El Consejo de Seguridad ha instruido por consenso (una rareza en estos tiempos) al Secretario General de la ONU en el sentido de que presente un plan para enfrentar el crimen organizado en Haití. Este actor paraestatal exhibe un creciente dominio de esa nación al haberse adueñado de ni más ni menos el 80% de la ciudad capital Port au Prince.
La primera oferta de contribución ya fue formulada por Kenia, país que, en ese mundo variopinto que es el continente africano, ha mantenido un régimen democrático por espacio de 60 años y presenta condiciones de estabilidad y seguridad mejores que muchos de sus vecinos. En efecto, desde su independencia en 1963, Kenia ha mantenido una estabilidad notable, a pesar de los cambios en su sistema político y las crisis en los países vecinos. Particularmente desde el resurgimiento de la democracia multipartidista, los kenianos han disfrutado de un mayor grado de libertad.
Estos logros se deben a un acuerdo político no escrito entre las elites de mantener saludables las instituciones en que se asienta la paz ciudadana y el juego democrático. Este acuerdo está basado en una justicia independiente; un ejecutivo con poderes limitados la efectividad; en la eficacia de los entes gubernamentales que proveen al pueblo de seguridad; y educación y salud.
Así Kenia ha logrado impedir que actores para estatales violentos como el crimen organizado y los elementos subversivos penetren el país. Y sus fuerzas policiales son reconocidas mundialmente por su eficacia y por su eficiencia.
De manera que el potencial desembarco de 2000 efectivos de fuerzas policiales de Kenia quizás se convierta en el parteaguas de la historia del combate al crimen organizado en América Latina. Y el primer beneficiario de esta maniobra va a ser después de Haití, la Republica Dominicana, país que ha hecho un esfuerzo inmenso a lo largo de los últimos 30 años por transformar su estado y aprovechar las oportunidades que el cambio internacional le presenta. Así el país ha instaurado un sistema pluripartidista viable. Ha logrado independizar su poder judicial y reducir la corrupción. También gracias al tratado de Libre Comercio con Estados Unidos ha logrado trasladar eslabones de la cadena de producción de Estados Unidos a su territorio. Todos estos logros pudieran estar en peligro si la situación de Haití escala.
Por ello la intervención de Kenia no solo es oportuna sino providencial. Porque, una vez vencido el crimen organizado en algún rincón de nuestro hemisferio, el resto de las naciones querrá seguir el ejemplo del país que lo logre. Y quizás Haití, en este sentido, esté regresando a sus raíces históricas, ya que el país fue el pionero de la causa independentista en América y modelo de gobierno ilustrado por los treinta años seminales de su formación como estado nación.
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