Resulta difícil elegir la mejor opción para capacitarse entre toda la oferta actual. Esta decisión, dependiendo del entorno, la edad, el contexto social y otros tantos factores, se torna más compleja aún; sin embargo, la formación regular, profesional y acreditada se ha configurado como la “más segura” para alcanzar el nivel profesional y retarse a sí mismos. Pero, en estos tiempos tan competitivos, ¿es suficiente?
Sabemos que, en el campo de la educación, existen otras opciones de acuerdo a las necesidades inmediatas de las personas para capacitarse en otras modalidades. Por ejemplo, la formación “no regular” que brinda muchas posibilidades entre lo presencial, semipresencial, a distancia, síncrono, asíncrono, inclusive por duración y tiempo de dedicación.
La educación “no regulada” no debería tener esa denominación, ya que podría conducirnos a un entendimiento negativo de la formación. Aunque no cuenta con la acreditación del ente regulador en cuanto a su esquema, formatos y perfiles, la clave está en que ofrece ventajas importantes para su acceso, flexibilidad y estructura de contenidos adecuados al tipo de competencia que se desea adquirir. Además, tiene una alta capacidad de adaptación a un entorno que cambia con rapidez y volatilidad.
Si la persona es profesional, estos programas lo conducen a estar en permanente actualización con su disciplina base, así como, a encontrar contenidos que lo transformen en un profesional capaz de enfrentar el entorno y el mundo empresarial, con una perspectiva y desarrollo de habilidades a la altura de las necesidades. Esta educación tiene su esencia centrada en el aprendizaje y la actualización.
Si, por el contrario, ingresamos directamente al mundo laboral ante una necesidad, es prioritario complementar y sumar una educación no regulada como primer paso de exploración, donde coexisten las dos actividades, a través de programas cortos en los cuales de manera ágil y con menos inversión se aplica el conocimiento en el trabajo.
La formación no regulada es importante, la elección de la propuesta debe venir con un contenido académico que proviene de una institución de la cual reconocemos su valor, prestigio en el mercado y donde los docentes estén en el campo profesional del curso que dictan, estos son los factores claves para una buena decisión.
En conclusión, la educación no termina con un grado, aprendemos y enseñamos a lo largo de toda nuestra vida
¡Hasta la próxima!