Convertido en el gran ganador de la noche del martes 8, el reelecto gobernador de Florida Ron DeSantis parece encaminarse como un serio contendiente de cara a las elecciones presidenciales norteamericanas de 2024.
Elegido para un nuevo mandato como gobernador del pujante estado de la Florida, el republicano DeSantis logró una impactante ventaja de casi veinte puntos porcentuales (59 a 40) sobre su adversario demócrata, el ex gobernador y congresista Charlie Crist.
Su arrollador triunfo en uno de los estados más importantes de la Unión se destacó en el marco de una elección en la que los republicanos obtuvieron un resultado menos espectacular que el esperado. En el que las urnas ofrecieron al GOP (Grand Old Party) un triunfo moderado que dejó el sabor a poco cuando se esperaba una ola como la que en su momento catapultó a Newt Gingrich a convertirse en Speaker of the House en 1994.
Especialistas sostienen que haber pronosticado una victoria apabullante pudo haber jugado en contra del GOP. Demostrando una vez más que -como explicó en estas columnas mi colega del InterAmerican Institute for Democracy Ricardo Israel- éxito y fracaso no siempre son absolutos. Y que en el complejo mundo de la política los resultados deben ser evaluados en relación con las expectativas previas.
Pero cualquiera sean las interpretaciones de la hora, conviene reparar en el discurso que DeSantis brindó la noche del martes. En el que hizo una encendida defensa de la libertad y el sentido común.
Cuando explicó que en los últimos años hemos visto desafíos enormes para los ciudadanos en términos de restricciones a las libertades individuales a partir de la irrupción de la pandemia del COVID-19. DeSantis explicó que Florida -a diferencia de otras jurisdicciones- optó por una estrategia de protección de los derechos de los ciudadanos en observancia de los hechos frente al miedo y el terror. Y mientras otros estados eligieron imponer interminables “lockdowns” (cuarentenas y encierros compulsivos), Florida apostó por la libertad.
El gobernador sostuvo que en su administración se optó por la educación sobre el adoctrinamiento, la ley y el orden por sobre los disturbios y el caos, y que en definitiva, Florida fue un refugio de la sensatez y la cordura cuando el mundo enloqueció.
Porque es evidente que la política de mantener la economía abierta y los bajos impuestos brindó resultados sobresalientes para Florida, convirtiendo al estado en uno de los destinos más atractivos para las inversiones en detrimento de otros que optaron por la estrategia contraria.
Con una tasa de desempleo de 2,7 por ciento, Florida se consagró como el estado con menor porcentaje de población sin trabajo entre los diez estados más poblados del país. Al tiempo que en materia de creación de nuevas empresas, Florida lideró el índice nacional al haber creado un millón y medio de nuevos comercios desde enero de 2020, una cifra que supera en doscientos cincuenta mil nuevos negocios al Estado de California, a pesar de que la población de ésta (39 millones) es casi el doble que la de Florida (21 millones).
Desafiando las restricciones en medio de la pandemia e insistiendo en su política de mantener abiertos los comercios y las escuelas durante el aciago año 2020, Florida se convirtió en una suerte de contracara de California. Con el resultado de que mientras la primera crece, la segunda sufre la emigración de sus ciudadanos más pudientes -hartos de los impuestos cuasiconfiscatorios- con el agravante correlato de la mudanza de los mayores empleadores hacia otros estados.
El elevado crecimiento económico en el estado llevó a que DeSantis lograra la hazaña de “teñir de rojo” el condado de Miami-Dade, una geografía tradicionalmente inclinada a votar a los demócratas en la que ningún republicano ganó en los últimos veinte años.
No exento de posturas controvertidas, DeSantis emergió de estas elecciones como una figura nacional a la que seguramente los ojos del país prestarán más atención en los próximos años, en los que se desenvolverá la segunda mitad de la Administración Biden y el camino hacia 2024.
Presentándose a sí mismo como defensor de la familia, los pequeños comerciantes y la libertad individual frente a los abusos del poder, las corporaciones y los movimientos ideológicos, DeSantis buscará ofrecer una alternativa renovada para los conservadores. Una apuesta en la que probablemente deba enfrentar a un líder aún más audaz, polémico y controversial como el Presidente número 45, Donald J. Trump. Y frente al que seguramente podrá exhibir los resultados formidables de su política de defensa de la libertad.