Con ocasión de reunirse la CELAC en Buenos Aires el mundo hizo inventario de las organizaciones regionales de coordinación e integración. En América Latina, una de las regiones menos integradas del mundo, existe un total de 16 organizaciones supra nacionales de integración. Europa en contraste solo tiene una organización: la Unión europea. África con mayor territorio y población ostenta un total de 8. La Unión Europea representa un espacio económico integrado de 14.5 trillones de euros. Las 16 organizaciones de integración de América Latina representan un PIB de 5.4 trillones de dólares.
Y quizás en esta multiplicidad de organizaciones resida la respuesta a la ausencia de integración y de efectivo control territorial por parte de las naciones que habitan el territorio que se extiende al sur del Rio Grande.
En la dimensión económica, la ausencia de integración crea severas limitaciones al desarrollo ya que para desarrollarse como lo han hecho los países del Sur Este Asiático y Singapur hay que trascender la estrechez del mercado doméstico trayendo al territorio nacional un eslabón de la cadena de valor del mercado internacional. Se alcanza así la eficiencia y con ella la innovación y el empleo. En América Latina predomina la desintegración tanto entre las economías regionales como entre estas y los mercados internacionales. Gracias a ello llevamos 500 años viviendo en economías paraliticas que son incapaces de absorber al mano de obra o generar emprendimientos que creen riqueza individual.
Desde el punto de vista político la ausencia de integración favorece la perpetuación en el poder de cabezas de corporaciones públicas y privadas, lo cual detiene la renovación generacional del liderazgo y la movilidad social. Esto lleva a la perpetuación de instituciones refractarias al cambio, rígidas y permanentemente desactualizadas. En la medida que las sociedades avanzan el disenso social y las movilizaciones urbanas acaban por crear fragmentación institucional. Aparece as la perdida del control sobre el territorio y las puertas comienzan a abrirse a actores no estatales con orientación perversa como es el crimen organizado transnacional.
La fragmentación institucional impide la concentración de recursos en un objetivo fundamental para estos tiempos modernos: el control del territorio para impedir la penetración del crimen organizado transnacional.
Sin embargo, en los 100 puntos que constituyen la declaración de la CELAC en Buenos Aires este panorama real y peligroso no se menciona. Se prefieren recoger slogans trasnochados de los años setenta del siglo pasado mientras se disfraza de revolución a un conjunto de narco regímenes gobernados por los brazos políticos del crimen organizado transnacional. Y aun cuando esos regímenes sean hoy minoría su evolución nos indica que están fagocitando muchos gobiernos en el Caribe y Sur Centro América cuya gravitación en el CELAC favorece su expansión.
Quizás haya llegado la hora de enfrentar este metastásico proceso poniendo fin al numero de instituciones de integración regional e iniciar la regionalización de la Convención de las Naciones Unidas contras el Crimen Organizado Transnacional como aparentemente lo está intentado la Dr Patricia Bullrich y gracias a ello Buenos Aires no disfrutó de la visita del jefe del régimen venezolano.
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