El amanecer del 24 de febrero del 2022 el cielo estaba teñido de un color diferente al de todas las mañanas. La calma de las cinco de la madrugada cesó de inmediato con las sirenas que anunciaban los primeros bombardeos en Ucrania. Comenzaba así la crisis de refugiados de crecimiento más acelerado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Ese día, la vida de Svetlana, una mujer de 83 años, cambió por completo. Su hogar pasó de ser un santuario para convertirse en refugio.
“Mi casa es muy linda, es grande y hermosa”, continuó. “Durante todos estos años, siempre fue muy tranquila; luego, estalló la guerra. Estaba sola en la casa. Fue horrible. Pude haberme ocultado en el sótano, pero, por mi problema de rodilla, podía bajar, pero no subir”, relató.
Cuando Svetlana cierra los ojos, aún puede ver las flores que crecían en el jardín de su casa en Mykolaiv, Ucrania. “Amo las plantas y las flores, tengo muchos tulipanes. También tengo muchos lirios; tienen la altura de una persona”, comentó.
Imaginemos tener que abandonar nuestro hogar, costumbres y familia de un momento para el otro, sin llevarnos nada, huyendo a un destino incierto, con miedos, con dudas, con miles de preguntas en la cabeza. Sin saber si algún día podremos volver.
Los conflictos armados y la violencia representan hoy la mayor causa de desplazamiento forzado en el mundo, algo que vuelve a evidenciar la situación crítica de esta emergencia humanitaria. La historia de Svetlana es una más de los más de 14 millones de historias de personas refugiadas y desplazadas por la guerra en Ucrania. Esta cifra incluye 8 millones de personas refugiadas que cruzaron la frontera en busca de seguridad, en su mayoría mujeres, niñas y niños, y 5.9 millones que están desplazadas dentro del país.
“Viví toda la vida en Mykolaiv, junto a mi esposo. Construimos una casa, compartimos una vida larga y un matrimonio largo: 62 años”, afirma Svetlana, que jamás imaginó tener que dejar el hogar que compartió por más de 60 años junto a su esposo.
Son infinitas las consecuencias de una emergencia de estas dimensiones: niños extrañando a sus padres que por ley, si están en edad de alistarse, no pueden salir del país; adolescentes que tuvieron que dejar sus escuelas y amigos; mujeres huyendo con rumbo incierto, junto a sus hijos e hijas y una preocupante proporción cada vez mayor de niñez no acompañada o separada de su familia.
A la violencia por los enfrentamientos se le suman, el clima adverso, la destrucción causada por los ataques a la infraestructura civil y los prolongados cortes de suministro de luz, agua y gas que dificultan todavía más la vida de las personas que aún permanecen dentro del país.
ACNUR está desde el primer día trabajando en Ucrania y en países vecinos para proteger y asistir a las personas que se han visto forzadas a huir. En vistas de la rapidez con la que evoluciona la crisis humanitaria en Ucrania, ACNUR está colaborando con autoridades, otras agencias de la ONU, grupos comunitarios de personas desplazadas y socios para brindar asistencia humanitaria. Hasta el momento, ha apoyado a 4.3 millones de personas dentro de Ucrania, incluyendo personas desplazadas internas y comunidades afectadas por la guerra.
Para llegar a Berlín, su destino final, Svetlana debió recorrer 150 kilómetros para ir de Mykolaiv a Odesa y, finalmente, del puesto fronterizo de Palanca hacia la República de Moldavia. Estando ahí, se encontraron con ACNUR y sus socios. Svetlana estaba sorprendida y aliviada por la hospitalidad cuando les recibieron. “¿Sabes? Nunca imaginé ver tanta organización. Las personas estaban muy contentas. Los voluntarios nos recibieron muy bien. Nos ayudaron con nuestro equipaje, lo subieron a un autobús y, luego, nos invitaron a pasar a una tienda de campaña para comer un refrigerio y lavarnos las manos”, contó. “En un momento tan duro, en el que muchas personas necesitan ayuda, la calidad de los servicios ofrecidos es excelente”.
Sentada en su silla de ruedas, disfruta del sol y del canto de los pájaros. “Sin duda quisiera estar en mi país, pero ni la situación ni mi salud lo permiten”, añadió. “Lo más importante es que nadie nos está disparando, así que podemos dormir tranquilamente”, concluye.
Svetlana ya lleva 365 días sin ver sus lirios altos como las personas, 365 días anhelando su jardín repleto de tulipanes, su barrio, su familia, su hogar. Sin embargo, ella como tantos otros ucranianos, aún espera que vuelva a florecer la paz en su tierra.
Svetlana y más de 14 millones de personas de Ucrania que huyeron para salvar sus vidas necesitan tu apoyo urgente y desde Argentina es posible ayudarlas a través de FUNDACIONACNUR.ORG. Esta emergencia requiere que toda la sociedad se involucre para poder llevarles ayuda directa y paz a los ucranianos. Podemos convertir esta tragedia en una oportunidad para todos, para comprometernos, para cambiar vidas, porque la paz es urgente y nos necesita a todos.
*La autora es la Representante Regional de ACNUR para el Sur de América Latina
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