Zapatero visita al dictador Maduro

Ese sujeto con el que bromea forma parte ya de una élite mundial de la ignominia, al lado de unos pocos procesados en La Haya, como el criminal de guerra Milosevic

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El ex presidente del gobierno
El ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y el dictador venezolano Nicolás Maduro (Europa Press)

Me pregunto de que se reirá Rodríguez Zapatero al lado de Maduro. El dictador venezolano ha sido acusado por la Corte Penal Internacional de cometer torturas. Ofende tamaña exhibición de inmoralidad de quien fuera presidente del gobierno de España y líder del PSOE. Esa foto de la vergüenza está tomada pocos días después de la publicación del  demoledor informe de la Misión Internacional Independiente encargada por la ONU para investigar posibles crímenes contra la humanidad en Venezuela. De esto acusan a ese tipo con el que  Zapatero se echa unas risas:

“Nuestras investigaciones y análisis muestran que el Estado venezolano utiliza los servicios de inteligencia y sus agentes para reprimir la disidencia en el país. Esto conduce a la comisión de graves delitos y violaciones de los derechos humanos, incluidos actos de tortura y violencia sexual. Estas prácticas deben cesar inmediatamente y los responsables deben ser investigados y procesados de acuerdo con la ley”.

Si el expresidente no se hiciera el despistado, también habría podido conocer lo que, el mismo día en el que él se retrataba con el sátrapa, explicaba con detalle en Lima la Organización Mundial contra la Tortura:

“Se da el uso de la ‘señorita’, un dispositivo de tortura que permite introducir los cuerpos en tanques de agua, descargas eléctricas, incluso en los testículos, violación con palos de madera, amenaza de muerte a familiares si no proporciona información. Colocación de alfileres debajo de las uñas, entre otros delitos...”.

Si no fuera suficiente, el expresidente socialista podría seguir las investigaciones del fiscal de la Corte Internacional, Karim Khan, que acusa al dictador venezolano de crímenes de lesa humanidad, con decenas de casos bien documentados de tortura. Ese sujeto con el que bromea forma parte ya de una élite mundial de la ignominia, al lado de unos pocos procesados en La Haya, como el criminal de guerra Milosevic o el monstruo de las matanzas en Ruanda, Kambanda. Cuando se celebre el juicio contra su amigo, Zapatero podrá ayudarle como testigo, pero no podrá borrar la mancha de grasa que le ha colocado a la bandera del Partido Socialista Obrero Español, detrás de la cual se esconde.

En la película Argentina, 1985 de Santiago Mitre, recién estrenada, impresionan y emocionan las descripciones de las torturas que hacen las propias víctimas de Videla y compañía durante la dictadura. Lo que va demostrando el fiscal Julio Strassera, interpretado por Ricardo Darín, es un método sistemático, organizado al detalle, contra ciudadanos indefensos. El guión se limita al tiempo en el que se desarrolla el juicio, pero si hubiera continuado con la biografía del heroico fiscal, el espectador habría conocido sus contundentes críticas a la utilización tramposa de retóricas “progresistas” sobre dictaduras para fidelizar clientelas electorales, en América Latina como en España.

Se doctoró en ese tipo de artimañas de las izquierdas reaccionarias en todo el mundo. Hasta su muerte en 2015, se esforzó en desenmascarar a quienes, como hace Zapatero, avalan a dictadores como si se tratara de peluches, en Cuba, en Nicaragua o en Venezuela. La película de Darín ignora la denuncia de Strassera del uso fraudulento de los derechos humanos que hacen los kirchneristas por objetivos políticos. Lo practica el peronismo en Argentina como el sanchismo en España, que ahora prepara nuevas performances con los huesos de Queipo de Llano y Primo de Rivera para hacer frente a sus apuros  electorales.

El fiscal argentino combatió, con el mismo valor que en su acusación contra los criminales de las Juntas, las violaciones de derechos en Iberoamérica. Sus denuncias fueron constantes. Advirtió sobre cómo se había establecido un sistema en Venezuela con estructuras bien coordinadas y eficaces para cometer crímenes de lesa humanidad contra disidentes. “Lo grave es que es el modelo de este gobierno”, explicaba, haciendo referencia a Cristina Kirchner. Sabía de qué hablaba, él que metió en la cárcel a los jefes de la dictadura militar, posteriormente indultados por el presidente peronista Carlos Menem. Esto tampoco lo recoge la película. Ni que Strassera en respuesta dimitió como  embajador ante la ONU en Ginebra, perdiendo tranquilidad económica, pero protegiendo su conciencia.

Verán la cinta de otra forma quiénes sepan qué opinaba el honesto fiscal sobre la manipulación política de la defensa de los derechos humanos. “Yo tuve a la vista todos los habeas corpus presentados en aquella época, porque eran una prueba, y no encontré ni uno solo firmado por los abogados Néstor y Cristina Kirchner”, señala. Añade: “No les importaron nunca los derechos humanos, pero después les importaron cuando vieron que eran un filón”. Nos podemos imaginar qué diría ahora al ver cómo el gobierno peronista, aprovechando el estreno de la película, saca una publicación que le homenajea, es decir, que manipula sus ideas. No pudo comprobar qué lejos llegarían quienes convirtieron el filón de los derechos humanos en un negocio millonario -traficantes, les llamaba-, pero ya había visto lo suficiente.

Cuando le preguntaban por las razones de esta degradación, respondía: “Yo creo que a algunos se les han comprado y otros están equivocados”. Fue testigo de las andanzas argentinas del ex juez Baltasar Garzón, que se confiesa defensor acérrimo de la “honradez” de la señora Kirchner -como un “gobierno de ladrones”, les calificaba Strassera-. El fiscal interpretaba la colonización del poder judicial como una forma de garantizarse la impunidad, porque “temen tener que responder ante la justicia”. ¡Qué espectáculo observar cómo se hacen millonarios de tanto defender los derechos humanos, y la justicia universal!

Argentina, 1985 recibió hace unos días un premio en el Festival de San Sebastián. No está de más saber que en ese certamen, en el que los bilduetarras desfilaron por la alfombra roja, está vetado un cineasta vasco también heroico y honesto, Iñaki Arteta. Algo deben tener que ver documentales suyos como Bajo el silencio sobre la huella de ETA. ¡Cuánto esfuerzo se necesita para defender los derechos humanos frente a la manipulación de tanto mercachifle!

* Esta columna de Jesús Cuadrado fue publicada originalmente en Vozpópuli. El autor es geógrafo formado en la Universidad de Valladolid, catedrático de Geografía e Historia de Enseñanza Secundaria, y desarrolló una intensa actividad política en el PSOE, fue portavoz ante el Congreso y presidente de la Delegación española ante la Asamblea de la OTAN.

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