La bipolaridad ascendente y las restricciones sobre las conductas externas de Argentina y Brasil

Para bien o para mal, dependiendo de la capacidad de los países para adaptarse y aprovechar las oportunidades, Sudamérica en general y el Cono Sur en particular, pasarán a tener su mayor relevancia estratégica en muchas décadas

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El presidente de Argentina, Alberto Fernández, y su para brasileño Luiz Inacio Lula da Silva se reúnen en la VII cumbre de jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Buenos Aires, Argentina, el 24 de enero de 2023. REUTERS/Agustin Marcarian
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, y su para brasileño Luiz Inacio Lula da Silva se reúnen en la VII cumbre de jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Buenos Aires, Argentina, el 24 de enero de 2023. REUTERS/Agustin Marcarian

Uno de los aspecto llamativos del actual y convulsionado escenario internacional, es la ausencia de consensos tan básicos y fundamentales como definir si la estructura del poder global es bipolar (EEUU y China) o multipolar restringida (EEUU, China y Rusia, si bien como el vértice mas débil del triángulo) o multipolar ampliada (EEUU, China, Rusia, India, Alemania y Japón). Entre mediados del siglo XV y 1945, o más bien 1943 cuando era evidente la derrota nazi, nadie dudaba de la existencia de un esquema multipolar. Pos fin de la Segunda Guerra, no se ponía en duda el bipolarismo. A partir del derrumbe del imperio soviético en 1989, el consenso era la existencia de un momento unipolar americano.

En la actualidad el único acuerdo es que ese momento quedó atrás. En el ensayo del 2021 junto a Roberto Russell titulado Periferias turbulentas y penetradas: su papel en la expansión de los intereses de seguridad de Estados Unidos en América Latina, queda claramente definido el actual sistema internacional como bipolar. Las serias dificultades militares de Rusia a partir del inicio de la guerra en febrero 2022 así como la creciente dependencia rusa del poder chino, parecen reforzar la mitad de la biblioteca que tiende a ver una ascendente bipolaridad. En el mismo ensayo, destacamos que para bien o para mal, dependiendo de la capacidad de los países para adaptarse y aprovechar las oportunidades, la región Sudamérica en general y el Cono Sur en particular, pasarán a tener la mayor relevancia estratégica en muchas décadas.

Quizás haya que remontarse a casi 90 años atrás en plena puja entre EEUU y la Alemania nazi por influenciar en las decisiones de Argentina y Brasil. Algunos rasgos de esa nueva realidad parecen ponerse en evidencia en recientes situaciones que han enfrentado las políticas exteriores de Buenos Aires y Brasilia. En el caso argentino, un periodo de casi 20 años del kirchnerismo confrontando a nivel simbólico con los EEUU, termina con una peregrinación permanente de ministros y funcionarios a Washington para pedir ayuda y compresión a la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro y con ello mayor flexibilidad del FMI frente a los incumplimientos. La esperanza es que la piedad del detestado poder americano ayude a tener para el momento de las elecciones la oportunidad del variopinto oficialismo de llegar a la segunda vuelta y poder retener la provincia de Buenos Aires para desde ahí buscar socavar al próximo gobierno.

Una larga lista de iniciativas con China parecen congeladas hasta nuevo aviso, tales como la compra de aviones de combate, un puerto en Tierra del Fuego, una nueva central nuclear, una eufórica marcha a sumarse a los BRICS junto a Irán, etc. Desde ya no se congeló aquello en donde China puede ayudar a la asfixia financiera Argentina tal como es un uso más intensivo del swap. Con respecto a Rusia, parece que hubiesen pasado 100 años desde que Alberto Fernández dijo, con micrófono abierto, que Argentina sería la puerta de ingreso ruso a América Latina y que era fundamental superar instituciones como el FMI. Ni que decir del énfasis K en que las vacunas contra el COVID fuesen en gran medida rusas y chinas. Incluyendo un video conferencia con Putin. A ello se agrega lo que se perfila como la bendición K a la candidatura del actual Ministro de Economía, el cual nunca ha negado su simpatía por el poder de EEUU y el capitalismo occidental. En el 2019, la actual vicepresidenta argentina buscó un ex contundente crítico de ella y con un perfil de centro izquierda y supuesto admirador de la socialdemocracia europea. Un operador más que un político forjado en las batallas por el voto popular. En 2023, el elegido se ubica en la centro derecha, admirador de EEUU, con fluidos contactos con sectores republicanos de la Florida y una carrera más ligada a batallas por los votos.

Llegado a éste punto, pasemos al caso del verborragico y polémico Lula III. Durante su reciente viaje a China volvió a la carga con el tema de poner fin a la guerra en Ucrania. En la visión de algunos, humo retórico para que se hable menos de los problemas internos y de los misteriosos hechos del 8 de enero en Brasilia. Para otros, búsqueda acelerada de posicionar a Brasil como actor activo de un supuesto mundo multipolar. Algunos de los grandes hits de Lula III en China fue atribuirle responsabilidad a Ucrania en el estallido de la guerra, a la OTAN por ayudarla y destacar el rol de los BRICS como mecanismo para ir superando el uso del dólar como principal moneda en la economía mundial. Luego de una lluvia de críticas en Brasil y en el exterior, adelantó varios días su viaje a Portugal. Evitando estar en una Brasilia aún muy alterada por sus comentarios y en plena publicación de un comprometedor video de una persona de extrema confianza de Lula y de su seguridad, cómodamente paseando por el palacio presidencial en plena invasión del 8 de enero. Ya en Europa, Lula III matizó su euforia anti occidental que mostró en China pero evitando contestar o diciendo no entender ciertas preguntas básicas sobre sus posturas en Beijing. Para coronar todo, su mano derecha en política exterior le comentó a la prensa que la gira por China había sido más productiva que la visita de pocos meses atrás de Lula a Washington. Quizás los que en la Casa Blanca se apuraron para darle a Lula una rápida reunión con Biden para mostrar la distancia con el Bolsonaro amigo de Trump estén meditando si hicieron bien.

Para terminar, quizás no sea casual que Lula III haya elegido Beijing para lanzar un conjuntos de andanadas que no se han visto en la política exterior brasileña en muchas décadas. Como mínimo desde el regreso de la democracia en 1984. De tal magnitud, que el vocero del Consejo de Seguridad Nacional de los EEUU salió con durísimas declaraciones. Afirmando que el gobierno brasileño parecía limitarse a repetir propaganda rusa. Como dijimos al comienzo de ésta nota, la naciente bipolaridad requiere de una visión aguda, informada y realista de nuestros países. Los errores y sobreactuaciones tendrán costos materiales y simbólicos muchos mas altos que durante el momento unipolar. Washington ya no tendrá la paciencia de antes y China ya ha demostrado la virulencia de sus reacciones cuando países de África y Asia han incumplido sus promesas.

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