Al igual que en Chile, Colombia, Brasil, Perú, Guatemala, el soberano argentino hizo conocer su implacable veredicto en relación con el desempeño de las fuerzas políticas tradicionales. No tienen capacidad alguna para confrontar con éxito los retos de la modernidad. Salvo Chile donde el soberano estaba hastiado de la convergencia y deseaba una democracia competitiva, el resto de América Latina se ha pronunciado de manera estrepitosa contra la perpetuación de economías paraliticas, la ausencia de oportunidades para avanzar en la escala social y el corporativismo político que solo beneficia a las cupulas de los estamentos de poder mientras las grandes mayorías deben contentarse con malos servicios públicos y subsidios que adormecen sus talentos emprendedores .
En un contexto de auge de la violencia criminal; cuasi parálisis económica; asfixiante inflación y ausencia de liderazgo efectivo ha surgido una figura distinta. Se trata de un líder que llama las cosas por su nombre; no cumple con los requisitos del tradicional lenguaje político y está dispuesto a sacudir las vetustas instituciones políticas que no terminan de garantizar la bienestar ni de ampliar la libertad.
Su ascenso político ha sido tan rutilante como su léxico y su estilo de vestir y de comportarse. La oferta como la de todos los lideres populistas es de corte radical. La inflación se combate dolarizando. La parálisis con inversiones extranjeras que necesitan reglas claras y destrucción del entramado de control de precios que impide que actúen las fuerzas del mercado. El tamaño del estado debe reducirse al mínimo necesario para garantizar la seguridad, la educación y la salud. Y todo debe hacerse con tratamiento de shock. Y curiosamente el pueblo argentino encuentra esta narrativa atractiva.
Su más cercano rival es el carismático Sergio Massa actual Ministro de Economía cuyas gestiones con las instituciones multilaterales y posibles inversores del universo BRIC no terminan de consolidarse y sobre quien el actual predicamento económico pesará de manera significativa en el tramo que falta de la carrera presidencial.
Les sigue Patricia Bullrich quien se impuso dentro del espacio Juntos por el Cambio derrotando a Horacio Rodriguez Larreta.
Los resultados transforman la actual carrera presidencial argentina en un Kairós o tiempo de transición. En efecto, las opciones de triunfo (Milei y Massa) pertenecen a una generación distinta a la que forjó el actual sistema democrático y que coronó con éxito sus esfuerzos el 10 de diciembre de 1983 con la juramentación de Raul Alfonsín. Esta generación además de tener menor grado de compromiso con las redes tradicionales de gestión del poder se distingue por no pertenecer a las estructuras e los partidos políticos en que se asentó el sistema. Esto les facilita armar equipos de gestión vario pintos unidos por la motivación al logro de un objetivo político y libres a de ataduras ideológicas. Y en el caso de Massa su tránsito por todas las variantes el peronismo incluyendo el kirchnerismo le permiten mantener dialogo con todas sin tener que amarrar su destino a ninguna. Patricia Bullrich sigue un patrón similar salvo que sus redes trascienden a todos los partidos políticos. Milei en ese sentido la tiene mucho más fácil porque al carecer de una estructura partidaria tradicional puede escoger su tren ejecutivo reclutando talentos de todos los estamentos de la sociedad argentina. Su magnética personalidad puede servir de escudo para que sus equipos ejecuten tareas impopulares sin provocar reacciones violentas de la sociedad.
Lo cierto es que los resultados de la primarias anuncian el fin de una etapa de la democracia argentina y el advenimiento de una incierta desde el punto de vista de la orientación política pero contundente en términos de el inicio de un reacomodo democrático que esta reclamando el siglo XXI.
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