Ironía del destino, la noticia de la muerte de Pablo Milanés sorprendió a Miguel Díaz-Canel en Moscú, la ciudad que fue la verdadera capital cubana hasta la disolución de la Unión Soviética en 1990, hecho que colocó a la isla de Castro al borde del colapso humanitario, tal era la dependencia que tenía de aquel régimen comunista.
“Ha muerto Pablo, leemos al despertar este martes en #Rusia y el dolor llega con la noticia. Desaparece físicamente uno de nuestros más grandes músicos. Voz inseparable de la banda sonora de nuestra generación. Mis condolencias a su viuda e hijos, a #Cuba”, fue el mensaje que escribió Díaz Canel, sucesor a dedo de Raúl Castro, presidente “electo” a través del remedo de votación instaurado por el castrismo, donde los candidatos obtienen siempre cifras imposibles de aprobación: 97, 98, 99 por ciento. La unanimidad a palos que impone la Constitución cubana.
Como la ficción es completa, Cuba también tiene un primer ministro. El actual se llama Manuel Marrero Cruz y él también tuvo su momento cínico al hablar de Pablo Milanés: “La cultura en #Cuba está de luto por el fallecimiento de Pablo Milanés, reconocido cantautor cubano, uno de los fundadores del Movimiento de la Nueva Trova. Llegue a sus familiares y amigos nuestras más sentidas condolencias. @MMarreroCruz”.
Seguramente el pueblo cubano está de luto por Pablo, como bastaba llamarlo y todo el mundo sabía de quién se trataba, porque fue un músico excepcional, dueño de una voz única, inconfundible, potente y dulce a la vez.
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Es verdad que Pablo Milanés fue uno de los fundadores de la Nueva Trova, el movimiento musical nacido en los años 60 y que tuvo gran auge durante las siguientes décadas proyectando a la fama internacional a varios de sus epxonentes.
Es cierto también que los músicos de la Nueva Trova fueron los juglares de la Revolución Cubana en los años en que muchos en América Latina miraban con romanticismo al socialismo caribeño y buscaban imitar aquel proceso.
Pero con el tiempo a Pablo Milanés se le cayó el velo. Con la honestidad intelectual que no tuvieron otros alzó la voz para denunciar las injusticias y los crímenes del castrismo.
El año pasado, reaccionó frente a la represión que se desató contra los cubanos que en julio de 2021 manifestaron su descontento en las calles en varias ciudades de la isla y, vale la pena recordarlo, fueron castigados con penas de prisión totalmente desproporcionadas, que no han generado ninguna reacción de los supuestos paladines de los derechos humanos que abundan por estas latitudes.
“Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo”, dijo Milanés en aquella ocasión. También expresó su confianza “en el pueblo cubano para buscar el mejor sistema posible de convivencia y prosperidad, con libertades plenas, sin represión y sin hambre”.
Y se encargó de recordar lo que hoy los funcionarios cubanos fingen haber olvidado: “En el año 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié. Ahora reitero mis pronunciamientos”.
“A Fidel le critico la falta de libertad de expresión porque hay tantas cosas bonitas aseguradas por la Revolución que cuando ves que es capaz de encarcelar a un agent edurante 20 años porque habló dos o tres mierdas, no lo concibes”, había dicho cuando tomó distancia del castrismo.
Hay que decir que nunca fue un incondicional del régimen y había pagado un precio por ello. Pero esas “cosas bonitas” fueron las que le permitieron disculpar en cierta forma la dura experiencia que había vivido en su juventud cuando, como otros 50.000 jóvenes díscolos, fue confinado en lo que eufemísticamente se llamaban Unidades Militares de Ayuda a la Producción y no eran otra cosa que unidades de trabajo forzado. “Fui elegido para un campo de concentración”, contó más tarde.
Evocando aquel momento “brutal” para el joven de 23 que era entonces, dijo: “Lo que hicieron fue condenar a miles de muchachos jóvenes simplemente porque pensaban libremente, ni siquiera porque pensaban lo contrario, sino porque eran librepensadores y tenían opiniones”. También lamentaba que el régimen nunca se hubiera disculpado por ese método soviético de represión de toda disidencia que tenía además un efecto pedagógico. Cualquiera que se atreviera a la menor desviación de la doctrina oficial sabía que le esperaba la reclusión en uno de esos campos o la muerte civil. O una cosa después de la otra.
Pero Pablo Milanés fue “recuperado” por el régimen. A Fidel Castro la Nueva Trova le sirvió para alimentar el mito. Más tarde, el músico diría que lo hizo porque él sí era un verdadero revolucionario. Por un tiempo entonces, pesaron más para él en la balanza los beneficios de la revolución que sus crímenes.
Hasta principios de los 90, cuando rompió definitivamente con Castro y también se distanció de la Trova y de Silvio Rodríguez en especial.
El cinismo del régimen cubano no es nuevo. Los argentinos lo sabemos bien, aunque algunos se hagan los distraídos, porque Castro fue un aliado incondicional de la dictadura de Videla -porque así le convenía a Moscú que necesitaba el trigo argentino- y nunca abrió la boca para denunciar la represión ilegal ni solidarizarse con sus víctimas. Entre otras cosas, dejó que el hermano del Che, Juan Martín Guevara, pasara 8 años en prisión sin mover un dedo por él, pese a sus buenos vínculos con la dictadura argentina. Tampoco denunció la desaparición de dos empleados de la Embajada de Cuba en Buenos aires. Pero cuando los restos de uno de ellos fueron repatriados a la isla, lloró lágrimas de cocodrilo y dio uno más de sus interminables discursos.
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Ahora, los personeros del régimen ya iniciaron la operación de recuperación de la figura de Pablo Milanés traicionando su memoria.
Intentando borrar el recuerdo de las críticas del cantante al castrismo, Abel Prieto, director de La Casa de las Américas, se apresuró en reivindicar la adhesión de Milanés al régimen con un mensaje tramposo: “Murió Pablo Milanés. La cultura cubana sufre una herida terrible, muy dolorosa. La Casa de las Américas, a través de Twitter, recordó una frase de Roberto Fernández Retamar acerca de la relación especialísima de Pablo con nuestra institución y con Haydée Santamaría”.
Le faltó aclarar que Haydée Santamaría se suicidó en julio de 1980 y los vínculos de Pablo Milanés con esa usina de propaganda del régimen, son historia vieja.
“A pesar de que en los últimos días explotó una polémica absurda en torno a sus opiniones políticas, Pablo y su obra nos pertenecen de manera definitiva”, agregó Prieto, olvidando que el distanciamiento de Milanés respecto al régimen llevaba ya más de tres décadas al momento de su muerte.
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