Ignacio Lula Da Silva y Luis Lacalle Pou parecen tener pocos puntos de coincidencia y pocas visiones similares atento a sus marcos filosóficos originarios. Uno de raigambre liberal, otro de izquierda histórica. Uno integrante de una generación. Otro de otra mayor. Si se mira a simple vista parecen al agua y el aceite. ¿Será así la realidad? ¿No será que existen determinismos que obligan a los líderes responsables a actuar bajo lógicas racionales aunque provengan de núcleos de pensamiento diverso?
Luis Ignacio Lula Da Silva proviene del mundo sindical, sus inicios políticos se ubican en ese territorio; posteriormente su activa conducción del Partido de los Trabajadores lo lleva a la cabeza de éste y desde allí salta a la presidencia luego de varios intentos. Es un luchador eterno, es un individuo que entiende las lógicas del capitalismo y lo hace sin rencores. Hábil, flexible, sabe mover la cintura para acordar con quien resulta inimaginable y no es odiado por el empresariado de San Pablo. No importa que se lo ame o se discutan sus ideas, no se puede ser necio ante lo evidente de su conducción. Es verdad, su matriz de pensamiento proviene de la izquierda pero sus acciones van donde la demanda de su país lo ubica. Es entonces: no dogmático.
Luis Lacalle Pou es hijo de un partido liberal y humanista. Su carrera se inició bajo la órbita de su padre quien fuera un gran presidente del Uruguay. Su madre, fue senadora y es una personalidad inteligente que también inspiró a su hijo. Padres muy lúcidos. Empezó a militar en política en un departamento adyacente a Montevideo y luego fue haciendo íntegra su carrera parlamentaria. Luis Lacalle Pou es un presidente que pareciera querer conocer a cada uno de los tres millones y medio de uruguayos que viven en su país. Será, seguramente, el presidente con más contactos humanos de la historia del Uruguay y con más quilómetros recorridos adentro de su país. Su proceso de asimilación del conocimiento ha sido siempre ascendente. Es verdad, su matriz de pensamiento es liberal pero sus acciones van hacia la demanda donde su país lo ubica. Es entonces: no dogmático.
En la realidad, Luis Ignacio Lula Da Silva y Luis Lacalle Pou creen en “la política” como instrumento “para” mejorar la sociedad, creen en el diálogo y creen en la negociación. Tres claves: política, diálogo y negociación. De veras creen en eso. Nadie insiste demasiado en esto porque parecería obvio, sinceramente, no es un asunto tan obvio. La política produce mucha gente necia, con odios eternos y con capacidad de frustrar acuerdos por enquistarse en miserias humanas. Está llena de gente “no política”, justamente, la política. Y es curioso que esos odiadores profesionales logren montar sectas gigantescas que los acompañan en sus delirios colectivos. No es el caso ni de Ignacio Lula Da Silva, ni de Luis Lacalle Pou: sus relatos no son envenenadores sino superadores del conflicto. Por algo Luis Lacalle Pou no tiene problemas en convocar a Julio Sanguinetti y José Mujica para que lo acompañen en la asunción presidencial de Lula. Por algo Lula tampoco tiene problema en aceptar la invitación de Luis Lacalle Pou para pasar una jornada en Uruguay y afianzar vínculos institucionales.
Al creer de veras en “la política” ambos protagonistas asumen que la democracia es el paraguas y que ellos son adjetivos. La historia siempre la gana a la historia. Es lo que se observa “desde afuera” dijera Giovanni Sartori.
Es probable que si tiramos de la piola existan diferencias, matices, visiones no similares entre ambos sobre procesos regionales y la vida de países del continente, pero es seguro que hay mucho más para coincidir que para discutir sobre lo que depara el presente y exige el futuro en América del Sur. Lacalle Pou y Lula, Lula y Lacalle Pou son miembros de este segundo club, son gente sensata que busca entenderse de veras y no jugar a engañar. Por estos días Lula empezó a remar en territorios adversos procurando acuerdos con la región que venían “cajoneados”. Lula es entonces concreto. (Acuerdo con Unión Europea-Mercosur).
La realidad es que los presidentes “pragmáticos” se mueven en un mundo pragmático, no hacen todo lo que sueñan sino que van concretando lo que pueden de semejantes anhelos. Pero hacen, realizan, están y avanzan. Esa habilidad, cuando alcanza resultados para sus pueblos, es un logro de esos liderazgos.
Los hacedores no son nunca gente imperativa, llegada la hora de producir, estos perfiles además desconciertan con movimientos no previsibles. Es probable que Luis Lacalle Pou e Ignacio Lula Da Silva coincidan en esto también y no necesiten vivir abrazados para saber que el mundo actual solo ofrece nichos, espacios limitados, oportunidades estrechas que hay que perforar y ensanchar cuando se puede. Nadie está esperando a nadie en la aldea global y todos “no” necesitan a todos. Parte de las claves del juego internacional es que las regiones se abroquelan y buscan achicar sus vínculos de dependencia con otras regiones. Es cierto, el comercio mundial avanza, pero también es verdad que los miedos aumentan y lo imprevisible se torna la cena del día. El COVID y la invasión a Ucrania son la evidencia empírica que cada jornada que vivimos es una conquista diaria.
Europa, China y Estados Unidos cada uno está en sus peripecias regionales y solo si les resulta conveniente (intereses, siempre intereses, ese es el signo de la vinculación entre los países) podrán existir aproximaciones mayores o menores con nuestro continente. La dialéctica en estos asuntos sido infecunda. Los sueños de los conquistadores del continente están en la nube de internet. Veremos que nos depara el tiempo que irrumpe.
No es poco entender que con los de afuera de la región es así de desafiante el tiempo actual. También, se me ocurre, ambos presidentes asumen este axioma (¿tiempo de incertidumbre y cierto aislamiento regional en el que se nos ubica y no debería ser así?) de principio a fin. En eso también, ambos líderes conocen las reglas del juego (de memoria) del contexto internacional.
Los países serios gustan de tener vínculos con países serios porque desde esa plataforma suman puntos y mejoran sus performances. Y en eso el tamaño y las asimetrías son un dato no definitivo. (¿O no nos sucede con algunos países europeos de escala menor que los observamos con admiración?)
Luis Ignacio Lula da Silva sabe que liderar la región requiere de apoyos de diverso tipo. Uruguay es un socio regional calificado, por el armado institucional del país y por la seriedad que se ostenta en el presente. Y eso no es poco, tener en el equipo a uno que hace sus tareas correctamente y al que no se le incendia la pradera en tiempos mutantes es un dato que siempre suma.
Otro dato que los aproxima, salvando distancias y volúmenes: ambos líderes son admirados en sus países por márgenes significativos de la población. Podrán tener mayoría o no según el momento a posteriori de sus elecciones, pero tienen un enlace especial con el pueblo. Max Weber le llamaba a este asunto: “carisma”, como esa condición irracional de adhesión hacia una persona. Esto del carisma siempre es difícil de explicar, pero se advierte claramente con ejemplos personales. Pongo algunos variopintos para que se entienda que el carisma es algo especialísimo: Charles De Gaulle, Domingo Perón y Winston Churchill fueron carismáticos cada uno (el carisma no es eterno). O sea, el carisma no es de derecha, ni de izquierda, ni de centro, ni liberal, ni conservador, ni revolucionario es esa condición especial que sintoniza frecuencia con la ciudadanía y que fideliza a un grupo relevante de personas desde un territorio inconsciente o desde el imaginario colectivo. A veces, muchas veces, el ciudadano no entiende la razón de su “conexión” con un líder, simplemente es así, sucede así. Esto se advierte más nítidamente con los cantantes afamados, hay algo en ellos que genera más fieles que algunas religiones. (De Justin Bieber pasando por Ed Sheeran, siguiendo por Bad Bunny o Taylor Swift son todos ejemplos que impactan por su carisma).
Lula y Lacalle Pou son fenómenos distintos, es verdad, pero con percepciones no tan divergentes del presente que los determina y define. Ahora, además, están vinculados por una historia regional en común y por desafíos convergentes en lo continental. La gente inteligente advierte lo principal y deja de lado lo accesorio. Es notorio que ambos individuos se necesitan en estos tiempos y ninguno de los dos parecen ser renuentes a entender esa evidencia, por eso ambos -en lo que importa para sus países- se ubicarán en esa zona proactiva.
Sería extraño que no fuera así. No se compadece otro proceder con las personalidades de ambos conductores.
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