Veinte naciones han concurrido a la convocatoria del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva al grito de salvemos la selva amazónica del exterminio capitalista. Entre los invitados se encuentran Luis Arce de Bolivia y Nicolás Maduro de Venezuela, ambos responsables de los mayores ecocidios sucedidos en Suramérica y cuyo fin no parece estar en cartelera.
Según el presidente de Brasil su decisión de reactivar el Pacto de Cooperación Amazónica, cuya última reunión fue hace 14 años, se debe a que la ciencia advierte que, de continuar el actual ritmo de destrucción de esta área que se extiende por 14 países, la reserva amazónica se convertirá en una suerte de sabana africana que producirá gases de carbono en lugar de oxígeno. Según analistas locales el presidente Da Silva busca liderar un movimiento progresista en América Latina que haga de la región un bloque compacto capaz de negociar desde una posición de fuerza con Estados Unidos, Europa, China y Rusia.
Pero como bien sabemos en los detalles de todo plan se oculta el diablo. El proyecto de Lula confronta severos escollos. El primero de ellos es que, excluyendo a Guyana, las naciones miembros del Pacto de Cooperación Amazónica no le otorgan prioridad alguna a este asunto. De hecho, el tratado constitutivo fue suscrito y ratificado hace 45 años aproximadamente. En ese entonces el proyecto vital era construir una autopista capaz de unir a las naciones miembros y facilitar así los intercambios entra pacto. Cuando se intentó poner en marcha el plan la mayoría de los responsables de transporte, comunicaciones y vialidad de cada país encontró que el volumen de intercambios entre las zonas seleccionadas para la construcción de la autopista no justificaba el tamaño de la inversión. El BID, por su parte, con la clarividencia que le caracteriza, indico que era necesario iniciar un ejercicio de armonización de normas de construcción y Vialidad entre los países proponentes de la autopista antes de poder siquiera establecer si podría o no financiar uno o varios tramos de la autopista o el proyecto completo. Suponemos que aun están armonizando.
El segundo obstáculo reside en el hecho que, al parecer, los pueblos de América Latina se están más entusiasmando con el estilo de vida de Estados Unidos y Europa que con lo que el señor Da Silva y sus seguidores ofrecen. Prueba de ello son los cientos de miles de venezolanos que han desafiado rios turbulentos; cocodrilos; mafias y otros azote para llegar a al frontera d estados Unidos. Como ellos colombianos, peruanos, cubanos, nicaragüenses y hondureños. asumen idénticos desafíos. Por esta razón están votando masivamente y salvo en Paraguay contra los incumbentes muchos de ellos amigos del señor Da Silva.
Luego está el pequeño inconveniente que se denomina transición democrática. Argentina y México están próximos a experimentar un cambio de guardia y lo mas probable es que quien fuera que gane va a ser una persona más cerca del centro que de los extremos socialistas que tanto admira el señor Da Silva.
Finalmente está la economía que es un factor determinante. Luego de haber perdido sin número de oportunidades históricas, las élites de América Latina se aprestan para explotar una nueva oportunidad de crecimiento que abre la economía mundial. Se trata del desarrollo agrícola integral y amistoso con el medio ambiente. El cambio tecnológico permitirá tecnificar este esfuerzo productivo y, por este camino, la región apunta convertirse en el supermercado de un mundo cada vez más ansiosa de contar con menús balanceados en la mesa familiar. Y esta nueva agenda de desarrollo no necesita de alianzas de gobiernos progresistas en la región. Lo que si requiere es de un tratamiento equitativo para el ingreso de sus productos a Estados Unidos, Japón, Europa y China. Por tanto, el uso de los recursos de poder del Brasil no estaría a la disposición de aventuras progresistas.
En vista de todas estas consideraciones la reunión de Belem do Para se asemejará mas a un Jamboree entre escolares díscolos que un reunión cumbre de poderes mundiales.
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