Kanye West o el viejo antisemitismo de siempre

Las palabras del odio se convierten en acciones de odio con demasiada facilidad

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Kanye West (AP)
Kanye West (AP)

En las últimas semanas Kanye West ha vuelto a hacer públicas sus opiniones, desde su “amor” a Hitler y a los nazis como su referencia a los judíos como “ingenieros financieros”, además de lanzar la amenaza de ir “death con 3″ contra el pueblo judío. Enigmática e incomprensible, pero del todo agresiva.

Después de esto, West fue bloqueado en los medios sociales y criticado por la Administración Biden después de acusar a los judíos de cancelar a “cualquiera que se oponga a vuestra ideología”.

Y si bien aquellos posts en Instagram y Twitter fueron borrados, poco tiempo después, para quien dudase de la convicción ideológica del rapero, en una entrevista en Fox News, acusó al yerno del expresidente Donald Trump, Jared Kushner, de haber orquestado los acuerdos de Abraham entre Israel y los Estados del Golfo “para hacer dinero”.

Resulta estéril discutir si West se permite hacer los comentarios que hace porque considera que al ser una de las personas más famosas del mundo quien, además de ganar millones con su música y controlar un imperio de marcas, lo convierte en intocable o si es su supuesta enfermedad mental la que le suelta la lengua.

Después de argumentar “puedo decir cosas antisemitas y Adidas no me puede cesar”, refiriéndose a su relación comercial con Adidas, la megaempresa lo contradijo, aun perdiendo millones, al dar por cancelado su contrato con el rapero.

Pero realmente no importa por qué West dice lo que dice. El que haga público su odio y convicción de ser perseguido por judíos puede ser un síntoma de enfermedad mental, sin embargo, su ideología antisemita, si bien equivocada, no es un síntoma de dolencia. Sabemos que a lo largo de la historia hay y ha habido personas que creen en tremendas conspiraciones antisemitas, inverosímiles pero arraigadas, y están perfectamente cuerdas, son inteligentes y hasta sensibles. Sensibles con otras causas, esto es.

Palabras de odio y acciones de odio

Que West haga públicas sus opiniones es gravísimo precisamente por su enorme repercusión y la ascendencia que tiene en tantísimas personas influenciables, por ser niños y adolescentes, pero también por ser adultos con falta de educación.

Tras la retahíla de exabruptos antisemitas de Ye, varias organizaciones racistas y nazis de Los Ángeles le demostraron su apoyo en una manifestación en la que portaban pancartas que decían cosas como “Kanye tiene razón sobre los judíos”.

Sus graves comentarios no caen en saco roto sino en un contexto de convulsión social global, tras una pandemia que no solo ha dejado millones de muertos sino también ríos de desinformación que convergen, lamentablemente, en tropos conocidos y tradicionales. En la propia manifestación de LA se repartieron panfletos que repetían, como si de la Edad Media y la peste se tratara, que el coronavirus era un invento judío.

La Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés) señala que los ataques contra judíos solo van en aumento. De 4 mil millones de encuestados en todo el mundo, más de mil millones manifestaron actitudes antisemitas. Los incidentes antijudíos alcanzaron un máximo en 2021 con 2,717 ataques, el número más alto desde que comenzaron los registros de la ADL en 1979. La media diaria es de 7 incidentes. Y todo apunta que 2022 batirá récords.

Y si todos los datos indican que el odio y los incidentes que lo manifiestan van en un preocupante incremento en el mundo en general y en Estados Unidos en particular, es más que reprobable que una persona tan pública como West haga un uso irresponsable de sus palabras frente a una audiencia de millones que apenas están formando sus opiniones e identidades. Las palabras del odio se convierten en acciones de odio con demasiada facilidad.

Buscar motivos y explicaciones a las cosas malas que suceden en el mundo es parte de lo que nos hace humanos, pero el antisemitismo (como el racismo y el sexismo) debe ser combatido precisamente por lo que representa: una falla humana, el simplismo de buscar un culpable. El chivo expiatorio judío es lo tradicional en estos casos, se lleva gestando y perfeccionando durante siglos, la Inquisición, los pogromos, los libelos de sangre... Desembocó del modo más trágico imaginable, en el Holocausto, y cuando seis millones de muertes después creíamos que había ciertas lecciones aprendidas, Kayne vuelve a los mismos viejos y familiares tropos. El ciclo intolerable del odio que hace cómplices, de nuevo, a todos los que callan.

Si el antisemitismo es tolerado en la vida pública, normalizado, ya sea de la pluma de un poeta, del discurso de una política o de la boca de un rapero, es un síntoma no de locura ni privilegio social ni sofisticación artística, sino de degradación social que daña a todo el mundo, no solo a los judíos.

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