Allá por los años 90 se hablaba mucho sobre una alternativa al capitalismo clásico y a la socialdemocracia tradicional. Bajo el rótulo de “La Tercera Vía” se plasmó en el discurso de importantes líderes mundiales un modelo socio económico que recogiera lo mejor de cada sistema de los mencionados, pero sobre todo desechar lo que peor ha funcionado en ambos modelos.
En nuestro país este tipo de debate ha quedado absolutamente relegado y reemplazado por discursos de coyuntura más vinculados a lo judicial y policial, con mucho componente anti y desde luego con cataratas de descalificaciones e insultos. En síntesis, la política peruana se ha convertido en una jungla en la que habitan miles de especies que cada vez elevan más el tono del rugido individual y menos el de la consolidación de tropeles en torno a prácticas de defensa articuladas.
En este escenario, sin alejarse del desorden y del excesivo individualismo representativo, de alguna manera se conforman dos bloques: amorfos y acéfalos, pero con algún nivel —aunque mínimo— de intereses compartidos. De esta manera los dos grandes bloques se aglutinan en torno a una única disyuntiva: mantener o sacar a Castillo del poder. Los discursos tanto de ataque como de defensa están generalmente más cerca a lo absurdo y descabellado que a lo aceptablemente razonable. Sin embargo, en lo que la inmensa mayoría del país coincide es en la necesidad de darle una salida a esta terrible crisis política, que arrastra consigo un letargo económico con su consecuente deterioro del empleo y del bienestar de los peruanos.
Hoy hemos llegado a una fase de autodestrucción del país realmente irracional: la corrupción campea no solo en el gobierno central y en un sector del congreso, sino en la mayoría de gobiernos sub nacionales. El pago de favores a la hora de definir las direcciones, gerencias y tecnocracia de cada entidad, también cumplen su rol en el acelerado deterioro del aparato público a todo nivel; con lo cual la ineficiencia e incapacidad escalan a niveles nunca antes vistos. Más de S/ 30,000.00 millones de soles en obras paralizadas son solo una muestra del deterioro mencionado. Esta situación revela que no es la falta de recursos el problema, sino la corrupción la ineficiencia y la maraña de normas mal dadas y peor controladas las que ocasionan que millones de peruanos se vean privados del acceso a salud, educación, transportes y demás infraestructura que llevaría a mejorar sustancialmente su calidad de vida.
El sistema político electoral, que al igual que nuestro sistema de contratación pública, y el de gobernanza y gobierno de nuestras entidades estatales, en su probado fracaso han tocado fondo. Hoy son el gran escollo para el tránsito de nuestra nación al desarrollo y la modernidad. Es hora de que los peruanos de buena fe se unan para buscar una alternativa viable que saque al país de su profunda crisis presente. Pues ante la incapacidad del Poderes Ejecutivo y Legislativo de darle una salida coherente a la crisis, se presenta la alternativa de la Sociedad Civil Organizada, no ya para marchar, sino para reunirse, plantear los problemas, analizarlos y proponer soluciones y de esta forma legitimarse como actor trascendente en el propósito de rescatar al país del desastre. Un espacio para viabilizar esta propuesta puede estar en el Acuerdo Nacional, hoy más que nunca se requiere el involucramiento de esta Institución; sin embargo, de no asumir este el rol que el país le reclamaría, demostrará que no es más una institución imprescindible. Es urgente generar este espacio que va quedando como única alternativa de salida al país. Es hora de una Tercera Vía y debe ser la sociedad Civil Organizada la que trace, implemente y transite esa vía.
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