El mundo carece de líderes capaces de unir esfuerzos ante los problemas globales. Sin embargo, el mismo año que el Papa Francisco inició su pontificado fue nombrado la persona del año a nivel mundial por el New York Times. A nadie ha dejado indiferente dentro y fuera de la Iglesia. Cuando muchos analistas decían que la Iglesia Católica era más una institución del pasado, con poca relevancia en el presente y sin futuro, apareció Francisco.
Este 13 de marzo se conmemoran 10 años de la asunción de Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, y nos invita a reflexionar, ¿cómo este hombre con 86 años y un solo pulmón ejerce liderazgo? ¿Cómo puede movilizar a una Iglesia de más de 1.350 millones de fieles, con más de 2 mil años de historia, diseminada por todo el mundo? ¿Qué podemos aprender de su liderazgo para nuestra vida más allá de que seas creyente o no?
- Francisco vuelve a poner en el centro el amor. La Iglesia no ha cambiado su doctrina, pero sí el tono. El Papa Francisco, en línea con el Concilio Vaticano II, deja ese tono defensivo que busca influir “metiéndole miedo” a los creyentes para hablar de la misericordia. Deja de satanizar el mundo y pone el reflector en las cosas bellas de la vida. Ha recentrado el mensaje de la Iglesia en el mandamiento nuevo de Jesús: “Ámense como yo los he amado”. Y es que cuando las principales voces de la Iglesia han estado más a la defensiva, listas para debatir, la gente termina olvidando que el centro del mensaje de Jesús en la última cena giro en torno al amor. Y es un amor que no excluye anunciar la verdad, pero acogiendo y acompañando a cada persona con misericordia.
- Una Iglesia en salida hacia las periferias. Francisco nos propone evangelizar saliendo al encuentro de las personas marginadas, en vez de quedarse peinando ovejas con un perfeccionismo fariseo. Francisco nos invita a una conversión pastoral donde la Iglesia es una tienda de campaña para auxiliar a personas heridas. De lo contrario, la Iglesia se vuelve una institución narcisista que cuida más la belleza de sus ritos que lo que buscan significar. Por eso, Francisco ha conseguido aliados en las periferias para reformar el Vaticano. Los cristianos que se alejaban de la Iglesia o dejó de ser relevante en sus vidas y los periodistas que denuncian el encubrimiento de pederastas son quienes más apoyan al Papa, mientras que no pocos en la Santa Sede lo ven como un peligro a su status quo. Francisco, pues, ha tendido puentes con el mundo, para que entren a Roma y la reformen.
- Francisco habla desde su vulnerabilidad. No habla como quien enseña desde el magisterio infalible del Sumo Pontífice, sino desde la sencillez. No ha cambiado sus zapatos viejos, viaja con los periodistas sin filtrar las preguntas, se acerca a la gente volviendo loco al personal de seguridad, pide perdón cuando se equivoca como sucedió en Chile cuando —malinformado por los Obispos locales—defendió ante los periodistas a Mons. Barros, ligado al caso Karadima.
- Francisco opta por los más necesitados. Francisco, quien antes de ser Papa había desarrollado mucho de su ministerio en las villas de Buenos Aires, ha tenido más que gestos de cercanía con los más vulnerables, los migrantes, los reos de la cárcel de Roma y los enfermos. La elección de sus viajes siempre ha sido primero yendo al encuentro de los olvidados y los últimos de la sociedad.
- Francisco escucha a la calle. El Papa ha puesto sobre la mesa problemas globales que las personas vivimos de manera concreta. Por ejemplo, el rol de la mujer en la Iglesia y el mundo, dándole responsabilidades a pesar de las presiones, la acogida a los homosexuales, el cuidado del medio ambiente en el marco de una espiritualidad del cuidado y la situación de los divorciados en la Iglesia. Siempre nos invita a discernir dando criterios, lo que desespera y genera críticas de quienes discernir, les genera confusión e inseguridad y prefieren que les digan que hacer al pie de la letra, como si la realidad fuera negro o blanco, sin matices.
- Un Papa sin miedo al escándalo. Francisco no dice lo políticamente correcto. No ha tenido miedo en enfrentar y hablar públicamente de los dos grandes problemas de la Iglesia actual: la pedofilia y la corrupción económica en la Santa Sede. Sin duda viene haciendo reformas concretas de raíz en ambos temas.
- El Papa de la sinodalidad. Una de las grandes reformas que ha emprendido, cuando ya muchos creían que su pontificado estaba terminando, viene siendo el sínodo sobre la sinodalidad. Francisco quiere que las decisiones en la Iglesia se realicen escuchando más a los laicos y buscando la participación, en general, de todo el pueblo de Dios, promoviendo el discernimiento comunitario y evitando el clericalismo.
- Un pastor que acoge con gestos y signos impactantes. El Papa no ha dejado de tener gestos que hablan por sí solos: Se arrodilló ante el presidente de Sudán del Sur y su rival, y les besó los pies a ambos para pedirles que cesen la guerra interna. Celebra el Jueves Santo en la cárcel de Roma y lava los pies de los reos, acoge a los migrantes en el Vaticano, se hospeda en Santa Marta para estar cerca de todos, se toma “selfies” con los jóvenes, besa a los enfermos, pide disculpas a una mujer por su reacción cuando esta lo jaloneó, y bendice a todos.
- Francisco es el párroco de la parroquia global. Como Jesús, Francisco tiene los ojos en el cielo y los pies en la tierra. Sus mensajes son diarios, claros, sencillos, con imágenes y ejemplos de la vida cotidiana. El Papa ha entendido que, si el mundo es una aldea global, pues la Iglesia es una Parroquia global.
Ningún taller de liderazgo hubiera podido transformar de este modo a un anciano con un solo pulmón, para que transmita el Evangelio con coraje, y tenga la fuerza para cumplir con su recargada agenda. ¿Cómo poder explicar esto? Solo puede ser el Espíritu Santo quien lo llena de vitalidad.