En un rincón de la Comuna 7 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un mural se alza majestuoso, teñido de los colores amarillo, azul y rojo, como un faro de esperanza y resistencia en memoria de 294 valientes ciudadanos. Ellos fueron arrebatados por la sombra de la dictadura de Nicolás Maduro, durante las protestas ocurridas en Venezuela entre los años 2014 y 2022.
Esta obra trasciende un simple mural, pues encarna el sufrimiento y la pérdida, pero también la indomable fortaleza y el compromiso inquebrantable con los derechos humanos. Es un testimonio vivo de nuestra memoria colectiva, una llama que se niega a ser apagada u olvidada.
Para los más de 250 mil venezolanos que ahora llaman hogar a Argentina, y para los millones esparcidos por el mundo, este mural en honor a las víctimas de las protestas va más allá de una expresión artística. Es un recordatorio constante de nuestra resistencia y nuestra incansable lucha por un país libre, democrático y justo. Cada nombre escrito en la placa que acompaña la pintura (lista lograda gracias a las organizaciones venezolanas Provea y Justicia Encuentro y Perdón) representa a un ser humano que tuvo el coraje de enfrentarse a la opresión y al abuso de poder. Representa una vida perdida, un sueño truncado, pero también un grito de resistencia que se niega a ser silenciado. Son símbolos de una nación que, a pesar de los obstáculos y la represión, se niega a rendirse.
Este lugar, es el resultado de años de lucha también en tierras extranjeras. Es el fruto de innumerables horas de trabajo de defensores de derechos humanos, periodistas, políticos y ciudadanos comprometidos que son testimonio constante de lo que ocurre en Venezuela. Es también un tributo a los valientes venezolanos que han encontrado refugio en Argentina, cuyo pueblo ha abierto la puerta a tantos en busca de una vida digna. Desde ahora, este espacio único en el mundo será un santuario para honrar a 294 inocentes que se han convertido en parte de nuestra memoria colectiva.
La memoria es el pilar fundamental sobre el cual se construye el futuro de una sociedad. Recordar los momentos dolorosos y las injusticias cometidas es esencial para evitar que se repitan. En el caso de Venezuela, nuestra memoria adquiere un valor aún más profundo. No solo recordamos lo sucedido, sino lo que aún continúa sucediendo. Es una llamada incesante para nunca olvidar las atrocidades perpetradas por un régimen dictatorial al que debemos vencer, y para mantener viva la historia de aquellos que perdieron la vida en aras de la libertad, así como para evitar más muertes y sufrimiento.
¿Quién puede olvidar a aquellos primeros caídos de las protestas de 2014? ¿Quién puede borrar de su memoria la angustia que nos consumió durante esos largos y dolorosos seis meses de protestas en 2017? Cientos de miles de venezolanos tomaron las calles con valentía, pero no todos regresaron a sus hogares. Vivimos esos días con el terror de escuchar cada jornada los números de muertos, temiendo que el siguiente nombre que resonara pudiera ser el de un ser querido. A pesar de la conciencia del peligro, nuestra convicción en la necesidad de cambio superaba, y sigue superando, cualquier temor.
Este mural, por ello, también es un tributo a los familiares, aquellos que aún no han encontrado consuelo y que persisten incansablemente en la búsqueda de justicia. Ellos trabajan día a día para mantener vivos a sus hijos en la memoria de los venezolanos y del mundo entero, que los abraza en un gesto solidario, acompañando ese grito por justicia.
No podemos permitir que la memoria se desvanezca con el tiempo. Es nuestra responsabilidad mantener viva la llama de la indignación y la exigencia de justicia. Cada vez que nuestros ojos se posen en ese mural, debemos recordar que la lucha aún no ha terminado, que hay millones de personas de Venezuela que anhelan un futuro mejor. Debemos comprometernos a no dar la espalda a su dolor y a seguir presionando por un país libre y democrático. Debemos trabajar en conjunto con cada demócrata en el mundo, como lo hemos hecho esta vez con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
No debemos bajar los brazos. No podemos permitirnos el lujo de olvidar.
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