Deforestación y malaria: una relación peligrosa contra el bienestar del país

Julio Aguirre, investigador CIUP de Universidad del Pacífico, advierte que la deforestación no solo tiene implicancias para la conservación de nuestros ecosistemas sino también para la salud de la población.

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La deforestación no solo altera
La deforestación no solo altera los microclimas, sino que el cambio de uso del suelo del bosque hacia uso agrícola o para desarrollar infraestructura. (Andina)

La deforestación sigue siendo un problema grave en el mundo. Según la Global Forest Watch, entre los años 2002 y 2021, se perdió un total de 68.4 millones de hectáreas de selva tropical primaria (equivalente al área de Madagascar). La gravedad del asunto está en que la deforestación no solo tiene implicancias para la conservación de nuestros ecosistemas sino también para la salud de la población debido a su influencia en la transmisión de la malaria. En el Perú, para el mismo periodo, de acuerdo con cifras del Ministerio del Ambiente (MINAM), conforme se deforestaron casi 2.3 millones de hectáreas de bosque (casi equivalente al área de Huancavelica), la cantidad acumulada de casos de personas infectadas con malaria llego a casi 1 millón, según datos del Ministerio de Salud (MINSA).

La deforestación no solo altera los microclimas (al reducir la sombra, aumentar el movimiento del aire, cambiar el régimen de humedad y alterar los patrones de lluvia) sino que el cambio de uso del suelo del bosque hacia uso agrícola o para desarrollar infraestructura (como carreteras o represas) ha llevado a los vectores de la malaria a buscar nuevos lugares para reproducirse. Algunos estudios señalan que el Anopheles darlingi, el vector de mosquitos más común en la Amazonía peruana puede dispersarse desde sus reservorios de reproducción para infectar a humanos a una distancia de hasta 7.2 Km., lo que incluso sugiere que la influencia de la deforestación en los contagios de malaria podría extenderse más allá de las áreas locales afectadas por la deforestación hacia áreas vecinas o contiguas.

Perú ya había experimentado un brote importante de malaria durante la década de los noventa, cuando se observó que la evolución de la prevalencia de malaria en Loreto se incrementaba de 641 a 120 mil casos entre los años 1992 y 1997, posicionándonos como el segundo país con el mayor número de casos de malaria en América del Sur detrás de Brasil. Es así como, entre los años 2005 y 2010, Perú recibió apoyo del Fondo Mundial – Proyecto Control de la Malaria en las Zonas Fronterizas de la Región Andina (PAMAFRO) de 26 millones de dólares para ampliar las estrategias integrales de control de la malaria en la Amazonía peruana, específicamente, en las regiones de Loreto, Amazonas y Cajamarca, lo que redujo drásticamente el número de casos en Loreto de, aproximadamente, 54,200 a 11,600 en dicho periodo. Sin embargo, los casos de malaria aumentaron nuevamente, llegando a reportarse más de 60 mil casos en el año 2014, nuevamente concentrados en Loreto. Esto impulsó al gobierno peruano a implementar un segundo programa llamado Plan Malaria Cero (PMC) entre los años 2017 – 2021, con un presupuesto de 6.5 millones de dólares.

Algunos estudios señalan que el
Algunos estudios señalan que el Anopheles darlingi, el vector de mosquitos más común en la Amazonía peruana puede dispersarse desde sus reservorios de reproducción. (Andina)

Junto con colegas de la Universidad de Tennessee y de la Universidad de Toulouse notamos que, durante los años de vigencia de los programas contra la malaria, PAMAFRO y PMC, los contagios se redujeron; sin embargo, cuando estos programas no están presentes, los casos de malaria no solo vuelven a aumentar, sino que también la deforestación muestra una tendencia creciente. Tras la realización de un ejercicio econométrico encontramos que, por cada 1,000 hectáreas deforestadas en distritos de cinco regiones amazónicas (Amazonas, Huánuco, Loreto, San Martín y Ucayali), se generan 24 nuevos casos de malaria en distritos locales y 45 nuevos casos de malaria en distritos vecinos, lo que hace un efecto total de 69 nuevos casos de malaria. Considerando que un caso típico de malaria podría confinar al paciente a entre 10 y 20 días de descanso médico, cálculos adicionales nos sugieren que, a una tasa promedio de deforestación anual de 150,000 hectáreas, como ocurrió entre los años 2009 y 2017, se arriba a costos totales entre 12.4 y 24.8 millones de dólares durante dicho periodo. Si a estos costos generados por la deforestación se les agrega lo que cuestan los programas contra la malaria (26 y 6.5 millones de dólares el PAMAFRO y PMC, respectivamente), los beneficios económicos esperados de las mejoras en salud de la población pueden verse socavados.

En conclusión, es importante que el MINSA coordine sus intervenciones (en este caso, sus programas de control de la malaria) con otros ministerios u entidades que implementan programas de desarrollo que, ya sea intencional o inadvertidamente, resulten en deforestación. Las futuras políticas del gobierno en la Amazonía peruana deberían considerar los trade-off entre los beneficios económicos de la deforestación y el costo asociado con el aumento de la incidencia de la malaria. Ya estaría en marcha un tercer programa contra la malaria denominado “Plan hacia la erradicación de la malaria” para el periodo 2022 - 2030. Es importante que los formuladores de políticas se comprometan con políticas que no solo se centren en la incidencia de la malaria, sino que también consideren la dinámica de la deforestación.

*Este artículo se basa en una investigación conjunta con colegas de la Universidad de Tennesse (T. Edward Yu y Jackie Yenerall) y de la Universidad de Toulouse (Pedro Rojas)

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