Esta semana se llevó a cabo la 77° sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que el presidente de la República, Pedro Castillo Terrones, hizo mención en más de una ocasión, sobre la existencia de desigualdades en la sociedad peruana y la necesidad de desterrar ideologías de odio como el racismo y la xenofobia, para construir valores de paz en la mente de las personas.
Si bien otras líneas de su discurso han sido expuestas con mayor relevancia y han sido objeto de críticas desde diversos frentes, no es estar alejado de la realidad el afirmar que el Perú es un país desigual. Según el Reporte de Índice de Desarrollo Humano 2021/2022 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina y el Caribe es la segunda región más desigual del mundo, estudio que tiene en cuenta indicadores como: nivel de vida digno, educación y esperanza de vida al nacer.
Aun cuando este reporte no mide niveles de racismo o xenofobia a nivel mundial ni en nuestro país, los indicadores que toma en cuenta para establecer los niveles de desigualdad están estrictamente vinculados con el goce de derechos humanos como el derecho a la vida, al libre desarrollo y bienestar, el derecho a la salud y a la educación; derechos fundamentales que muchas veces no pueden ser gozados con plena libertad por todos los peruanos y peruanas, por la existencia de distinciones o preferencias basadas en el color de nuestra piel, la ascendencia u origen étnico(1).
Pero como dice el título de esta columna, la desigualdad o discriminación racial son temas del que nadie (o muy pocas personas) quieren hablar en el Perú, especialmente si este tema es abordado en algunos sectores considerados más privilegiados. Si esta afirmación resulta audaz para algunos, podemos mencionar los resultados de una encuesta(2) realizada a nivel nacional por el Ministerio de Cultura en el año 2017, en la que el 53% de los encuestados/as considera a los peruanos/as racistas o muy racistas, pero solo el 8% se considera a sí mismo muy racista o racista. Tomando como referencia este resultado, se puede afirmar que, si la gran mayoría de peruanos y peruanas no reconocemos que tenemos prejuicios basados en el color de piel, la descendencia u origen étnico; no estaremos en la capacidad de hablar sobre ellos y, ni mucho menos, erradicarlos.
Perú es un país que en los últimos 20 años ha tenido un crecimiento económico sostenido y reconocido en la región. De hecho, se estima que, a pesar de la pandemia de la COVID-19 y de la crisis política que atravesamos, nuestra economía continuará creciendo por los próximos 4 años. Sin embargo, más del 75% de peruanos y peruanas que trabajamos no estamos en una planilla y prestamos servicios desde el sector informal(3), realidad que repercute en el acceso a un sistema de salud y de seguridad social, así como en el goce de una remuneración mínima vital, que a su vez, podría garantizar una mejora en la calidad de vida.
Esta carencia en el acceso a un sistema de salud y de otros derechos económicos resulta coherente con la sensación de desigualdad expuesta en la I Encuesta Nacional de Percepción de Desigualdades 2022 – ENADES(4), en la que más del 59% de peruanos y peruanas considera como “muy desigual” el acceso a la salud, a la educación y al trabajo; percepción de desigualdad que se incrementa en personas que se autoidentifican étnicamente como mestizas, originarias o afroperuanas.
El no hablar de racismo ni de las desigualdades en nuestro país genera que sus efectos en la sociedad se vuelvan invisibles o ser normalicen, que el goce de derechos fundamentales no sea pleno para todos y todas; y que el Estado no priorice ni gestione adecuadamente soluciones para garantizar un Perú con igualdad de oportunidades.
Si bien la solución o soluciones a los efectos del racismo y de la desigualdades pueden encontrarse en las mentes más brillantes en los diversos sectores de nuestro país (político, público, privado, etc); si nosotros, como integrantes de la sociedad peruana, no somos conscientes de que estamos frente a un problema que origina polarización, violencia y perpetúa el subdesarrollo, no podremos asegurarnos jamás el bienestar con el que tanto soñamos.
(1) Cabe precisar que la definición de racismo hoy no está únicamente vinculada al concepto de raza. La “Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial” ratificada por el Perú en 1971, define en su artículo 1° a la discriminación racial como: “(…) Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública”.
(2) I Encuesta Nacional “Percepciones y Actitudes sobre Diversidad Cultural y Discriminación Étnico-Racial” del Ministerio de Cultura: https://alertacontraelracismo.pe/i-encuesta-nacional
(3) El índice de informalidad reportado para el periodo abril 2021-marzo 2022 es del 76,1% según el Informe Técnico N° 2 (Junio 2022): “Perú: Comportamiento de los indicadores de mercado laboral a nivel nacional” del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
(4) I Encuesta Nacional de Percepción de Desigualdades realizada por OXFAM y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) – ENADES: https://peru.oxfam.org/ENADES-2022
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