La primicia la dio Andrea Mitchell de MSNBC. El misterioso polvo blanco encontrado en uno de los salones de la Casa Blanca por el Servicio Secreto es ni más ni menos que cocaína. Se trata entonces de la consagración del más exitoso producto de exportación de América Latina al mundo: porque al estar presente en el sitial de poder de la nación líder del mundo libre se comprueba la capacidad de sus productores y distribuidores de penetrar las instancias del poder del mundo para usarlas como plataforma de sustento del negocio. Y así como se hizo presente en una sala de la Casa Blanca seguro que también habrá cocaína en las diversas estancias de poder de nuestro hemisferio como parece demostrarlo las conversaciones hackeadas a Armando Benedetti, ex consejero del presidente de Colombia.
Porque más allá de quién fue el agente introductor del producto en la residencia del presidente de los Estados Unidos, el hallazgo revela por una parte una cultura de permisividad que de seguir su curso bien puede roer las raíces de esa república creada en 1776 y sobre la cual Benjamin Franklin alertó que era necesario cuidarla para poder mantenerla. Porque de lo que se trata pura y duramente es de cometer un crimen dentro de la residencia presidencial, ya que el consumo de cocaína está tipificado como delito federal. Cuando alguien se atreve a cometer un delito federal en la residencia del jefe del estado norteamericano estamos en presencia de alguien que no acata el ordenamiento jurídico y por tanto carece de adhesión al principio matriz de toda república: sometimiento al estado de derecho.
Y visto desde otro ángulo el tema es realmente aterrador porque nos revela el triunfo de un actor no gubernamental sobre las instituciones republicanas de Estados Unidos y el resto del mundo. Ese actor es el crimen organizado transnacional. Según el Proyecto Milenio, “el crimen organizado transnacional representa entre el 3% y el 7% del PIB mundial anualmente; en conjunto, eso sería de $ 4.7 billones por año, que es más del doble de todos los presupuestos anuales militares del mundo combinados ($ 1.9 billones)”. Aproximadamente el 40% de estos ingresos son atribuibles a la producción y distribución de drogas. De allí que no nos deba extrañar que haya llegado la cocaína hasta la Casa Blanca, esa masa de recursos hace imposible detener la penetración de las drogas en cualquier sociedad a cualquier nivel.
Lo triste del suceso va a ser que en lugar de servir de catalizador para que los poderes fácticos y reales de Estados Unidos se sienten a pensar en políticas alternativas para enfrentar este reto, lo que vamos a ver es cómo cada uno usa el incidente para sacar partido electoral. Y, por lo tanto , el acontecimiento servirá para encender el fuego de un debate baladí sobre quién era el usuario de la cocaína y sobre las deficiencias de la requisa a los empleados y visitantes del recinto presidencial. Y así continuaremos enfrascados en una absurda discusión mientras el crimen organizado transnacional obtiene un billón de dólares más con la producción y tráfico de cocaína.
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