La continuidad de Maduro será mortal para toda la región, pero muy especialmente para Brasil y Colombia

Aunque parezca que la cifra de 7,4 millones de migrantes es exorbitante, todavía puede crecer mucho más.

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Miguel González y su familia, todos de origen venezolano, caminan en Santa Elena, Venezuela, hacia el transporte que los llevará a la frontera con Brasil, el miércoles 5 de abril de 2023. (AP Foto/Matias Delacroix)
Miguel González y su familia, todos de origen venezolano, caminan en Santa Elena, Venezuela, hacia el transporte que los llevará a la frontera con Brasil, el miércoles 5 de abril de 2023. (AP Foto/Matias Delacroix)

Las encuestas, los números recientes y el clima nacional indican que lo peor de la migración venezolana estaría por llegar. La posibilidad de un cambio político en el 2024 mantiene en el refrigerador el proyecto migratorio de innumerables venezolanos, aspirando reencontrarse con sus familiares en suelo patrio y no en el exterior. Sin embargo, ese anhelo está atado a una circunstancia exógena: la posibilidad de elecciones competitivas que deriven en una transición democrática en Venezuela.

Hago este paréntesis porque me llamó poderosamente la atención las cifras que acaban de anunciar las autoridades brasileñas sobre el aumento descomunal del flujo de venezolanos hacia ese país. Durante los primeros tres meses de este año, ingresaron a Brasil 51.838 migrantes y refugiados venezolanos. Una media de casi 600 venezolanos al día. Esto nos ratifica una realidad que venimos advirtiendo y es que la migración no ha parado, solo que se ha hecho menos visible, lo cual es más doloroso.

En el mismo informe se señala que desde enero de 2017 hasta abril de este año, entraron a Brasil 903.279 venezolanos. El Estado brasileño ha tenido una política de acogida fraterna con los venezolanos. La Operação Acolhida diseñada por Brasil ha permitido una eficiente articulación entre diversas organizaciones para ofrecer un plan de respuesta conforme a principios humanitarios.

No deja de sorprender que, pese a estas cifras de aumento de la migración, el presidente de Brasil insista en mantener su posición de defensa y complicidad con la dictadura venezolana. Los más de 50.000 venezolanos que se han ido a Brasil este año son un portazo en la cara a la intención de Lula Da Silva de blanquear a Maduro. El presidente debería acercarse a cada uno de estos venezolanos y preguntarles el motivo de su exilio, estoy seguro que ninguno dirá que es una narrativa la persecución política y la crisis humanitaria causada por el régimen.

La organización de ese gran universo de venezolanos en Brasil es menester para poder ejercer presiones sobre el gobierno de Lula, de cara a los próximos comicios que se celebrarán en Venezuela. Brasil por su tradición histórica, por el peso internacional de su cancillería y por la cercanía de Lula con Maduro, puede desempeñar un papel de extrema relevancia en la búsqueda de una salida política a la crisis venezolana.

Hay una verdad irrefutable y es que la continuidad de Maduro será mortal para toda la región, pero muy especialmente para Brasil y Colombia por su cercanía con Venezuela. Sera la continuidad de la migración venezolana, pero con especial énfasis a Brasil y Colombia por ser frontera con Venezuela y además porque son de las pocas plazas que no imponen requisitos de visa para el ingreso de nuestros connacionales. Soy de los que pienso que no hemos visto aún el punto máximo de la migración venezolana. Aunque parezca que la cifra de 7,4 millones de migrantes es exorbitante, todavía puede crecer mucho más.

Aunque eso no sea lo más peligroso de la prolongación del régimen de Maduro, ya que su continuidad, también será la continuidad del crimen organizado que actualmente está fortaleciendo las redes de delito que hay en Brasil y en Colombia, y que se nutren del oro venezolano, así como del narcotráfico. Grupos delictivos que encuentran en el Estado fallido venezolano las mejores condiciones para su propagación, llegando incluso a establecer relaciones con megabandas venezolanas que azotan las ciudades principales de estos países.

Migrantes venezolanos sentados junto a la pared de un edificio mientras se resguardan de la lluvia, en Matamoros, México, el sábado 13 de mayo de 2023. (AP Foto/Fernando Llano)
Migrantes venezolanos sentados junto a la pared de un edificio mientras se resguardan de la lluvia, en Matamoros, México, el sábado 13 de mayo de 2023. (AP Foto/Fernando Llano)

En este sentido, desde la oposición venezolana creemos que Brasil y Colombia en cabeza de sus mandatarios pueden ayudar a desenmarañar la situación venezolana, sirviendo de interlocutores con el régimen y convenciendo a Maduro y su círculo que lo mejor para el futuro de la región es convocar a un proceso electoral que cumpla con las garantías mínimas para que el pueblo venezolano decida su futuro. A Lula Da Silva y a Petro les llega una oportunidad de oro de trascender, de convertir sus narrativas en realidades, pero sobre todo de salvar sus propios países. Hasta ahora han cumplido un papel muy triste en esta historia, especialmente Lula, pretendiendo reinsertar a Maduro en el concierto regional como si se tratase de un gobernante electo democráticamente o como si las condiciones que llevaron al aislamiento internacional hubieran cesado. Hasta ahora solo han sido edecanes del plan perverso de Maduro, su interés de que Venezuela sea contemplada como parte del paisaje, imponiéndose así el pragmatismo económico sobre los derechos humanos y la solidaridad ideológica sobre el sufrimiento de millones. Pero siempre hay que creer que las historias no son lineales, y que la política puede volver a la sindéresis, a los principios y sobre todo a que los intereses nacionales priven por encima de cualquier consideración.

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