Nos indignan las imágenes de una posta sin medicamentos, o las de un colegio que no tiene baños a una semana del inicio del año escolar. Sin embargo, no nos preocupa reclamarle al gobierno que pague por la reconstrucción de esas postas y escuelas no una sino dos, o tres veces porque el Niño, o el terremoto los trajo abajo.
La enorme brecha de infraestructura pública (centros de salud, colegios, carreteras, entre otras) se debe en buena parte a una deficiente gestión financiera de los desastres. Incluso, nos parece correcto que el gobierno le pague a quien puso su casa en la quebrada del río, donde está prohibido, un subsidio por dos años a cambio de nada. Y no es la primera vez que lo hacemos, lo hicimos hace cinco años cuando el Niño costero arrasó miles de viviendas precarias.
Parece que no hemos aprendido las lecciones básicas de la gestión prudente de las finanzas públicas. El dinero no se entrega a cambio de nada. Se debe entregar a cambio de que hagan algo que el gobierno quiere que ocurra. En este caso, queremos que esas familias se reubiquen en zonas donde su integridad esté a salvo, y sea más barato ofrecerles servicios de saneamiento y electricidad. Pero, la decisión ha sido volver a utilizar una herramienta que no resuelve el problema de fondo: un subsidio por 24 meses a todos aquellos que vieron su vivienda afectada por el exceso de lluvias.
Recuerden que a las madres del programa Juntos se les entrega un bono condicionado a que sus hijos asistan a la escuela y pasen los controles de niño sano. Porque un menor fuerte y educado tiene mejores probabilidades de salir de la pobreza. Es decir, el Estado se va a ahorrar algo de dinero más adelante al romper el ciclo de la transmisión intergeneracional de la pobreza.
Lo que más me preocupa es la consistencia temporal. Ahora con las primeras lluvias de marzo pagamos por bienes privados (viviendas) y somos generosos con esta ayuda sin condiciones. Pero, tenemos el aviso de un inminente Niño más largo para los siguientes meses. ¿Volveremos a utilizar los recursos presupuestales del Estado para pagar bienes privados? ¿Alcanzará para ser tan generosos como los primeros?
Una gestión prudencial de las finanzas públicas exigiría que el MEF incluya algún nivel de aseguramiento que le permita tener más recursos cuando mayor sea la emergencia. Los seguros paramétricos que activan indemnizaciones en función al nivel de lluvias en exceso podrían ser una salida.
¿Por qué seguimos comprando parches para el dolor en lugar de buscar soluciones integrales? En un evento catastrófico jamás se priorizará pagar viviendas. Eso correrá por nuestra cuenta. ¿Usted está listo?