La visita del secretario de Estado Antony Blinken a la región es bienvenida. Pero -y hay muchos peros- ya no se puede tratar solo de una palmadita en la espalda y nos vemos pues la región y el mundo han cambiado. Además, con el continente en juego Estados Unidos tiene que volver sus ojos hacia América Latina, aprender de las lecciones exitosas y poner sobre la mesa recursos y políticas de largo plazo que sirvan para contrarrestar la influencia china y del populismo y así recuperar el terreno perdido.
Hace apenas 20 años la presencia China era inexistente. Su comercio con la región no superaba el 2 por ciento del comercio total. Pero en apenas dos décadas no solo logró cambiar brutalmente estas cifras sino ampliar su influencia política de tal manera que hoy en muchos países de la región es superior a la de su rival Estados Unidos.
Unas cifras nos permiten ver el tamaño de la presencia China. En el 2.000 Brasil exportaba 2 billones de dólares a China, hoy exporta 100. Las exportaciones de América Latina a China en el 2.000 no superaban los 15 mil millones de dólares. Hoy son 450 mil millones y para el año 2030 se esperan que sean 700 mil millones de dólares.
Brasil hoy envía 80 por ciento de su soja y el 60 por ciento de su mineral de hierro a China. La dependencia de Chile en sus exportaciones de cobre y alimentos a China es aún mayor. Lo mismo sucede con Argentina y Uruguay lo que le da un tremendo poder de influencia política al gobierno chino.
En préstamos es igual. Hoy la mitad de lo que produce en petróleo Venezuela se va a China para pagar un crédito de 60 mil millones que se robaron Chávez, Maduro y sus amigos. Que se mueran de hambre los venezolanos pero a mí me pagan, es la única condición de China para prestar. Correa endeudó a Ecuador de la misma manera con China. Una deuda impagable que acaban de renegociar. Lo mismo sucede con Argentina: 17 mil millones desde el 2017 que hoy son impagables. Esos países caen en una trampa de deuda de la que es imposible salir y que los chinos utilizan para tomar gran influencia política sin perder un yuan pues siempre hay que pagarles.
Otro ejemplos en otras materias. La Corporación China de Energía es la más grande generadora y distribuidora de energía de Brasil y la empresa Tres Gargantas, de China es dueña de 17 de los 48 hidroeléctricas en el mismo país. En El Salvador el gobierno anterior le cedió el 14 por ciento de su territorio y casi la mitad de su costa a China para una zona de libre comercio que excluía empresas americanas. Con la llegada de Bukele esto se frenó. Pero las intenciones son claras de ahí que no nos debemos sorprender cuando Maduro le regala 1 millón de hectáreas con Irán.
En Panamá el Landbridge Group de China construyó un puerto de aguas profundas de un billón de dólares y creó una zona logística inmensa donde antes estaba la base militar americana. Días después de anunciarse el negocio en el 2017 Panamá súbitamente cambió su apoyo a Taiwán por relaciones formales con Beijing.
Hay innumerables ejemplos de esta actividad china. Que no está mal si fuera simplemente una actividad comercial y de desarrollo. Pero China, especialmente ahora bajo el gobierno de Xi Jinping, tiene una política exterior agresiva y hegemónica donde pretenden utilizar este apalancamiento comercial y financiero para obtener dividendos políticos y económicos en escenarios bilaterales y multilaterales.
China hoy usa esa influencia para que su flota pesquera deprede los mares del continente sin posibilidad de queja. O en el caso del exministro de Relaciones Exteriores de Brasil sacarlo de su cargo por oponerse a la vacuna Sinovac. De este tamaño es la influencia China que pasó de ser un amigo y objetivo comercial a un socio imperial que impone condiciones, que depreda ambientes y ecosistemas y que no acepta el multilateralismo si no le conviene.
Y la pregunta es, ¿y Estados Unidos qué? En estos últimos 20 años abandonó el continente. Con la excepción del plan Colombia no hubo política hacia la región. Su foco estaba en Afganistan e Irak. Es más, hoy sin Irak y Afganistán tampoco prestan atención a la región. Por eso la pregunta de esta columna: señor Blinken ¿qué trae para la región?
Por ahora parece más una visita simbólica para refrescar la memoria y renovar la atención. Pero mientras el está en Colombia y se reúne con el Presidente Petro y la alcaldesa López, los chinos se ganan y financian la 1era línea del metro, seguramente también ganarán la segunda, y están a punto de ganarse la segunda línea del metro de Medellín.
Compran minas de oro, abren mercados a productos agrícolas colombianos, crece el comercio, inclusive el ilegal de contrabando que es un tema al que ninguno de los dos gobiernos le quieren meter el diente, y su influencia crece y crece.
Las manos vacías de Blinken dejan mucho que desear. Sobretodo cuando tienen instrumentos que crearon. America Crece y el DFC que reemplazó a OPIC, con 60 mil millones, precisamente para contrarrestar esta influencia económica china están ahí. Pero más parecen elefantes blancos que políticas agresivas comerciales y de financiación.
Habría sido muy efectivo poner sobre la mesa una línea de financiación con muy buenos intereses para proyectos vitales en Colombia. O abrir nuevos mercados. O generar un acuerdo migratorio para a abrir una nueva puerta de discusión sobre este tema.
Pero no, al final fue una visita protocolaria. Las tradicionales fotos y las ruedas de prensa. Pero como decía el candidato presidencial americano Walter Mondale, parodiando un comercial de Wendys, en la campaña de 1.984 al preguntarle a su oponente sobre sus propuestas le decía: “Where is the beef?” o dónde esta la carne.
En esta visita carne no hay. Ni si quiera un huesito roído. La visita de un secretario de Estado a la región se da pocas veces. Y en esta oportunidad, como en tantas otras, la falta de visión y de liderazgo de Estados Unidos en su política exterior hacia la región queda clara. Otra vez será. Mientras tanto nos tocara seguir con el huanying guanglín.