Qué implica para la seguridad internacional la alianza China-Cuba

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Después de la Guerra Fría, Cuba y China desarrollaron una alianza sólida e integral de mutuo beneficio. Cuba, que depende económicamente de China, promueve los intereses de China en América Latina y el Caribe y le rinde beneficios estratégicos en dos grandes áreas: inteligencia militar y biotecnología/neurociencias.

Cuba no es un socio comercial o de inversión de interés, no ha podido repagar a China miles de millones de dólares en préstamos y requiere de grandes apoyos y ayudas humanitarias. Sin embargo, le ha facilitado a China una ofensiva económica, política y geoestratégica en la región que ha sido sumamente exitosa.

China se ha convertido en el primer socio comercial de América del Sur y el segundo de la región después de Estados Unidos. El intercambio comercial, que creció de USD 12.000 millones en 2000 a USD 445.000 millones en 2021, le aseguró a China nuevos mercados y acceso privilegiado a materias primas. Los USD 150.000 millones otorgados en préstamos por China le han dado control sobre proyectos de infraestructura crítica, incluidos 56 puertos y telecomunicaciones en 29 países. Militares de la región ahora reciben capacitación en ciberseguridad y doctrina militar en China. Todo esto acelera los riesgos de actividades comerciales malignas, coerción política y económica, así como ataques asimétricos a la infraestructura. Además, ha impulsado la fusión cívico-militar de China, estrategia que busca convertir al ejército chino en el más avanzado del mundo y capaz de derrotar a Estados Unidos.

En junio pasado, The Wall Street Journal informó que Cuba y China estaban operando conjuntamente cuatro instalaciones de espionaje electrónico en Cuba y negociando sobre el establecimiento en la isla de una instalación de entrenamiento militar. Por años se ha informado que desde los años noventa, China le vende equipo militar y brinda capacitación a Cuba a la vez que participa en proyectos militares y de inteligencia conjuntos. La presencia china en estaciones de espionaje radioelectrónico en Cuba (de “inteligencia de señales” o SIGINT por sus siglas en inglés) se remonta a la década de los noventa; un desertor informa que incluso comenzó en los años ochenta. Los detalles sobre la participación de China no están claros, pero se ha informado que ésta le proporciona a Cuba equipos, suministros y capacitación técnica a cambio de poder tener una presencia en la isla y de compartir la inteligencia que se recoge. Las actividades radioelectrónicas se han camuflado en transmisiones de Radio China desde Cuba y en la construcción por parte de China de la infraestructura de telecomunicaciones de Cuba.

Durante mucho tiempo numerosos desertores han informado que el régimen comunista cubano siempre ha recogido una gran cantidad de inteligencia sobre los Estados Unidos y otros países que comparte con sus aliados por remuneración y para fortalecer las relaciones. Según un alto oficial cubano entrevistado confidencialmente, la Brigada Radioelectrónica de Cuba (BERE), que es parte de la División de Inteligencia Militar, actualmente dirige sus operaciones SIGINT desde una instalación subterránea al sur de La Habana. La prioridad de la brigada siempre ha sido interceptar todas las comunicaciones militares de Estados Unidos que estén a su alcance en los Estados Unidos continental, América Central, el Caribe y el norte de América del Sur. También monitorea sistemáticamente a la población cubana y a objetivos extranjeros en Cuba, además de manejar las comunicaciones encriptadas con sus embajadas, centros de inteligencia y vasta red de espías en todo el mundo.

Con la ayuda de China, Cuba también ha utilizado la tecnología informática para monitorear a Venezuela estratégicamente y extender el autoritarismo digital regionalmente. Los ejércitos de trolls de Cuba han ayudado a promover sus intereses en el ciberespacio y la guerra informática ha llegado a confundir a los controladores de tráfico aéreo en Nueva York e interferir transmisiones pro democracia hacia Irán.

Según el gobierno de Estados Unidos, en 2019 se expandió el espionaje electrónico de China desde Cuba. Coincidentemente, en medio de una crisis económica, Cuba importó equipos de transmisión chinos en volúmenes notablemente altos. Entre 2016 y 2021, la cifra aumentó considerablemente a USD 276,6 millones superando las importaciones de alimentos y productos médicos de China mientras disminuía el monto total de las importaciones.

Otro pilar fundamental de la relación Cuba-China es su alianza estratégica en biotecnología, que se alinea con un mandato del gobierno chino de expandir su industria biotecnológica para superar la de Estados Unidos y Occidente. China se ha apoyado en los conocimientos y la experiencia de Cuba con transferencias de tecnología en al menos 30 proyectos biotecnológicos colaborativos. Esto es preocupante porque Cuba ha tenido capacidades para la guerra biológica desde la década de 1980 y varios desertores habían informado hasta principios de los 2000 sobre un presunto programa de guerra biológica.

Cuba y China también realizan investigaciones conjuntas en neurotecnología y bioingeniería, y están desarrollando cinco productos neurotecnológicos. Los programas de control mental y neurociencia de Cuba se remontan a la década de los sesenta y se han utilizado para torturar a opositores políticos y a prisioneros de guerra estadounidenses en Vietnam. Desde la década de 1980, Cuba ha desarrollado fármacos y tratamientos neurológicos novedosos a través de prácticas experimentales de cuestionable seguridad y con déficits éticos, así como denuncias de atrocidades.

El gobierno de Estados Unidos ha estado advirtiendo que China busca adquirir tecnología para predominar en los sectores de biotecnología y neurociencia. En diciembre de 2021, Estados Unidos prohibió las exportaciones y transferencias a la Academia de Ciencias Médicas Militares de China y a once entidades que se cree están involucradas en el desarrollo de armamento de control mental para dominar a los ciudadanos chinos y reprimir a las minorías. Varios informes del Ejército Popular de Liberación han detallado las investigaciones en guerra de control mental que están en desarrollo con tecnologías destinadas a someter al enemigo y los equipos de “neurodefensa” y microchips de implante cerebral para defenderse de dichos ataques.

Es difícil adquirir pruebas sobre estas actividades ilícitas. Las operaciones militares y de inteligencia son intrínsecamente secretas y las instituciones de biotecnología y neurociencia operan con estrictos controles bajo los dos estados autoritarios de China y Cuba. Por lo tanto, debe realizarse un examen exhaustivo de todas las amenazas potenciales. La comunidad internacional debiera exigir una inspección experta de las instalaciones biotecnológicas de Cuba, incluidas sus actividades internacionales y exportaciones, para verificar que se está cumpliendo con la Convención de Armas Biológicas. Asimismo, deben examinarse las colaboraciones en neurociencia que tengan capacidad de uso dual.

Estados Unidos tiene leyes y regulaciones vigentes que, de aplicarse plenamente, contendrían mejor a Cuba, frenarían los recursos para la dictadura y ayudarían al pueblo cubano a lograr su libertad. Debiera realizarse una revisión exhaustiva para asegurar que se están aplicando plenamente, comenzando con las requeridas por la designación de “Estado Patrocinador del Terrorismo”, la Ley de Libertad y Solidaridad Democrática Cubana (Helms Burton) y la Ley Sobre las Víctimas de Trata de Personas. Si la economía cubana y la hegemonía del régimen continúan debilitándose, China tendría que reevaluar sus inversiones en la isla caribeña. Y la región se beneficiaría enormemente de una Cuba libre y democrática.

María C. Werlau es cofundadora y directora de Archivo Cuba. Este artículo se basa en un trabajo académico que se publicará a fines de 2023.

Este artículo se publicó originalmente en theglobalamericans.org

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