Kevin McCarthy acaba de hacer historia al ser depuesto de la presidencia de la Cámara de Diputados de los Estados Unidos. Es la primera vez que esto ocurre en la historia de la nación y es víctima de un acuerdo entre ocho miembros del Partido Republicano agrupados dentro del Coloquio de la Libertad (the Freedom Caucus) y la bancada demócrata que votó con ellos con la clara intención de crear caos dentro de la fuerza política rival. Maniobra que seguramente tendrá efecto boomerang para los demócratas.
Vale acotar que los miembros del Coloquio de la Libertad son seguidores del ex presidente Donald Trump y que su posición es llevar el conflicto al extremos de hacer volar las instituciones a las que consideran vacías de legitimidad. Ingresan así los Estados Unidos en una delicada crisis política similar a la que precedió la Guerra de Secesión en la que el marco institucional fue cuestionado por agrupaciones civiles que sostenían visiones distintas del desarrollo y que decidieron llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias.
La defenestración de McCarthy le hace un flaco servicio a los Estados Unidos como país al colocar al cuerpo legislativo en un torbellino de inquinas personales; parálisis legislativa e implosión de las normas que rigen la conducta de los miembros del cuerpo.
Desde el punto de vista partidista los demócratas acaban de acordar dormir con el enemigo porque ya no será posible aprobar legislación alguna que no lleve la impronta de un conservatismo decimonónico sin cabida en el siglo 21. Lo cual agravará la situación económica en la ante sala de unas elecciones. Y el caos que esta acción ha creado en el partido republicano avanzará inexorablemente para afectar al cuerpo legislativo in toto. Se avizoran turbulencias en el horizonte que podrían hacer caer los mercados; colocar en entredicho la calificación de riesgo para las inversiones de los Estados Unidos y aumentar la pobreza como consecuencia de una parálisis económica inducida por el caos político.
Para el partido Republicano el episodio es un suicidio político. Porque la institución entera queda afectivamente secuestrada por dos individuos narcisistas y sin pruritos éticos como son el representante Matt Gaetz de la Florida y el ex presidente Donald Trump. Ambos van a alimentar la visión violenta de un estamento social que se siente agredido por la vida y por el estado al barrer la ola tecnológica sus empleos y con ello su protección social. Al carecer el estado de una política que les abra las puertas de la reinvención para que puedan navegar con éxito en la sociedad digital se han refugiado en la violencia de género o cuestionamiento institucional. Se trata de modernos Hoovervillers que necesitan compasión y ayuda no que los usen como misiles para destruir a los rivales políticos.
En síntesis, quienes defenestraron a McCarthy están jugando el legendario rol de la diosa Eris cuya comparecencia en el mundo de los mortales significó la materialización de guerras y luchas fratricidas que dieron al traste con las civilizaciones antiguas.