La elección de Santiago Peña, un economista y miembro conservador del regente Partido Colorado de Paraguay, da a los latinoamericanos de centro-derecha razones para esperar que la marea se esté volviendo en contra de la ola socialista que se ha extendido por la región en los últimos años.
Antes de la victoria de Peña, en cinco de las últimas seis elecciones presidenciales en América Latina han sido elegidos líderes de izquierda, muchos de los cuales muestran signos de autoritarismo y antiamericanismo vehemente.
El presidente de Colombia Gustavo Petro ha purgado a políticos moderados de su coalición de gobierno tras la celebración de una conferencia internacional para encubrir el régimen criminal de Maduro en Venezuela. La presidenta de Honduras, Xiomara Castro abandonó a Taiwán a la deriva de la China comunista. El recién electo presidente de Brasil, Lula da Silva, viajó a Beijing para promover el fin del dominio del dólar estadounidense en el comercio mundial y después criticó el apoyo de occidente a Ucrania tras la agresión rusa.
Y eso fue apenas el mes pasado.
Muchos votantes que empujaron la balanza a favor de estos líderes izquierdistas ahora se dan cuenta de que eligieron mal. Los empresarios latinoamericanos de las cinco economías más grandes de la región, incluidas Colombia y Brasil, retiraron aproximadamente USD 137 mil millones fuera de sus países en 2022 y en 2023, según fuentes de la Aduana y la Patrulla Fronteriza, los colombianos se convirtieron en la segunda mayor nacionalidad en llegar a la frontera sur de EEUU. La fuga de capitales y la emigración son las consecuencias directas de las políticas de izquierda de Petro y Lula.
Sin embargo en otros lugares, las cosas están empezando a cambiar.
En un golpe al presidente izquierdista Gabriel Boric los chilenos, el 7 de mayo, han votado abrumadoramente para que los partidos conservadores redacten una nueva Constitución. Las próximas elecciones presidenciales en Guatemala y Argentina a finales de este año podrían ver ganar a los candidatos conservadores. ¿Podría ser este el comienzo de un cambio hacia la derecha en el hemisferio?
Entre 2012 y 2018, América Latina vio al menos 10 presidentes pro-mercado y pro-Estados Unidos llegar al poder. Se concentraron en arreglar las carteras financieras de su país y fortalecer las relaciones con Estados Unidos. A excepción de Perú, que tuvo seis presidentes en seis años, todos terminaron sus mandatos con un balance nacional más saludable. Pero, eso no se tradujo necesariamente en popularidad. A excepción de Bolsonaro en Brasil, la mayoría de estos presidentes conservadores terminaron su mandato con índices de aprobación más bajos que cuando comenzaron, en consecuencia, fueron sucedidos por candidatos de extrema izquierda.
Entre los muchos errores cometidos por los conservadores de América Latina está que se centraron demasiado en las políticas y no lo suficiente en los mensajes populares. En resultado sus países fueron víctimas de brutales campañas de desinformación que fomentaron disturbios organizados y protestas violentas. El 2019 en Chile, un simple aumento de cuatro centavos en las tarifas del transporte público provocó violencia, destrucción de la infraestructura del país y, en última instancia, la elección de un marxista de 35 años, algo similar sucedió en Colombia.
El análisis forense digital encontró que la desinformación extranjera representó al menos el 30 por ciento del ruido online durante las protestas chilenas de 2019. El mismo escenario le siguió a Colombia en 2021, donde la injerencia de Venezuela y Rusia agudizó la crisis. Estas campañas en el extranjero debilitaron irreversiblemente a los gobiernos conservadores de Colombia y Chile, quienes confiaron en estrategias de reelección convencionales frente a una amenaza no convencional y ambos países fueron reemplazados por gobiernos de izquierda.
Los políticos radicales de izquierda capitalizaron estos errores utilizando redes no estatales para afianzar su poder. Incluso después de dejar el cargo, autócratas como el ecuatoriano Rafael Correa o el boliviano Evo Morales siguieron siendo poderosos. Sus movimientos de base sobre el terreno alineados horizontalmente atacaron persistentemente a sus sucesores, lo que les permitió controlar la narrativa política en sus países. Las victorias de la izquierda en América Latina han llevado a un realineamiento geopolítico a favor de China, Rusia e Irán.
Desafortunadamente, no está claro que los conservadores latinoamericanos hayan aprendido estas lecciones. Al día siguiente de ganar la presidencia, el paraguayo, Peña reconoció a los peores dictadores de América Latina y a sus clientes rusos, chinos e iraníes en Caracas y la Habana.
Si la nueva derecha latinoamericana retomara y mantuviera el poder en toda la región, deberá adoptar una visión política que abarque la libertad individual y la libertad económica, al tiempo que priorice la soberanía nacional y la seguridad nacional. Eso no es consistente con coquetear con las ambiciones neo-imperialistas de China. La mitad de la región enumera a la República Popular China como su principal socio comercial, pero eso no significa que deba aceptar su coerción económica. Para América Latina, crear distancia con China al priorizar las relaciones con occidente y Taiwán no es solo importante para mantener buenas relaciones con EEUU, es fundamental para su propia soberanía y estabilidad para sus pueblos.
En resumen, la migración masiva, el crimen y la violencia, la inflación, la pobreza y la inseguridad alimentaria van en aumento en América Latina. Pero, también esta creciendo una nueva conciencia conservadora que anhela nuevos líderes.
Paraguay, Guatemala y Argentina tienen la oportunidad de corregir el error en 2023. Con una China en ascenso y otros malos actores en sus costas, esta podría ser la última oportunidad de América Latina para un progreso significativo. Es hora de que la nueva derecha en América Latina esté a la altura de las circunstancias.
Joseph M. Humire es el director ejecutivo del Center for a Secure Free Society (SFS) y visiting fellow del Heritage Foundation.
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