Una real revolución educativa comienza en casa, cuando tomemos conciencia de la necesidad de mejorar la formación de nuestras hijas e hijos en todo momento, y no solo cuando están en el colegio.
Luego de clases, los estudiantes siguen aprendiendo en casa, mirando televisión, visitando bodegas, mercados o centros comerciales, o escuchando a políticos, empresarios o miembros de alguna iglesia. De este modo, la educación trasciende los muros del colegio para ocupar todo espacio de nuestras vidas diarias, como si el Perú entero fuera una gran escuela donde todos estemos llamados a convertirnos en sus mejores formadores.
Convertirse en un revolucionario educativo, por tanto, no es una tarea fácil. Por ello, las diversas iniciativas promovidas por IPAE y otras instituciones comprometidas con la educación buscan activar esta necesaria revolución en todos los compatriotas que sueñen con un mejor país.
En el caso de IPAE, tan pronto se concluyó CADE Educación 2022, se lanzó el IPAE Mide para hacer seguimiento a los indicadores clave de esta revolución, con la ayuda de Apoyo Consultoría e IPSOS Perú.
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Dentro del pilar de Educación de Calidad en IPAE, se identificaron los mejores indicadores que permitan evidenciar el estado de los aprendizajes, los docentes, las instituciones y el sistema educativo.
Dada la necesidad de colocar al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje con una formación integral, personalizada y contextualizada, se sugiere enfocarse en la primera infancia involucrando a las familias y fomentando el aprendizaje a lo largo de la vida.
Al respecto, los rendimientos satisfactorios en lectura y matemática en segundo y cuarto de primera tienen grandes retos, ya que en 2019 alcanzaron el 24%. Asimismo, se debe revertir la afectación de la pandemia sobre el acceso a la educación inicial, que cayó de 94 % en 2019 a 86 % en 2021 y sobre el tránsito de la educación secundaria a la superior que disminuyó de 37 % a 28 %, respectivamente.
Por otro lado, se deben promover docentes que inspiren a sus estudiantes. Ellos son el factor que más impacta en el proceso educativo. De ahí la importancia de revalorar su carrera, promover su autonomía, innovación y trabajo colaborativo, así como fomentar que la docencia sea una profesión basada en el mérito profesional.
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Respecto a esta última característica, se observa una baja porción de maestras y maestros nombrados dentro del cuerpo docente, así como un reducido nivel de aprobación de las pruebas de nombramiento. En 2019, solo el 19% del cuerpo docente fue nombrado a través de un concurso público.
También es importante prestar atención a las instituciones educativas, que deben gozar de un liderazgo autónomo y flexible para alcanzar su propósito. Lamentablemente, solo el 27 % de locales escolares tiene los tres servicios públicos con grandes brechas entre lo urbano y rural.
El promedio de alumnos por clase en escuelas urbanas es de 22 versus el de las escuelas rurales, que son 13. Ello refleja una gran atomización de estas últimas por su dispersión geográfica, lo cual dificulta asegurar mejores condiciones de calidad.
Finalmente, el sistema educativo debe someterse a un proceso de mejora continua que habilite los aprendizajes a través de marco institucional sólido, que dialogue con la diversidad de actores y garantice la continuidad y la implementación de las políticas.
Con el quinto ministro de Educación nombrado desde que inició este gobierno es claro que el sistema educativo no es inmune a las crisis políticas. Esto es una prueba de cómo el interés superior del niño subyace al del adulto, cuya reversión representa el más grande reto de esta necesaria revolución educativa.
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