El proceso constitucional chileno, el síndrome de Casandra y la leyenda del Santo Grial

Chile sigue insistiendo con estrategias que no resultaron, pero esperando resultados distintos

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Imagen de la campaña para el referendo constitucional de septiembre en Chile, el 1 de septiembre de 2022 (REUTERS/Pablo Sanhueza)
Imagen de la campaña para el referendo constitucional de septiembre en Chile, el 1 de septiembre de 2022 (REUTERS/Pablo Sanhueza)

En la mitología griega, Casandra era una sacerdotisa que recibió el don de la profecía, pero fue maldecida por Apolo para que nadie creyera sus visiones futuras. De allí se extrae el Síndrome de Casandra, acuñado por el filósofo francés Gastón Bachelard, el cual se refiere a dar consejos o advertencias en las cuales uno cree, pero nadie más las sigue.

Lo he recordado a propósito de la pregunta porque Chile continúa con el tema constitucional, repitiendo errores, y a diferencia de Einstein insistiendo con estrategias que no resultaron, pero esperando resultados distintos. En cierto modo, una versión de una idea extraña, pero popular, entre políticos y electores latinoamericanos, que propuestas que han fracasado en todas partes, ahora sí podrían tener éxito, simplemente porque son apoyadas por “nosotros”, que en Chile adquiere también la forma de grupos muy diversos, que creen que “ahora si” se puede resolver para siempre el tema constitucional.

Se pudo haber tomado el camino de lo que disponía la propia reforma que posibilitó la fracasada Convención, en el sentido que el rechazo de la propuesta haría que se siguiera la ley vigente, es decir, que se radicara como es habitual en democracia en el Congreso, uno que además había sido recientemente renovado. Pero, no se escuchó la voz de las urnas y en una desviación de la democracia conocida como partidocracia, los políticos suplantaron al voto soberano con un nuevo proceso, argumentando que habían existido dos plebiscitos de entrada antes de la Convención, el que la convocó y aquel que decía que debía haber una nueva constitución, como si fuera un proceso sin fin o disponible para ser repetido hasta que el voto coincidiera con lo que esas directivas querían, algo más propio de Maduro que de la tradición chilena.

Quizás se impuso, sobre todo en la derecha y en la ex Concertación, la fantasía que así se le podría poner punto final, ahora con reglas democráticas, a las críticas que arrastraba la constitución del 80, por su origen en la dictadura, a pesar de sus múltiples reformas y que desde el año 2005 tenía la firma del presidente Lagos.

Los trabajadores electorales cuentan las papeletas después del cierre de las urnas durante una elección para elegir a los miembros de un Consejo Constitucional que redactará una nueva propuesta de constitución en Santiago, Chile, el domingo 7 de mayo de 2023 (AP Foto/Esteban Félix)
Los trabajadores electorales cuentan las papeletas después del cierre de las urnas durante una elección para elegir a los miembros de un Consejo Constitucional que redactará una nueva propuesta de constitución en Santiago, Chile, el domingo 7 de mayo de 2023 (AP Foto/Esteban Félix)

Dado el hecho que desde 1990 existía un Congreso democráticamente electo, no se entiende porque había que adoptar, además, un mecanismo confuso y complicado, ya que se elegirían constituyentes sin poder real para escribir esa anhelada constitución. Ello fue así, ya que los partidos políticos de derecha, izquierda y centro, desde la Unión Demócrata Independiente al Frente Amplio se pusieron de acuerdo en un grupo de expertos designados por ellos, que redactaron un conjunto de propuestas muy difíciles de modificar, y que debieran servir como ”bordes” o límites que contuvieran la creatividad de los electos, explicable quizás por el mamarracho hecho por la Convención, y rechazado por el 62% de los chilenos.

Pero si eso fue así, menos se entiende haber buscado este raro mecanismo en vez de llegar a acuerdos abiertos y transparentes en el Congreso, y el error se muestra en que hoy existe preocupación en esos círculos, ya que la información disponible evidencia un escaso interés en el proceso constituyente, coincidiendo con un fuerte descenso en las encuestas del gobierno Boric, precipitado además por la corrupción e incompetencia demostrada por las nuevas autoridades.

Quizás hubo otra fantasía, que una situación temporal permitía sacar adelante un deseo largamente acariciado. Quizás, algo parecido a lo que estuvo presente en la dictadura, cuando pensó en extirpar las ideas socialistas que habían posibilitado a Allende y a la Unidad Popular, quizás también apareció con los convencionales que quisieron refundar Chile con una propuesta propia de un programa político de izquierda extrema; ahora, fueron las directivas partidarias, las que pensaron que se podía cambiar todo sin cambiar nada, al aprovechar la oportunidad para un contenido constitucional similar a lo existente, pero " aprobado” en democracia. Es decir, instrumentos distintos, pero tocando la misma melodía.

Pero ¿qué pasa si este desinterés actual de los chilenos se traduce en otro voto de rechazo?, con el añadido que ahora las huellas digitales de las directivas partidarias, sobre todo, las de la derecha tradicional, están por todas partes.

En su historia política Chile ha tenido buenos gobiernos, pero también dictaduras y desviaciones del ideal democrático como intentos cercanos a la oclacracia (gobierno de la turba) y su cuota de kakistocracia (gobierno de los más ineptos).

Sin ir muy lejos, este proceso constitucional también nos enseña que tener la razón antes de tiempo equivale a estar equivocado, si esa realidad no es igualmente percibida en ese momento por las mayorías. En lo personal, he tenido dudas sobre este nuevo proceso desde su primer día, y así como mi desconfianza fue total hacia la Convención, ahora notaba demasiadas opiniones positivas en la clase política, demasiados deseos de creer que se había encontrado la cuadratura del círculo o la piedra filosofal. No solo eso, sino que la elección para elegir constituyentes, no les dio la mayoría a esos partidos, sino que se la concedió a quien había estado en contra, es decir, los republicanos de Kast.

Para quienes idearon el proceso, lo peor es lo que hoy está teniendo lugar, una gran indiferencia y desinterés, con lo que la pelota puede saltar a cualquier lugar, y en la lotería electoral de resultados que difieren mucho unos de otros, los chilenos pueden volver a sorprender no solo rechazando, sino orientando después sus preferencias presidenciales, por ejemplo, al populismo autoritario.

Mis dudas se reflejaron en columnas escritas. La primera es de días antes del plebiscito del rechazo, donde lo siguiente fue publicado el 1 de septiembre de 2022, (“Chile, el día después”): “Todas las encuestas coinciden en el triunfo del rechazo, también mi voto. Pero el resultado no va a cambiar una realidad donde el tema constitucional seguirá abierto para muchos. Solo queda que hable el pueblo soberano… Y que se le escuche”.

Sin embargo, no se le escuchó, y se siguió un camino que es insólito en democracia, llamar a elecciones donde los electos solo pueden opinar sobre un anteproyecto redactado por personeros designados. En otras palabras, en vez de seguir el ejemplo de la clase política británica que aceptó el Brexit, siguió el del presidente Santos de Colombia que no escuchó al pueblo colombiano, que el mismo había convocado, para que opinara del acuerdo con la guerrilla.

Desde entonces, varias veces escribimos en este medio en relación con este nuevo ensayo constitucional (“Nueva Constituyente: ¿Tropezará Chile con la misma piedra?”, 8 septiembre 2022; “Chile: la misteriosa evaporación del 62% de los votantes”, 20 octubre 2022; “La derecha chilena y el espejismo constitucional”, 2 febrero 2023; “Chile sigue tropezando con la piedra constitucional”, 16 febrero 2023; “Otro fuerte giro de la política chilena”, 8 mayo 2023).

Esencialmente decíamos, y resumidamente me reproduzco a mí mismo, que el 4 septiembre 2022 “la propuesta de nueva constitución fue rechazada por el 62% de los votantes. En el plebiscito votaron 13 de los 15 millones habilitados, y probablemente en la historia de Chile no había existido una elección con esos números y participación.

El presidente de Chile, Gabriel Boric, muestra su papeleta antes de emitir su voto durante una elección para elegir a los miembros de un Consejo Constitucional que redactará una nueva propuesta de Constitución, en Punta Arenas, Chile, el domingo 7 de mayo de 2023 (AP Foto/Andrés Poblete)
El presidente de Chile, Gabriel Boric, muestra su papeleta antes de emitir su voto durante una elección para elegir a los miembros de un Consejo Constitucional que redactará una nueva propuesta de Constitución, en Punta Arenas, Chile, el domingo 7 de mayo de 2023 (AP Foto/Andrés Poblete)

(La clase política tomó) “el camino equivocado de despreciar la única voz a la que no se le debiera hacer eso en democracia, la voz del pueblo”. “Mala sorpresa la que la partidocracia le da a millones, malo para la ética pública, la democracia, la república”.” Los votantes le habían solucionado al país un grave problema, pero los partidos volvieron a complicar una situación ya clarificada”

“Pero ¿qué pasa si fracasa este nuevo proceso constitucional? “¿Saldrá algo bueno de todo esto? La búsqueda de consensos siempre es positiva, pero el problema es (la) huella, que les puede pasar la cuenta a esos partidos, si algo sale mal”.

“¿Pondrá fin al tema constitucional”? Esa es mi gran duda, ya que no creo que el octubrismo y su violencia estén muertos en Chile”. “De ahí la responsabilidad política de quienes idearon este camino. Puede haber existido el mismo error que el de quienes hicieron la constitución en dictadura o del extremismo de la Convención, el de pensar que se “acababa” un cierto problema, que por fin dejaba de girar la rueda de la historia. Esta vez la inundación puede hundirlos, toda vez que Chile parece estar en otra sintonía, más preocupado por (otros) temas.”

“Por el problema de las expectativas, tan malo como intentar cambiarlo todo, es que después (casi) nada cambie” “¿Que puede salir mal entonces? ¿La propia legitimidad del proceso?”. Por último, después que el partido de Kast triunfara en la elección de los actuales constituyentes con un discurso nostálgico de Pinochet y con una mayoría que ningún partido individual había obtenido desde la Democracia Cristiana en 1965, dijimos que había que tomar este resultado con precaución, no solo por los amarres y porque se jugaban la próxima presidencial, sino que al ser otro giro de la política chilena “todo aconseja precaución. Chile ha tenido varias elecciones, una detrás de otra… y cada vez, los electores han variado de opinión”.

Aprovechaba de decir algo en lo que firmemente creo: “Chile ha tenido los suficientes giros en poco tiempo como para concluir que el único camino duradero pasa por un gran acuerdo nacional”, pero aquello necesita un gran compromiso político, transparente, abierto y probablemente alrededor de lo que Chile hoy carece, como podría ser la meta del ansiado desarrollo, lo único que podría financiar la sociedad de bienestar que parece buscar la mayoría.

El propósito de un gran acuerdo nacional es lo que siempre ha guiado mi vida pública, y es algo que se consigue mejor a través de un acuerdo político, por ejemplo, en una coalición de gobierno o en el Congreso, más que en un documento constitucional, que idealmente solo fija las reglas del juego.

Históricamente, en Chile se han conseguido más cosas a través de acuerdos abiertos que de la imposición de un sector sobre otros. Además, la lotería electoral no es novedad. También pasó durante la vigencia de la constitución del 25 que después de su supresión por la dictadura, pasó a ser vista con nostalgia, a pesar de las dudas sobre su origen en medio de una crisis.

Durante su vigencia, también hubo mucho cambio de gobierno, por ejemplo, restauración civilista con Alessandri padre (1932, después de gran inestabilidad), Frente Popular con gobiernos radicales (1938-52), el regreso del General Ibáñez (1952), Derecha con Alessandri hijo (1958), la “Revolución en Libertad” de Frei Montalba (1964), y la Unidad Popular de Allende en 1970), solo que en un espacio de tiempo mucho más extendido que lo conocido en los últimos años.

Con ejemplos como este tipo de búsqueda, a veces pienso que quizás no era el Síndrome de Casandra, sino encontrar alguna vez al Santo Grial lo que ha predominado en estos hechos. Recordemos que se refiere al recipiente o copa usada por Jesucristo en la Última Cena. Sobre la base de esta leyenda, en la historia se tomaron muchas e importantes decisiones políticas y se ejerció una gran influencia en personajes tan fascinantes como los caballeros templarios, además de la literatura y el cine. Y se buscaba algo que no se pudo encontrar.

Chile también demuestra cuánta razón tenía Francisco de Quevedo al asegurar que “más fácil es escribir sobre la soberbia que vencerla”, y como conclusión, quizás al final me quede con lo mismo que escribí el 8 de septiembre del 2022, mi sospecha que este “acuerdo cupular, en un país cansado, podría darles resultado”.

@israelzipper

PhD. en Ciencia Política, Abogado, ex candidato presidencial (Chile, 2013).

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