Carlos Alberto Montaner ha muerto a sus 80 años y con su partida nace el legado del ser humano e intelectual que dedicó su vida a la libertad, la democracia y los derechos humanos. Preso político, exiliado, periodista, escritor, historiador, analista, conferencista, emprendedor y político, Carlos Alberto, con su vida, su obra y su conducta, instituye el legado de un humanista de extraordinaria generosidad, talento y valentía.
Por su natural militancia en la libertad, siendo menor de edad fue preso político de la dictadura castrista de Cuba y fue internado de la prisión de menores Torrens de donde escapó al mundo libre, en el que se convirtió en uno de los más importantes líderes y referentes de la lucha contra el crimen organizado que detenta el poder de su Patria desde hace más de 64 años.
Carlos Alberto el exiliado, se consagró como periodista, columnista, analista, escritor, novelista y en toda actividad que emprendió con el permanente objetivo de liberar a Cuba, recorriendo prácticamente todas las Américas y el mundo con ese propósito. En determinado momento fue visto y proclamado como el presidente que la Cuba libre necesitaba y merecía.
Conocí a Carlos Alberto a principios de este siglo en Miami cuando se trasladó de España para ser la estrella de programas y análisis de CNN y desarrollamos un extraordinaria e íntima amistad resultado de nuestra visión común de la realidad, pero sobre todo de su generosidad. Esta relación nos permitió hacer y participar en muchas actividades conjuntas entre las que destacan haber tenido el honor de ser el Director Ejecutivo de su Presidencia de más de 6 años en el Interamerican Institute for Democracy, entidad a la que fortaleció y enriqueció con su gran experiencia y capacidad de trabajo.
Cuando Carlos Alberto se enteró de la enfermedad que terminó matándolo, estábamos reunidos solos en el Interamerican, filosofando y trabajando sobre los temas que lo apasionaban, pero la noticia fue tan mala que al poco tiempo decidió dejar la Presidencia, aunque aceptó dirigir el Fondo Editorial para incentivar la publicación de obras en español e inglés, tarea que cumplió hasta el final. En su gestión nos regaló la publicación de varios de sus libros de su autoría, textos educativos, foros y eventos bajo su conducción y produjo la serie audiovisual “Conversando con Carlos Alberto Montaner”.
La “generosidad es el hábito de dar o compartir con los demás sin esperar recibir nada a cambio” y esa era la conducta habitual y diaria de Carlos Alberto Montaner; “obrar con magnanimidad y nobleza de ánimo”, un ser noble que siempre estaba abierto a escuchar, a ayudar y a encontrar la parte positiva de cada persona o asunto. Nunca lo escuché hablar mal de nadie y cuando lo provoqué en reiteradas ocasiones para que emita una opinión por lo menos cáustica su respuesta era una sonrisa. A los enemigos de la libertad siempre los trató con firmeza, pero con fundamento e irrefutables pruebas. El no tenía enemigos, tenía principios y valores.
Su condición de exiliado y periodista mostró los talentos de Carlos Alberto, que con su natural inteligencia forjó un gran bagaje de aptitudes para el análisis, la investigación social y política, el liderazgo, el estudio de diversos temas, el desarrollo de sus apasionantes novelas y una conducta firme e intachable. El talento es inteligencia aplicada y en el caso del “Gran Líder” -como cariñosamente lo llamábamos algunos amigos- fue una cualidad aplicada al servicio de las buenas ideas, las buenas causas y los pueblos.
Carlos Alberto fue víctima de apresamiento cuando era menor de edad y luego de persecución, hostigamiento, asesinato de reputación, atentados y toda suerte de presiones y acciones directas e indirectas destinadas a acallarlo y/o echar sombras sobre su persona y obra. Todas las miserias contra Montaner fracasaron porque toparon con su valentía personal, su “decisión y firmeza para hacer frente a sus adversarios, sus miedos, inquietudes y dudas” además lo hacía pacíficamente, con su palabra y su pluma como armas fulminantes.
La valentía de Carlos Alberto se hizo patente desde su fuga de las cárceles castristas, su entrenamiento como voluntario para la invasión a Cuba -que me comentó personalmente- y que quedó en preparación, hasta el desafío público y permanente a la dictadura y sus satélites, en acciones grandes y pequeñas y su conducta cotidiana fundada en la defensa de la verdad y la libertad. La valentía de este querido amigo era de cada día, luchando casi sin recursos contra las atrocidades del crimen organizado trasnacional multimillonario disfrazado de narrativa revolucionaria.
La valentía final fue su partida, aplicando el más grande principio que hizo suyo, la libertad.
* El autor es abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy.
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