A mediados del 2021, se decía que el segundo semestre de este año ya veríamos un planeta más estable y saliendo de los diversos problemas impuestos por la COVID-19. Poco hacía presagiar que ese año también sería sumamente complejo. Hoy, finalizando el 2022, volvemos a decir que el segundo semestre del 2023 mostrará mejores tiempos, luego de que haya pasado el invierno europeo y la crisis energética provocada por el desabastecimiento de gas vaya cediendo.
Algunos acontecimientos nos dan ciertos indicios de que las cosas van mejorando y es que las “fuertes dosis” de altas tasas de interés aplicadas por los bancos centrales, incluyendo el peruano, pareciera que comienzan a hacer efectos. Las diversas inflaciones, si bien continúan altas, se empiezan a desacelerar.
Al observar los indicadores macroeconómicos de Estados Unidos, podemos notar que la inflación anualizada a octubre alcanzó el 7.7% que, siendo aún históricamente elevada, da ciertas esperanzas que en los meses siguientes continuará descendiendo, paulatinamente. En ese sentido, los ojos de los mercados financieros están puestos en este indicador con bastante esperanza, ya que si este comportamiento continúa, se esperaría que las tasas de interés ya no suban e, incluso, comiencen a bajar para beneplácito de todo el sistema financiero, con lo cual el 2024 ya podría verse con mucho mayor dinamismo.
En el caso específico de Estados Unidos, a pesar de que la inflación está cediendo, la economía sigue mostrando señales interesantes de dinamismo, como el aumento del número de empleos y una tasa de desempleo por debajo del 4%. Entonces, una inflación cediendo y una economía dinámica, resulta una combinación perfecta para ese país y el mundo.
Por otro lado, en el caso peruano, también la inflación muestra ciertas señales de descenso: 8.64% interanual a octubre. Sin embargo, contrariamente a lo que sucede en Estados Unidos, nuestra economía se está enfriando. Si bien la métrica de nuevos empleos es limitada debido a la alta informalidad, el PBI del Perú ha venido creciendo a menor ritmo. En el primer semestre se esperaba un crecimiento superior a 3%, mientras que, a estas alturas del año, estaría ligeramente por encima de 2%, sostenido, en buena medida, por una balanza comercial positiva.
A pesar de que las cosas podrían ser peor, un crecimiento de 2.2% es como si un alumno pasara sus cursos con 11, y lo que el Perú necesita son notas de 18, si realmente queremos dejar de ser un país pobre.
Recordemos que naciones como Corea del Sur o Singapur que eran más o tan pobres como el Perú en los años 60, hoy están entre las más dinámicas del planeta, mostrando, durante al menos 30 años, tasas de crecimiento promedio de 7% anual.
Por lo tanto, si seguimos a tasas de crecimiento mediocres, lo único que lograremos es seguir perpetuando la pobreza. No se requiere ser adivino para ver nuestro futuro, como siempre decimos, la economía es una ciencia. Si no crecemos a tasas de, al menos, 5% anual, no habrá forma de que podamos seguir mejorando. Si bien el crecimiento no asegura una mejor calidad de vida para todos, es una condición fundamental para lograrlo.
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