Los bastiones del autoritarismo en América Latina

La región volvió a retroceder en el ranking del Índice Global de la Democracia. El continente apenas cuenta con 3 democracias plenas (Chile, Costa Rica y Uruguay). Mientras que, las dictaduras de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Díaz Canel son los tres regímenes peor evaluados

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Los dictadores de Venezuela, Nicaragua y Cuba, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Diaz Canel. REUTERS/Norlys Perez   NO RESALES. NO ARCHIVES
Los dictadores de Venezuela, Nicaragua y Cuba, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Diaz Canel. REUTERS/Norlys Perez NO RESALES. NO ARCHIVES

Un nuevo informe sobre la democracia en el mundo fue publicado por The Economist. El Índice Global de la Democracia, un indicador que se realiza la revista británica desde el año 2006, tiene como horizonte medir el estado de la democracia a nivel mundial. Esta nueva edición puso en relieve un conjunto de datos que construyen un paradigma preciso sobre la regresión democrática que vive el planeta, y en especial América Latina, donde la situación sigue en pleno deterioro.

América Latina en esta ocasión volvió a retroceder en el ranking. La región apenas cuenta con 3 democracias plenas (Chile, Costa Rica y Uruguay). En los últimos tiempos, los países que eran democracias completas han pasado a ser democracias fallidas y las democracias fallidas han derivado en regímenes híbridos. En este momento, 8 países de la región son considerados regímenes híbridos o lo que algunos llaman autoritarismos competitivos. Se suscriben dentro de esta categoría aquellos países que guardan cierta fachada de democracia, pero ejecutan prácticas dictatoriales como violaciones a los derechos humanos, concentración del poder en manos de una persona o una élite gobernante y anulación del principio de separación de poderes.

El Salvador es un país que ya está adentro de la categoría de híbrido. Registró la segunda disminución más alta de la puntuación en toda la región. El uso de la justicia con fines políticos, la afectación de la independencia de los órganos del poder público y la persecución contra la prensa son algunos de los síntomas de autoritarismo desbordado que identifica a este país. Es uno de los casos que quizás debería ser objeto de estudio, por las características en la que se desenvuelve este proceso de erosión de la democracia y por lo rápido con lo que ha ocurrido.

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. REUTERS/José Cabezas
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele. REUTERS/José Cabezas

Venezuela nuevamente destaca en el aspecto más negativo de esta clasificación. Nuestro país fue calificado como el más autoritario del continente y uno de los 20 más autoritarios del mundo. Las dictaduras de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Diaz Canel son los tres regímenes peor evaluados de la región. Entre los tres países hay más de 800 presos políticos, miles de víctimas de detenciones arbitrarias, tratos crueles e inhumanos y ejecuciones extrajudiciales. Justamente en Nicaragua acaban de liberar a 200 presos políticos, a quienes el dictador los utilizó como moneda de cambio en una negociación con los Estados Unidos. Venezuela, Cuba y Nicaragua son estos tres focos de desestabilización del continente. Los tres epicentros del crimen organizado, donde actores ilegales ejecutan operaciones de economía ilícita. Los tres ejes que resguardan los intereses de China, Rusia, Irán y demás antioccidentales. En definitiva, son los bastiones del autoritarismo.

Este crecimiento del autoritarismo regional y global me parece particularmente importante a la luz del proceso de liberación por el que luchamos los venezolanos. En el libro “La patria que viene” que recién publicamos, precisamente señalamos que uno de los retos en esa conceptualización estratégica de nuestra crisis es comprender la premisa de que luchamos contra un proceso que es mundial. Hoy en día existe una solidaridad autocrática que es más resiliente y fuerte que la democrática; y que está unida no solo por valores sino por oscuros intereses. Los populistas de esta época están dedicados a tiempo completo a ver cómo erosionan la democracia, cómo retienen el poder indefinidamente y cómo gobiernan sometiendo de manera cruel a los pueblos. Son personajes que no contemplan la idea democrática de que el poder es para servir, por el contrario, se sirven ellos del poder.

Los dictadores de Venezuela, Nicolás Maduro, Cuba, Miguel Díaz-Canel y el de Nicaragua, Daniel Ortega, hablan con el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez. Ramón Espinosa/Pool vía REUTERS
Los dictadores de Venezuela, Nicolás Maduro, Cuba, Miguel Díaz-Canel y el de Nicaragua, Daniel Ortega, hablan con el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez. Ramón Espinosa/Pool vía REUTERS

En otras palabras, hay una alianza mundial contra la democracia y, en ese contexto, Maduro ha convertido a Venezuela en el patio trasero de un conjunto de actores antioccidentales y antidemocráticos. Maduro jamás hubiera burlado la presión internacional de no ser por el apoyo de Rusia e Irán, tampoco hubiera instalado en el interior de los organismos de inteligencia un sistema de vigilancia tan sofisticado sin el apoyo de Cuba. Jamás hubiera logrado comercializar el oro de sangre sin el apoyo de Turquía y China. Estos son ejemplos sencillos de lo que intento explicar sobre los retos de liberar a un país en medio de un contexto internacional de autoritarismo.

Norberto Bobbio, en uno de sus tantos ensayos sobre teoría política y democracia, puntualizó la necesidad imperiosa de una sociedad internacional democrática para resguardar una democracia interna. En el aporte científico de Bobbio sobre el análisis de la democracia, solo una democracia global puede traer consigo el surgimiento de micro-democracias a lo interno. Es como virus de democracia. En la medida en que haya una tendencia prodemocrática a nivel mundial surgirán más democracias a nivel local. Por el contrario, en la medida en que haya más autoritarismos en el planeta, habrá mayor probabilidad de que surjan nuevos autoritarismos en otros territorios. Por eso la lucha del mundo de hoy no es entre izquierda y derecha, sino entre democracia y autoritarismo, es una batalla titánica entre el bien y el mal. ¿Quién la ganará? Dependerá de las horas de trabajo que cada frente dedique. Por ahora los autoritarios están dedicados a tiempo completo. ¿Qué haremos los demócratas?.

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