Un recorrido por varios países de la región, muestra que parecen sentirse más cómodos en un juego que le da brinda un mayor espacio a rivales de los EEUU en el tablero geopolítico mundial. Sin duda Lula III es un claro ejemplo en este sentido. Cuando la administración Biden se apuró en darle una audiencia en Washington y mostrar la felicidad por la derrota por muy estrecho margen sobre Bolsonaro, a los pocos días Amorin no dudaba en decir que la posterior visita a China había resultado mas interesante que la realizada en los EEUU.
Quizás lo que sea bueno para los relatos internos del Partido Demócrata americano, crecientemente desbalanceado hacia la izquierda posmoderna Woke, no sea lo mejor para la seguridad nacional americana en la dura competencia contra China y sus aliados tácticos y estratégicos.