El “desmantelamiento político” de Biden y mis días en el BID

En esta columna de opinión, el ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo realiza un balance de su gestión y se refiere a la actual administración demócrata

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El presidente Joe Biden, habla
El presidente Joe Biden, habla durante un mitin con el candidato demócrata a gobernador de Maryland, Wes Moore, el senador estadounidense Chris Van Hollen y otros demócratas de Maryland, en la Universidad Estatal de Bowie, en Maryland, el pasado 7 de noviembre de 2022 (Reuters)

El nuevo Congreso va a jugar un papel importante en recalibrar -vía supervisión, limitaciones de financiamiento y otras medidas legislativas- los múltiples errores de la Administración Biden hacia América Latina. En los últimos días, he conversado con los líderes republicanos sobre una agenda en la cual Latinoamerica va a jugar un papel central.

Desde inicios de 2021 hemos visto un giro drástico en Washington en el cual los enemigos de los Estados Unidos se sienten más empoderados, mientras los amigos se sienten abandonados. Todo esto se da debido a la falta de visión y el afán por una “política de desmantelamiento” de la actual gestión.

Eso explica, en parte, el fuerte respaldo de los votantes hispanos a los candidatos republicanos en esta elección que fue también, sin duda, un rechazo de las políticas sobre Latinoamérica de la Administración Biden. La Florida es el mejor ejemplo.

Política de desmantelamiento

Desde su primer día, la Administración Biden ha estado ciegamente obsesionada en desmantelar las políticas de la gestión anterior sin pensar en las consecuencias que eso acarrearía. Desmantelaron la política migratoria y desencadenaron la crisis migratoria más grande en la historia de los EEUU. Desmantelaron nuestras alianzas con gobiernos afines y facilitaron la elección de gobiernos liderados por terroristas o ahora “ex-terroristas,” como en el caso de Colombia, o de corruptos, como en el caso de Brasil.

Desmantelaron las políticas de presión que creamos hacia las dictaduras y hoy Nicolás Maduro en Venezuela está pasando uno de sus mejores momentos. Esta semana estuvo viajando a la COP-27 en Egipto, con total tranquilidad. Con nosotros, ni al baño iba tranquilo. Cada día, el régimen chavista está más intransigente y tomando más rehenes norteamericanos.

En Cuba, por caso, la brutal represión de las protestas del verano pasado no tuvo consecuencias. Al contrario, la Administración Biden busca el acercamiento con el régimen cubano y la normalización de relaciones con Maduro en Venezuela. Hasta hay un jefe de estado asesinado en Haití y los EEUU siguen sin plan ni respuesta. Mientras tanto los pueblos cubano, venezolano y haitiano pierden toda esperanza sobre el futuro de sus países y migran a niveles récord.

Podría decirse -sin temor a equivocarme- que es obvio que Biden favorece a los gobiernos de izquierda. A los de Argentina y México -que se pasan criticando las políticas de los EEUU sea hacia Venezuela o Rusia- se les compensa con gestos y visitas a la Casa Blanca, mientras a los gobiernos de derecha o centro derecha, como Ecuador y Uruguay, no se les ofrece nada ni los apoyan con preferencias comerciales. Por eso, esos gobiernos están ahora negociando acuerdos comerciales con China. Y ni hablar de la hipocresía. Critican a Nayib Bukele en El Salvador por violaciones de derechos humanos en su lucha contra las pandillas, las maras, pero abrazan a Gustavo Petro en Colombia, un “ex-terrorista” con sangre de civiles en sus manos.

Acusan a Alejandro Giammattei en Guatemala de corrupción, pero están celebrando la victoria de Lula da Silva en Brasil, quien fue el presidente más corrupto en la historia moderna de la región, como si fuese propia. Y por fin, las inconsistencias: buscan petróleo de Maduro en Venezuela, pero me vetaron proyectos en el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para apoyar el desarrollo responsable de los yacimientos en Guyana.

Un ejemplo de la falta de credibilidad de la actual administración en la región es lo que ocurrió en la Cumbre de las Américas, en la que más de una decena de países no aparecieron.

Biden debió nombrar a un enviado especial, el ex-Senador Chris Dodd, para que viajara por la región para ofrecer reuniones bilaterales y dejarse extorsionar en desesperación. Eso es humillante para nuestra historia. A nosotros siempre nos contestaban las llamadas y ni hablar de las invitaciones. Nos tomaban con seriedad. Hasta los que se hartan hoy de ser los más críticos de las políticas de los EEUU eran super mansos. Recuerdo la primera llamada con el presidente Alberto Fernández de Argentina, de la que yo fui testigo. Puro amor. Fernández hasta le prometió al Presidente Trump que iba a ser “su mejor amigo en la región”. Ahí están conservadas las notas de esa llamada para la historia.

A los Estados Unidos siempre se los acusa de intimidar, al igual que se me acusó a mí en el BID de intimidar. Pero eso es parte del estereotipo que propagan ciertos sectores. Sin embargo, en realidad, anteriormente se respetaba que éramos proactivos y decisivos. Hacíamos lo que decíamos. Y no se debe menospreciar el gran esfuerzo que hicimos en resaltar y apoyar a nuestros aliados en la región. Se invitó a la Casa Blanca al presidente Iván Duque de Colombia, Jair Bolsonaro de Brasil, Lenin Moreno de Ecuador, Mario Abdo Benitez de Paraguay, Sebastián Piñera de Chile, y a Andrés López Obrador de México. Tuvimos la Cumbre del Caribe en Mar-a-Lago, Palm Beach, con los jefes de estado de Jamaica, Haití, República Dominicana, Santa Lucía y Bahamas. Y tuvimos como invitado especial al Estado de la Unión en el Congreso al presidente interino Juan Guaidó de Venezuela. Lideramos la coalición más grande a favor de la democracia desde la Segunda Guerra Mundial con el reconocimiento del gobierno interino en Venezuela. Fueron casi 80 países.

Otro ejemplo de “política de desmantelamiento” es lo que tiene que ver con la influencia del régimen chino en América Latina. Hacia finales del 2019 lanzamos la estrategia de “América Crece”, la cual concebí y de la cual me siento muy orgulloso. Desde su comienzo hasta el fin de la Administración Trump, firmamos 16 acuerdos de energía e infraestructura con países de la región. Durante ese tiempo China no firmó ni un acuerdo de “Franja y Ruta” en la región. Lanzamos el nuevo “Development Finance Corporation” y teníamos proyectos identificados en toda la región. Todo fue desmantelado. Lanzamos una iniciativa de “nearshoring” de empresas a las Américas, lo cual continuamos durante mi gestión al frente del BID con casi 5 mil millones de dólares en financiamiento sólo en 2021... y la Administración Biden peleando porque la palabra “nearshoring” la asociaban con el trumpismo. Simplemente ridículo. Mientras tanto, China ha recuperando su comercio e inversiones en la región a paso récord.

Mis días en el BID

Los datos sobre mi desempeño en el BID hablan por sí mismos. Durante mi gestión llevamos al banco de $17.5 mil millones a casi $23.5 mil millones en financiamiento. Un incremento de 30%. Y se realizó sin capitalización de los gobiernos. Fue debido a los ahorros y a que duplicamos la movilización y cofinanciamiento del sector privado en un año, una de mis mayores promesas de campaña. ¡Todo sin el cofinanciamiento de China! Hubiéramos seguido creciendo, pero dudo que ese hito se repita. Nombramos a más mujeres a posiciones de poder que nunca en la historia de la institución y empoderamos a los países pequeños que nunca tuvieron representación ni liderazgo. Lanzamos un paquete de reformas históricas que hubiesen modernizado al banco, con un nuevo modelo de negocios. Sin embargo, desafortunadamente, la política sucia prevaleció.

En esa línea, lamentablemente, ni al BID ni a la región le interesan las reformas. Ese fue mi error. Al momento de que me fuera se habló sobre la posibilidad de que el próximo presidente fuera una mujer. Con los días ya se olvidaron de esa propuesta. Nuevamente, el sexismo prevaleció. Y las viejas estructuras del poder han resurgido para dividirse el pastel. Ya están negociando las vicepresidencias y los “quid pro quos” entre Argentina, Brasil y México. Y los países pequeños volverán al olvido. A la Administración Biden lo único que le interesaba era sacarme para que un latinoamericano fuera presidente, que fue un tipo de promesa de campaña. Otra vez, el desmantelamiento.

El mismo grupo en la Administración Biden que hoy supuestamente tanto le interesa el BID, es el que permitió durante la Administración Obama que China lo usara como instrumento de expansión en la región. El BID cofinanció más de 90 proyectos chinos en la región, con más de $6 mil millones. Y los EEUU es el mayor accionista del banco con 30%. Un bochorno para los contribuyentes norteamericanos.

Al ingresar a la institución, se me aconsejó tener buenas relaciones con la Junta Directiva, pero se me hizo muy difícil porque estructuralmente está muy politizada. Es muy diferente al Fondo Monetario Internacional, de la cual formé parte y que en su su gran mayoría era técnica. En el BID, los directores por la región son operadores políticos y con otros fines. Un ejemplo de ello es la presencia del actual decano de la Junta Directiva, Guillermo Francos de Argentina, que tiene mejores condiciones para estar en la lista de actores corruptos del Departmento de Estado que de ser representante en una institución financiera internacional.

Antes de Francos, era Edna Camacho de Costa Rica, quien básicamente fue escondida en el banco mientras su esposo estaba en juicio por el desfalco de cientos de millones de las pensiones de los costarricenses. Es muy difícil trabajar en esas condiciones, ya que es un ambiente con incentivos perversos. La Junta Directiva residente es un gran impedimento para el BID y absorbe casi un tercio del presupuesto. En eso, la CAF, la Corporación Andina de Fomento, tiene todas la ventajas para ser más eficiente.

* El autor fue presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), director del Fondo Monetario Internacional (FMI) y asesor presidencial en la Casa Blanca.

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