Los organismos genéticamente modificados (OGM): ¿Qué son y cómo impactan en la biodiversidad y la salud?

Es un gran reto producir grandes cantidades de alimentos con un mínimo de impacto ambiental.

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Hansen argumenta que los OGM desarrollaron una reputación negativa en parte porque las empresas de biotecnología fracasaron en el alcance público en los años ochenta y noventa (Tim Gruber /  The Washington Post)
Hansen argumenta que los OGM desarrollaron una reputación negativa en parte porque las empresas de biotecnología fracasaron en el alcance público en los años ochenta y noventa (Tim Gruber / The Washington Post)

Los principales objetivos de la agricultura sostenible son lograr un alto rendimiento de los productos agrícolas saludables y un uso eficiente de los recursos ambientales con daños mínimos, mejorar la calidad de vida en la sociedad mediante la distribución justa de alimentos y brindar beneficios económicos a los agricultores. En los últimos años, estos objetivos se han convertido en un tema de discusión en el sector agricultura y han sido ampliamente reconocidos en las comunicaciones científicas, ya que es un gran reto producir grandes cantidades de alimentos con un mínimo de impacto ambiental. Sin embargo, parece existir una solución a través de la modificación genética de plantas.

Durante la década de 1970, la llamada Revolución Verde, liderada por Norman Borlaug y un gran equipo de científicos, frenó el hambre mundial, vaticinada por postulados de corte neomaltusiano. La teoría Maltusiana sostiene que no habría suficientes recursos para sostener a una población creciente. Para ilustrar esta idea de manera más simple, se generaría —por ejemplo— un hambre mundial porque una producción de alimentos linear sería insuficiente e incompatible con un crecimiento poblacional exponencial. Dentro de los máximos exponentes de esta teoría encontramos al apocalíptico e irresponsable Paul Ehrlich, quien, en 1968, publicó The population bomb (La bomba poblacional), un libro cargado de fatalistas, falaces y apocalípticos vaticinios carentes de respaldo científico y evidencia concreta.

Ehrlich, quien era entomólogo y un reconocido profesor de la Universidad de Stanford, señaló, entre otras cosas, que, en el 2000, el Reino Unido sería un mero conjunto de islas cuasi despobladas de no más de 40 millones de habitantes que padecerían hambre y miseria. No obstante, Ehrlich olvidó una variable clave en la subsistencia humana: la innovación y sorprendente capacidad de adaptación de nuestra especie. Específicamente es en este punto en que Borlaug y su equipo se encargaron de sepultar argumentos tan alarmistas pobremente fundamentados (algo muy común hoy en día), mediante el uso de la biotecnología y consecuente obtención de variedades de cultivo más resistentes a plagas y con mayores rendimientos por cosecha.

Así, se logró que, por ejemplo, tanto millones de agricultores de la India como del sudeste asiático produjeran cultivos de trigo y arroz capaces de sortear plagas y sequías. Ello fue posible mediante la modificación de organismos vegetales vivos, al insertar y recombinar características genéticas con miras a alcanzar mayores rendimientos de cosechas por hectárea, vía un bajo consumo de nutrientes y agua, además de lograr más resistencia a plagas. A estos se les conoce como organismos genéticamente modificados (OGM).

¿Qué son los OGM y dónde se producen?

Los OGM incluyen a todos aquellos animales, plantas o microorganismos cuyo material genético (ADN) se modifica o altera en un laboratorio para obtener características específicas que no pueden lograrse mediante la reproducción convencional. También son conocidos popularmente como transgénicos.

En 1994, Estados Unidos aprobó el cultivo de OGM para el consumo humano. En el 2022, su cultivo se expandió alrededor de 200 millones de hectáreas en más de dos docenas de países. Estados Unidos es el principal productor de cultivos transgénicos, seguido de Brasil, Argentina y Canadá.

A nivel mundial, la soya, el maíz, el algodón y la canola son los cultivos transgénicos más grandes en términos de área de producción. Más del 90 % del maíz, el algodón y la soya que se cultivan en los Estados Unidos ya se encuentran modificados genéticamente para resistir herbicidas y/o insectos, según cifras del Gobierno estadounidense. Los agricultores han estado cultivando maíz, destinado a tolerar la sequía desde el 2011.

Los activistas ambientalistas y un gran número de científicos afirman que aún no se tiene una comprensión clara, sino más bien limitada del funcionamiento de la increíble complejidad de la vida dentro de un solo organismo y su rol e impactos al interior de ciertos ecosistemas. Por eso, consideran a los OGM como invasores cuya resistencia a plagas alteraría ecosistemas basados en la selección natural bajo la tesis Darwiniana, que ahora se verían afectados por una selección artificial. En consecuencia, se plantea que los transgénicos podrían desplazar a especies de plantas y vegetales endémicos y/o oriundos de un ecosistema o lugar, gatillandose así la desaparición de estos últimos.

Los OGM, la salud y el clima

Según la Food and Drug Administration (FDA), la agencia de Estados Unidos responsable de aprobar alimentos, medicamentos y drogas para el consumo humano, los alimentos transgénicos son tan saludables y seguros para comer como sus contrapartes no transgénicas. Algunas plantas transgénicas incluso se han modificado para mejorar su valor nutricional y contienen protectores incorporados en las plantas (PIP) para volverlas resistentes a los insectos, lo que reduce la necesidad y el uso intensivo de pesticidas en aerosol.

La FDA también asegura que los animales de granja que se alimentan con productos transgénicos no corren riesgo alguno, ya que son tan seguros como los alimentos para animales sin OGM. Sin embargo, los opositores radicales a los transgénicos, como el francés Joseph Bové, quien en 1997 arremetiera contra plantaciones OGM en su país, sostienen que los OGM pueden causar alteraciones genéticas en los seres humanos, además de acentuar o propiciar alergias y aumentar el riesgo de cáncer. Más allá de cada posición, la clave es contar con estudios longitudinales que permitan notar el efecto de los OGM en la salud de sujetos de estudio durante 10, 15 o 20 años seguidos para extrapolar conclusiones convincentes y respaldadas por data concreta y verificable

Por otro lado, a medida que el clima acarrea consigo fenómenos meteorológicos como huracanes, inundaciones o sequías, las multinacionales agrícolas promocionan la capacidad de los cultivos genéticamente modificados para aumentar su rendimiento en épocas de sequía, calor y fuertes lluvias. Al respecto, en julio del 2022, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) destacó el potencial de los OMG para ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante la creación de plantas que eliminan más dióxido de carbono que los cultivos convencionales. Ello, claro está, responde a la visión del cambio climático antropogénico que el WEF difunde de manera activa, pero que cuenta también con un gran número de escépticos cuyos argumentos son validos a considerar.

La agricultura peruana y los OGM

El Perú posee una agricultura ancestralmente muy diversa. No en vano nuestra nación ha sido la cuna de más de 3000 variedades endémicas de papa y 52 especies distintas de maíz. Hablamos de dos de los alimentos más consumidos en todo el mundo.

En cuanto a los OGM, el Perú es uno de los pocos países de la región que ha promulgado una ley de moratoria al ingreso de semillas transgénicas para cultivo de consumo humano. El 6 enero del 2021, a través de la Ley n.o 31111, se amplió la moratoria al ingreso y producción de organismos vivos modificados (OVM) al territorio nacional, hasta el 31 de diciembre del 2035, es decir, 14 años adicionales a los que establecía la Ley Madre (Ley n.o 29811. Sin embargo, esta última norma no tiene reglamento desde hace un año.

En este contexto, debido a la diversidad del patrimonio biogenético que posee el Perú, se necesita más tiempo para saber a ciencia cierta las implicancias de la liberación del uso de semillas transgénicas en el entorno. En este sentido, los representantes del Consorcio Agroecológico Peruano (CAP) indican que en el Perú los efectos de los transgénicos serían evidentes, pues somos un país de pequeños productores, con aproximadamente 2.2 millones de unidades agropecuarias que manejan pequeñas parcelas. Esto difiere de las realidades de Brasil, Argentina o Colombia, ya que en el Perú no existen grandes fincas ni latifundios.

Como resultado, no se pueden trabajar sistemas de producción de monocultivos. El racional de esta decisión se fundamenta en que los monocultivos, además de empobrecer la biodiversidad, favorecen el uso de hidrocarburos contaminantes, así como la concentración de la propiedad y el sometimiento de los agricultores a un sistema que no pueden controlar.

El impacto social de los transgénicos

Los críticos de los alimentos con OGM afirman que estos productos podrían introducir alérgenos, generar resistencia bacteriana a los antibióticos existentes o devenir en productos tóxicos, entre otras preocupaciones. Por ello, existe la necesidad de contar con un mayor número de estudios de largo plazo para darle seguimiento a sus efectos, en la mayoría de los casos.

En contraste, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que los alimentos con OGM en el mercado son tan seguros y saludables como los alimentos no modificados de manera genética. Asimismo, diversas instituciones en ciencias, ingeniería y medicina aseveran que no existen riesgos para la salud al consumir alimentos elaborados con OMG.

Sorprendentemente, la rápida expansión de los cultivos de alimentos transgénicos contrasta con nuestro poco conocimiento sobre ellos. Es quizá por este nivel de incertidumbre que generan en la sociedad, que limitar, evitar o aceptar los alimentos transgénicos se reduce a una decisión personal. El reto subyace en que, como sociedad global, logremos alcanzar el balance entre el combate al hambre y la protección de la biodiversidad.

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