A pocos días que la Casa Blanca publicara la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los EEUU, el Pentágono dio a conocer su correlato en el sector de la Defensa. El extenso documento comienza con una clara definición y advertencia: el poder americano enfrenta una década decisiva y turbulenta, donde lo que se haga o se deje de hacer tendrá consecuencias profundas en el largo plazo. Para que no quede ninguna duda, desde el comienzo se califica al Partido Comunista Chino (PCCH) como el principal desafío sistémico a la seguridad y al poder de los EEUU y sus aliados.
Tal como lo vimos en la Estrategia de Seguridad Nacional antes mencionada, las referencias no son hacia China como Estado sino su régimen político. En tanto que Rusia es calificada como una aguda amenaza a los intereses de los EEUU. En otras palabras, hay una pelea estratégica de fondo con Beijing, y Moscú no alcanza el puesto de superpotencia.
Un mundo bipolar asoma desde la perspectiva de Washington. Ello se refuerza cuando se subraya que el escenario central para las Fuerzas Armadas americanas es y será la amplia zona del Indo Pacifico para hacer frente al expansionismo del PCCH; y en segundo lugar Rusia y su efecto desestabilizador sobre Europa.
Como amenazas de tercer orden están Corea del Norte e Irán. En todo momento el documento advierte que estamos en un mundo con acelerados y sorpresivos cambios tecnológicos y que ello impacta sobre el arte de la guerra y el balance de poder. Asimismo, que es más relevante que nunca el accionar conjunto de todas las ramas de las FFAA y una ágil y bien articulada cooperación con los aliados. Ese entramado de tradicionales y nuevos socios es visto como un elemento fundamental del poder militar y estratégico de los EEUU y no como un mero complemento. Ello requiere de un constructivo permanente diálogo con los mismos.
Al momento de jerarquizar las zonas vitales del mundo, la encabeza el Indo Pacífico, luego Europa, Medio Oriente, el hemisferio americano, África y el Ártico.
En el escenario planteado no hay margen para una racionalización o reducción de la inversión en Defensa y en desarrollos tecnológicos de vanguardia, pero sí la reasignación de recursos que potencien el despliegue, alistamiento y poder de fuego en las zonas vitales. Sin duda plantear al Indo Pacífico como el número 1 deriva en una creciente potenciación de la Marina, la Infantería de Marina y también en parte de la Fuerza Aérea.
La guerra en Ucrania y su impacto sobre la seguridad de Europa y del mismo Medio Oriente hará que el Ejército y sus fuerzas de tierra puedan defenderse mejor de los seguros recortes que tendrá para favorecer a las otras fuerzas. Hasta la invasión rusa a Ucrania, el Pentágono de las últimas dos o tres administraciones presidenciales de los EEUU se orientaba básicamente a ir reforzando el componente militar en el Pacífico y más recientemente en el Indo Pacífico, a partir de la creciente cooperación y coordinación de los EEUU y la India. La única sociedad democrática y capitalista que durante la Guerra Fría tenía un vínculo más fluido con Moscú que con Washington.
Sin duda, el ascenso de China y la creciente aspereza de la política exterior de Beijing, han acelerado y profundizado éste acercamiento geopolítico y de Nueva Delhi con Japón y Australia.
El regreso de los dilemas de seguridad e hipótesis de conflicto entre las grandes potencias derivaron que en el documento aquí analizado el espacio de las amenazas de actores transnacionales y aún un tema tan caro a la agenda demócrata como el cambio climático, tengan un espacio menor al que uno podría esperar. Enmarcando todo ello, en los días inmediatamente posteriores a su publicación, algunas de las máximas jerarquías militares de los EEUU, en especial pertenecientes a la Marina, afirmaron que la guerra en Ucrania es sólo un ensayo o guerra relativamente limitada comparada con la que puede darse en la zona del Pacífico con China. Asimismo, que Washington deberá redoblar sus esfuerzos para lograr que su poder militar siga estando en condiciones de enfrentar al mismo tiempo dos grandes guerras regionales simultáneas. En todos estos análisis y advertencias, el factor que siempre se repite al tope de las preocupaciones es el poder tecnológico y militar de China y recién luego otros países.
Una mirada a los últimos documentos de Seguridad Nacional y de Defensa de la administración Biden muestran una muy clara continuidad y hasta una agudización de la decisión de la administración Trump de abandonar a partir de 2017 una visión buenista, economicista y optimista sobre el ascenso chino. Por debajo de un EEUU polarizado al extremo en su política doméstica, va apareciendo una política de Estado y un consenso clave sobre la existencia de un peligro claro y presente a la primacía americana. Un factor que históricamente le ha ayudado a los EEUU a relegar algunas pujas domésticas y colocar una mayor parte de esas alergias en la puja por el poder global. Quizás sin saberlo ni quererlo, Xi Xinping en su nueva condición de gobernante eterno esté dándole a la sociedad americana una medicina inesperadamente fuerte y eficiente para ir paliando y encauzando pacíficamente sus brechas internas entre las visiones más conservadoras y las progresistas.
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