La doble moral de la izquierda frente a la barbarie

Aunque ciertos políticos no quieran usar el término, Hamas está reconocido por la Unión Europea como una organización terrorista. Su doctrina yihadista, como la del Estado Islámico, instiga el atentado suicida, el ataque indiscriminado de la población civil, y el odio profundo hacia Israel

Guardar
El cuerpo cubierto de un hombre asesinado por Hamas yace en el suelo tras el brutal ataque del grupo terrorista en el kibutz Kfar Aza, en el sur de Israel (Reuters-Violeta Santos Moura)
El cuerpo cubierto de un hombre asesinado por Hamas yace en el suelo tras el brutal ataque del grupo terrorista en el kibutz Kfar Aza, en el sur de Israel (Reuters-Violeta Santos Moura)

Moussa Abu Marzouk, miembro del politburó de Hamas, afirmó en una entrevista con The Economist que sus milicias “estaban comprometidas con las leyes internacionales y morales” y “no cometieron ninguna atrocidad” el 7 de octubre en Israel. La periodista Minton Beddoes replicó atónita: “Lo siento, esto es manifiestamente falso”. Pidió al líder de Hamas que tratara de justificar el acribillamiento de sus milicias con centenares de jóvenes desarmados en un festival de música, en la que fue “la peor pérdida de vidas judías desde el Holocausto”. Este respondió que sus muertes le parecían “una coincidencia”.

El rastro de muerte y desolación que dejan las imágenes y testigos de los ataques tiñen las palabras de Abu Marzouk —quien habló no desde Gaza sino desde Doha, la afluente capital de Qatar— con sorna cruel y macabra. Hamas no buscaba conquistar territorio o luchar contra el ejército israelí en una “guerrilla de liberación”. Matar a los soldados protegiendo la frontera era un primer paso hacia su verdadero objetivo: la masacre de miles de inocentes.

No basta con señalar que las matanzas de Hamas fueron sistemáticas e indiscriminadas. Centenares de terroristas se ensañaron en su cacería: asesinatos, mutilaciones y violaciones de familias y de niños —inclusive, bebés carbonizados y tiroteados— octogenarias, activistas por la paz, veinteañeros de fiesta. Con más de 1.300 muertos, 3.300 heridos, y un mínimo de 150 rehenes, el baño de sangre de Hamas podría sobrepasar el del 11S. Ninguno de los atentados islamistas que sufrió Europa es comparable. En un pequeño país como Israel, el trauma colectivo de la masacre equivale a un cataclismo.

Con todo, los líderes del gobierno de España poco o nada expresan contra la barbarie de Hamas. En una publicación que ha causado indignación en las redes, Pedro Sánchez escribió sobre el “fallecimiento” de la sevillana Maya Villalobo Sinvany. Días antes había ofrecido sus condolencias a la familia de una víctima de violencia machista cuyo abuso, sufrimiento y muerte sí merecía, y con toda la razón, la rúbrica de “asesinato”. Pero acaso hablar de “asesinato” parecía demasiado politizado para referirse a los actos de aquellos militantes de Hamas que grabaron y circularon vídeos en las redes donde aparecen repantingados sobre las piernas quebradas y el cuerpo desnudo de una mujer, o manoseando una rehén cuyos pantalones están empapados de sangre.

Mientras la ministra de Igualdad Irene Montero llena su cuenta X, antes conocida como Twitter, de imágenes devastadoras de los bombardeos de Israel en Gaza (ni sombra de las masacres de Hamas), guarda silencio absoluto ante su causa: la defensa y el intento de rescate de civiles inocentes, entre ellos mujeres víctimas de atrocidades machistas. Yolanda Díaz también lamentaba la “muerte” de Maya Villalobo y pedía, en tono de admonición equidistante, reprimir la “escalada bélica”. En una misma frase, Ione Belarra usa su “sentido pésame” a la familia Villalobo para terminar exigiendo el fin de “la ocupación y el apartheid al pueblo palestino”. ¿Quiere sugerir Belarra que fue Israel y no Hamas quien ha asesinado a Maya?

Estas ministras no están dispuestas bajo ningún pretexto, por inhumano que sea, a desacreditar la “resistencia” de Hamas, un grupo cuyos estatutos fundacionales son explícitamente genocidas: “El Día del Juicio Final no llegará hasta que los musulmanes luchen contra los judíos (matando a los judíos), cuando los judíos se esconderán detrás de piedras y árboles”.

La operación militar de Israel en Gaza no constituye una “ocupación” colonial, o siguiera una escalada entre combatientes legítimos. Es la respuesta de un estado al peor ataque terrorista de su historia, que tiene el apoyo de la UE, de los EEUU, del Reino Unido, y muchos otros países. La pretensión de equidistancia entre Israel y Hamas es inmoral. El régimen de Hamas ni representa a la mayoría de Palestinos, que sufren su violencia y corrupción, ni es merecedor de respeto o apaciguamiento. Aunque ciertos políticos no quieran usar el término, Hamas está reconocido por la Unión Europea como una organización terrorista. Su doctrina yihadista, como la del Estado Islámico, instiga el atentado suicida, el ataque indiscriminado de la población civil, y el odio profundo hacia Israel.

Y aún, con lógica retorcida, que solo puede ser descrita como una teoría de la conspiración, la ministra Belarra encuentra la forma de acusar a Israel de masacrar a sus propios civiles: declara sin fundamento que “el Estado de Israel su primer ministro y su partido han reconocido en numerosas ocasiones que promocionaron a Hamas para debilitar a los sectores laicos de la resistencia palestina”. No se acerca Belarra a la incómoda verdad: después de que Israel se retirara de Gaza y contribuyera, con EEUU y la UE, a asegurar la celebración de elecciones democráticas en Palestina, Hamas tomó el control armado en 2007 y libró una sangrienta guerra para eliminar a todos sus oponentes. Desde entonces gobierna con mano de hierro, asesinando a cualquiera que desafíe su poder.

La izquierda lleva tanto tiempo hablando en blanco y negro de la “víctima” y el “opresor” para demonizar a Israel, que prefiere mirar hacia otro lado ante la cruda realidad: Hamas impone un régimen del terror, feminicida, infanticida, fundamentalista y violentamente antisemita, fundado por el mismo régimen iraní que da palizas y ejecuta a sus mujeres por llevar medio caído el hijab.

España no fue equidistante con Al-Qaeda, que asesinó a 193 inocentes en el corazón de Madrid. Sus fuerzas de seguridad persiguieron y abatieron el prófugo de la célula yihadista que atropelló a civiles y niños en las Ramblas de Barcelona, sin tregua y sin preguntas. La Coalición Internacional contra el Estado Islámico de más de 60 países, entre ellos España, no vio en las fuerzas yihadistas en Siria y en Iraq un gobierno legítimo con el que se podía negociar en pie de igualdad. Las trató de acuerdo con lo que eran: opresores y asesinos sanguinarios cuyo orden criminal no tiene derecho a existir.

Hablemos de valores, y llamemos a las cosas por su nombre. El pueblo de Israel se ve abocado a una guerra horrible, una guerra que lleva décadas evitando, para asegurar su supervivencia ante un grupo armado que ha jurado destruirlo; a su fin, tal vez libere a Gaza de un régimen terrorista y genocida.

*Leah Soibel es CEO y Fundadora de Fuente Latina. Ha vivido en el Medio Oriente durante más de 15 años y se ha formado en las Universidades de Dickinson College y George Washington en Estados Unidos y en la Universidad Americana del Cairo.

Guardar