La elección presidencial ya está desplegándose en Estados Unidos, con temas muy presentes y otros muy ausentes. Entre estos últimos, América Latina casi no aparece, a no ser que negativamente y en relación con la inmigración ilegal o la droga. A veces se agrega China, pero no hay estrategia de reacción ante una penetración económica que también se está transformando en geopolítica. Ni siquiera la creciente importancia de los latinos o hispanos cambia la situación.
No es algo novedoso, ya que la irrelevancia lleva décadas y la culpa es compartida. Por un lado, una potencia como USA carece de una política de Estado, por lo que está sujeta a vaivenes que cambian de administración a administración, pero junto con el nuevo siglo, Latinoamérica le dijo a USA que la dejara resolver sus problemas sola, y realmente nada ha mejorado con la prescindencia de Washington.
Lo que ha ocurrido se entiende bien al comparar dos Cumbres de las Américas. La primera de Miami 1994 fue testigo de la última expresión de política de Estado, ya que Clinton siguió adelante con la Iniciativa de las Américas de su antecesor Bush padre y le presentó a América Latina un tratado de libre comercio. En lo político USA ofrecía entonces una institucionalización democrática a través de la Carta Democrática Interamericana de la OEA, cuya aprobación tuvo la mala fortuna de coincidir con los atentados terroristas del 11 de septiembre y un cambio muy brusco de las prioridades de USA.
En todo caso, salvo países que lo aprovecharon individualmente como Chile para firmar sus propios tratados, como conjunto la región evadió y/o rechazó la oferta, y en lo político, a pesar de la existencia de la Carta, las dictaduras aumentaron en la región, sin que América Latina o Estados Unidos hicieran algo al respecto.
La fragilidad de la relación actual fue visible para todos en la última Cumbre de Los Ángeles, la que en junio de 2022 mostró que no existen hoy mayores elementos comunes, salvo temas puntuales o lazos históricos, pero nada similar a lo que se ofreció en Miami. Más aún, algunos países simplemente no asistieron y otros gobiernos, amigos de las dictaduras de la región, dieron cátedra de quien debía ser invitado por el dueño de casa. Aún más llamativo fue el hecho que nada surgió de esta Cumbre y que fue visible para todos que con impunidad diplomática, la Casa Blanca sufrió algunos desaires que de ninguna forma se le harían al presidente Xi Jinping de China, si es que este hubiese invitado.
Y si mencionamos esta situación mutua de falta de interés en el otro, es porque solo puede empeorar con el actual proceso electoral, toda vez que ni siquiera la exitosa penetración china parece despertar de su letargo a Washington, salvo declaraciones que, en algunos casos como el de la actual jefa del comando sur, despiertan mayor recelo que apoyo en la región, ya que hablan de control de las materias primas, con lo que reaparecen fantasmas ya superados por la historia.
Un problema adicional es el deterioro de la política y de la vida pública de Estados Unidos, donde todo indica que no va a mejorar en esta campaña presidencial, y, por el contrario, podría empeorar la polarización mostrada el 2016 y el 2020.
Es lo que me he permitido llamar la “latínoamericanización” de la política estadounidense. En efecto, USA ha importado algo de lo peor de la política al sur del Rio Grande, no de la mejor, aunque, por cierto, desde su independencia, USA no ha tenido ni revoluciones ni golpes de estado, tanto que el idioma inglés no tiene palabras para definir a este último, usando el francés.
A cambio, hoy encontramos abundancia de confrontación, polarización, guerra cultural, falta de acuerdo en el Congreso, virtual desaparición del centro político, rechazo a las instituciones, ausencia del consenso y del diálogo como mecanismos para alcanzar acuerdos, grupos políticos que desconfían unos de la policía, otros del sistema electoral; empobrecimiento del debate, medios de comunicación sesgados, con predominio del activismo sobre la información, etc.
Aparentemente, se ha agregado también algo de lo peor que le puede ocurrir a una democracia sana, la judicialización de la política, y aún más peligroso, fuertes presiones para que la judicatura se politice.
Lo de USA tiene todas las características de ser una guerra cultural, no una simple disputa política, una polarización tal que ha hecho que se pierda algo de lo mejor que tenía, una visión compartida del pasado, por lo que es difícil que hoy tenga una visión compartida del futuro. Es en este contexto que los hechos pierden importancia y pasan a ser reemplazados por una narrativa de buenos y malos, más propia de los relatos religiosos que de un debate democrático sano.
Las elecciones acostumbraban a definir ganadores y perdedores y a concederle prioridad o dejar en lista de espera a las alternativas de políticas públicas, pero en el actual clima predominan visiones ideológicas que están resultando inmunes a la prueba de los hechos, y aunque sean derrotadas, algunas ideas no pierden importancia para sus seguidores, que no solo mantienen el entusiasmo, sino que al parecer este se incrementa, aun en los peores momentos.
Si América Latina no figuraba antes, la actual polarización interna de USA, encuentra su espejo en la región, donde sin contar a las dictaduras, muchos gobiernos parecen no tener una política internacional que considere una relación especial con Estados Unidos, e insisten en errores históricos que van a empobrecer aún más a sus países y los van a alejar de las tendencias que parecen marcar el mundo post invasión de Ucrania, con el resultado casi seguro de nuevas oportunidades desaprovechadas y una aun mayor intrascendencia en términos de poder político y económico.
Es decir, poco o nada parece provenir desde América Latina en términos de estimular un interés bipartidista, ya que, por el contrario, hay demasiados gobiernos que parecen disfrutar de este alejamiento, aunque sin tener realmente una propuesta al respecto, ni buena ni mala, simplemente inexistente.
USA pudo haber variado su ruta hacia la polarización si se hubiesen alejado de Trump y Biden como candidatos, pero al parecer han hecho exactamente lo opuesto, y las bases republicanos y demócratas han preferido apoyar a ambos, para repetir la elección del 2020.
La división interna es una tragedia donde la ausencia de política de Estado hacia Latinoamérica es en verdad un tema menor, ya que la falta de unidad dificulta que USA pueda enfrentar de mejor forma el gran desafío geopolítico del siglo XXI, a China como único y gran rival
mundial. Una realidad donde USA sigue siendo el número 1, pero las distancias se reducen año a año, todos los años, y donde China, al parecer, ya tiene una fecha simbólica para el pretendido reemplazo, que sería para el Partido Comunista el 1 de octubre del 2049, al cumplirse el centenario de la proclamación por Mao de la Republica Popular China.
Quizás se requeriría una consulta periódica a World of Statistics para ver las variaciones en el sitial de USA, ya que en algunas donde se ubicaba cómodamente en el numero 1, hoy figura en la medianía en variados indicadores, a veces reemplazada por países de menor poder, pero de muy buena gobernanza como son, por ejemplo, los escandinavos o Nueva Zelanda, sobre todo, en temas sociales o de calidad de vida.
El problema de USA es doblemente grave, ya que con la actual polarización todo indica que el tema de la politización de la justicia ha llegado para quedarse. Por cierto, no sabemos que va a ocurrir con el ex presidente Trump y sus numerosos procesos judiciales, pero hoy todo indica que va a ganar la postulación republicana y con una buena posibilidad de regresar a la Casa Blanca.
Por cierto, puede haber cambios en un contexto donde no hay un sistema mayoritario sino un Colegio Electoral, donde quien gana un estado puede llevarse en muchos de ellos todos los votos electorales, por lo que, en realidad, no son más de 8 estados donde se define al ocupante de la Casa Blanca, al ser aquellos donde no se sabe quién puede ganar. Allí se concentra la campaña y sus recursos, ya que en otros estados puede anticiparse con alguna exactitud al vencedor. Por último, podrían agregarse terceros candidatos que pueden complicarle la vida a los dos principales, tal como ocurrió el año 2000 en Florida.
Sin embargo, no hay forma que la imagen de USA no se vea afectada por la situación donde los tribunales de justicia aparecen siendo usados para definir lo que habitualmente en democracia les corresponde a los electores. Por ahora, las denuncias parecen incluso ayudar al candidato Trump, pero no hay duda de que es poco presentable que la elección se defina en ese lugar, y pone, además, a USA en un terreno comparativo incluso con países no democráticos de la región, donde se recurre a los tribunales para evitar la competencia electoral, otro elemento de latinoamericanización.
También podría considerarse como intento de distorsión de la voluntad popular el caso del presidente Biden, donde todo indica que se prepara una acusación constitucional por parte de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes, en un país, donde por el alto estándar exigido, solo se ha usado cinco veces este instrumento, dos de ellas contra el presidente Trump en su mandato.
La novedad es que se pretende utilizar un camino indirecto para llegar al presidente Biden, investigando sospechas de delitos y fraudes cometidos por su hijo Hunter, quien es ciudadano privado, ni funcionario público ni candidato. Es decir, otra muestra de que las instituciones, a favor o en contra, están siendo utilizadas en sentido diferente a lo que dispone la norma.
La tragedia de USA es que las instituciones no están funcionando de buena forma, por lo que están siendo manipuladas. Ahora, con la justicia se estaría llegando a una nueva fase, de la cual los países usualmente no se recuperan.
USA no siempre fue una democracia. No solo por el tema de la esclavitud, sino por la desconfianza de los padres fundadores hacia las mayorías sin control, tanto que nos legaron los frenos y contrapesos como protección de los excesos, tanto que el nombre democracia no figura ni en la constitución original ni en la declaración de independencia.
Lo que siempre fue Estados Unidos es haber sido una república, y no son sinónimos. La tragedia se hace presente cuando las instituciones no funcionan bien, a lo que se agrega el hecho que porcentajes significativos de ciudadanos, hoy desconfían, unos del sistema electoral, otros del FBI, algunos de los dos.
¿Llegarán hasta el final Trump y Biden? En el caso de Trump no parece que los juicios surtidos se lo impidan, hasta pueden ayudarlo en la nominación republicana, pero la estrategia acusatoria puede ir por el lado que pueden definir un par de estados indecisos y con ello, derrotarlo en la presidencial. En el caso de Biden, el problema puede ir por sus obvios problemas de salud más que su edad, y un resultado incierto puede motivar presiones. Pero ¿cómo se hace si es que no hay primarias demócratas? ¿Es ahí donde aparece el nombre de Michelle Obama?
Por ahora es Trump versus Biden, pero en temas como América Latina no hay duda de que su escasa relevancia se mantendrá, aún con la penetración china en la región. Y como conclusión, las particulares características de esta contienda presidencial pueden acentuar esa ausencia.
@israelzipper
*PhD en Ciencia Política, Abogado, ex candidato presidencial (Chile, 2013).